Fuera de compás

Otro magnífico fracaso

"Vademecun grunge" está lleno de sonidos repugnantes pero que de la mano de Samuel Reina me fascinan

Samuel Reina, un adicto a la desolación.

Samuel Reina, un adicto a la desolación. / L-EMV

Fernando Soriano

Fernando Soriano

València

El nuevo disco de Samuel Reina, Vademécum grunge, nace de la frustración, de la fascinación por los subcampeones de la vida, de la aceptación de haber nacido para perder, de la autoparodia, de un viaje a los bajos fondos de sí mismo tan profundo como cómico, irónico y desgarrador. Del disgusto que provoca volcar todo tu tiempo, tu esfuerzo y tu ilusión en hacer música y escribir poesía para no obtener ninguna repercusión. «El músico es el más modesto de los animales, pero también el más orgulloso. A veces me pregunto de qué sirve invertir tanto trabajo, pasar tantas horas de insomnio, gastar tantas energías durante un año y medio de trabajo y me doy cuenta de que, en realidad, grabo discos para mí mismo porque tengo esa necesidad. Grabo discos porque si no lo hiciera, saldría a la calle a matar gente», revela.

Samuel Reina

Samuel Reina / L-EMV

Escuchar el nuevo trabajo de este adicto a la desolación es toda una experiencia. Está lleno de sonidos repugnantes pero que me fascinan cuando vienen de su mano, porque él es él, y los demás, carne para la picadora. Músicas urbanas, sintéticas, contemporáneas, populares, vulgares, de canis, pandilleros y poligoneros. Programaciones electrolatinas que le hacen sonar como un adolescente de colonia suburbial, pero que, paradójicamente, adornan las imágenes proyectadas por un adulto cultivado, con formación clásica y afinidad por el folk y el blues. «Es un ejercicio de estilo, necesitaba despojarme de mí mismo, abandonar mi propio papel. Quería sorprenderme transitando lugares que no conozco, ámbitos que no domino. Concebir un tipo de sonoridad que rara vez escucho. Para ello, la música urbana más pura era terreno fértil para cosechar el discurso al que quería llegar», explica.

Usa un castellano rico, sucio, cutre, culterano, feísta, coloquial, sórdido, frío, existencial y exquisito, todo a la vez. Como si Calderón resucitara en medio de una rave de descampado y arrozal y se lo explicara a Aute para que lo cantara ciego de psilocibina en un tabanco jerezano. Samuel dice que, a la hora de construir las canciones, trabaja con una especie de arquitectura fluida, con ideas dispersas que acaban generando interacciones de conceptos y que sufren múltiples dislocaciones hasta que acaban encajando. «No le doy el visto bueno a una canción hasta que no me remueve cuando me la canto. Busco mi propio desgarro en dos minutos, al final creo que se trata de taquigrafiar una emoción». Ahí tienen «A bodas me convidas».

Reina 1

Reina 1 / L-EMV

Vademécum grunge vuela por la noche de reyes del 92, entre carreteras oscuras que conectan verbenas y discomóviles de fiesta patronal, botellones rurales bañados en calimocho, tequila barato, una farlopa de tercera división y un orgulloso analfabetismo funcional. Tiene bossa-nova, trova, boleros, flamenco, jotas y trap. Guitarras españolas, coros de ultratumba, ritmos fracturados, cuerdas sintéticas y una voz que podría ser lo más punk de por aquí. Pepe Marchena mentando a Salinger y a Samantha Fox, mezclando la imaginería de Roberto Bolaño con la paella rusa de Joan Monleón, sonando a veces como una María Dolores Pradera de extrarradio miserable y fantasmal. 

«París, Texas, Valencia» es preciosa pese al barro. No creo que le pueda salir algo más limpio, Samuel no se deja. «Éramos nosotros» pretendía ser una canción de cadencia nostálgica y amable, pero tampoco pudo evitar que quedara así. «Estoy muy satisfecho con mi nuevo lenguaje, el contenido lírico que refleja nuestra propia masa urbana postindustrial, con letras profundas y trabajadas. Hay mucha sangre detrás de las canciones, escribir el disco fue tormentoso. Hay gente que me dice que le cuesta escucharme en esta dinámica, y mi yo perverso se lo agradece. Me gusta que sea un disco trabajoso de escuchar, en la incomodidad es donde pasan las cosas». Ejemplo, «Los abdominales de Cristo».

Puede que Samuel Reina haya tocado techo y fondo a la vez con este disco. Tiene un puticlub en la portada y, para presentarlo en directo, quiere un par de músicos que le acompañen en el escenario. Será fantástico verle de nuevo y darle la enhorabuena por sus magníficos fracasos. El penúltimo de ellos fue perder el Premio Berlanga a la Mejor Canción Original con la maravillosa «Canción Perdida». Ganó Lory Money. Ya ven, berlanguiano a más no poder.

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