"Ahora no te tatúan en el pecho 'puta de campo', pero te quitan el pasaporte y te meten en un club de carretera"

La historiadora Fermina Cañaveras publica su primer libro "El barracón de las mujeres", en el que aborda la prostitución en los campos de concentración

Fermina Cañaveras con su libro "El barracón de las mujeres".

Fermina Cañaveras con su libro "El barracón de las mujeres". / Francisco Calabuig

Saray Fajardo

Saray Fajardo

València

La historiadora Fermina Cañaveras se dedica desde hace once años a la investigación, concretamente a la represión de las mujeres durante los conflictos del siglo XX. La investigadora se encontraba realizando su trabajo de fin de carrera en torno a la organización clandestina de las féminas en el Partido Comunista de Madrid cuando se adentró en una historia que ha culminado en su primera novela "El barracón de las mujeres". "Estas mujeres me ponen tras la pista de una chica que vivió en la calle de Atocha y que acabó ejerciendo la prostitución en un campo de concentración", señala.

A partir de ese momento, Cañaveras se adentró en un proceso de investigación y documentación que se prolongó durante cuatro años y en el que conoció la historia de Isadora Ramírez, una joven española deportada, que fue destinada al burdel del campo de concentración de Ravensbrück. La investigadora buscó testimonios españoles que estuvieron en aquel lugar que calificaban como "infierno". "Aquí sólo quedaba viva Neus Catalá, una mujer catalana que cruzó la frontera con 180 niños y acabó detenida en este campo de concentración, pero ella no pasó por los burdeles", explica. Sin embargo, la escritora consiguió entrevistarse con algunas polacas. "Era aterrador, pero me abrieron su corazón y me empezaron a contar el proceso", indica.

Aunque, en 1939 -momento en el que se pone en marcha el campo de concentración-, las primeras mujeres eran prostitutas de las calles de Berlín, posteriormente empezaron a utilizar a las reclusas que llegaban cada noche al lugar. Todas ellas eran sometidas a un duro proceso. Tras una revisión ginecológica, empezaba la iniciación, que, en palabras de la historiadora, "era el momento más duro". En ese momento, a las mujeres les ponían un camisón casi transparente de algodón fino y las llevaban a otro barracón. Allí estaban los altos mandos nazis, que decidían qué tenían que hacer para pasar la prueba. "Tenían que hacer felaciones, eran violadas... Sufrían grandes atrocidades. No sabían si iban a conservar la vida. Si la conservaban, pasaban a un prostibulo, que tampoco era vida. Si no lo conseguían, les pegaban un tiro", indica. Eran las propias mujeres del campo las que escogían a las esclavas sexuales. A las seleccionadas les tatuaban la palabra "puta de campo" en el pecho en alemán, con un triángulo invertido y un número de matrícula.

Sin embargo, la situación empeoraba a medida que pasaban las semanas o los meses. "Si llevabas un tiempo en el burdel y estabas hecha polvo, pasabas a los pabellones de experimentación, donde te inyectaban semen de chimpancé, introducían ratones en la vagina, te amputaban algún miembro... Eran auténticas salvajadas", afirma. Por eso, la autora ha intentado contar la historia de estas mujeres de la manera más fiel posible, pero "sin caer en el morbo por respeto a ellas".

Segundo más grande de Europa

Ravensbrück fue el segundo campo de concentración más grande de Europa. A pesar de ello, siempre ha estado considerado "un campo olvidado", ya que "no es un tema cómodo". No fue hasta 1978 cuando se desclasificaron los documentos, aunque gran parte de ellos fue destruidos o quemados. "Algunos nombres se han recuperado por los testimonios, pero hay muchas historias que se han perdido", lamenta la autora, quien encontró la historia de Isadora, pero "empecé a indagar y no la encontré en el campo". Añade: "En las entrevistas hablaban de una española con nombre de bailarina, pero no sabía nada más".

Todas esas mujeres crearon una red de resistencia y organización para contar todo lo que pasaba allí dentro. "Cuando llegaba algún soldado borracho, mientras las violaba, ellas intentaban sacarle cosas. Esa información se pasaba al exterior. Ninguna de ellas perdió la esperanza sabiendo que la muerte les iba a visitar cada momento", explica.

"Tenemos un problema"

La prostitución sigue siendo un gran problema social. La historiadora lamenta que ellas fueron "las olvidadas de los olvidados". El objetivo de este campo era trasladarlas a otros campos. "Era una auténtica trata de mujeres", reconoce Cañaveras, quien añade que "las políticas en esta materia no han avanzando". "Es necesario reconocer el problema que tenemos, que se hable abiertamente de lo que está pasando porque sigue habiendo proxenetas. Ahora no te tatúan en el pecho 'puta de campo', pero te quitan el pasaporte y te meten en un club de carretera", concluye.

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