Pedro Simón: "Nos cuesta hablar de la vejez porque es como anticiparnos a ella"
Cronista de la vida cotidiana, Pedro Simón publica Los siguientes, una novela sobre la vejez, el deber y la culpa

Pedro Simón en las instalaciones de Levante-EMV / Jose Manuel López

Si buscaba conmover al lector, lo ha conseguido.
Los libros son como las parejas, si no te hacen sentir nada, mejor déjalas. Un libro te puede hacer sentir miedo, pena, dolor, amor o llevarte a recordar algo. Pero si no te hace sentir nada, mala cosa.
A mí me ha provocado dolor.
No escribo para provocar dolor, pero sí que el lector sienta cosas potentes. Si voy leyendo por la página 40 y no me interesa, lo dejo el libro. Intento que el libro interpele, concierne y hable de ti. Me gusta que funcione como un espejo y el lector, de algún modo, se vea reflejado en él. Creo mucho en las historias extraordinarias que hay dentro de lo aparentemente ordinario. Me gustaría que la gente en Los siguientes no solo viera una historia que tiene cierta crudeza como es el paso del tiempo, la vejez y la gestión de nuestra gente mayor, sino una novela que habla también del amor incondicional, de las segundas oportunidades y de la redención. Habla de la familia como ese sitio donde siempre puedes volver, una especie de puerto refugio donde acudes cuando te van mal dadas, cuando estás muy jodido. Sabes que la familia no te va a juzgar . Para mí, es un sitio donde estar calentito cuando hace mucho frío.
De principio a final está presente la culpa y el deber.
Algo que asocio más a las mujeres. En la novela son tres hermanos, el exitoso Gabriel, el mayor; el mediano Darío que es un poco bala perdida y un desastre; y la pequeña Carmen , una auxiliar de enfermería que vive cerca de su padre y que durante un tiempo se ha estado ocupando más de su padre que sus hermanos. Pero ahora llega el momento de repartir a papá y cada uno lo acomete de un modo diferente. Creo que todos comprendemos al mayor, al mediano y a la pequeña. Pero es verdad que a Carmen la anuda más la culpa y la obligación . En la sociedad, nueve de cada diez cuidadores familiares son mujeres. Una barbaridad. Habría que revisarlo. Por ello ella siente más la culpa porque a nuestra generación así nos han educado. Yo, cuando hablo con mis amigas, detecto que ellas se sienten más culpables en cuanto al cuidado de los padres.
Las segundas oportunidades y la redención también están presentes.
La familia siempre te da una segunda oportunidad por mucho que haya ocurrido. He tenido delante periodísticamente historias muy salvajes, incluso de chicas que han sido violadas por sus padres durante años, y luego lo justificaban porque venían de un entorno muy complicado. Salvar a la familia, creo que tiene que ver con salvarse a uno mismo.

Pedro Simón en las instalaciones de Levante-EMV / Jose Manuel López
En 'su familia' los problemas surgen cuando el padre se convierte en dependiente.
Cuando escribes novelas eres como un zahorí que va cruzando palos porque vas buscando temas. Y con mis amigos, cenando o comiendo, tenía dos conversaciones, por una parte, la de los hijos y, por otra, la de los padres que cada vez nos iban ocupando más espacio. Los hijos se van yendo de casa, pero los padres se te van metiendo de algún modo. Hay algo en la vida que empieza cuando buscas una guardería para tu hijo y acaba cuando buscas una residencia para tu padre. Del mismo modo que hay algo que empieza cuando limpias el culo a tu hijo y termina cuando le limpias por primera vez el culo a tu padre o a tu madre. Es curioso, porque de la mierda de los niños hablamos y hacemos bromas y hay un tabú con la mierda de los mayores porque es hablar de nuestra mierda. Nos cuesta hablar de la vejez porque es anticiparnos a nuestra vejez.
Antes, al mayor se le admiraba y ahora molesta. ¡Cómo ha cambiado, a peor, la sociedad!
El otro día hablaba con un compañero, hijo de marroquíes, y me decía que le había impresionado el libro porque el tema de llevar a un padre a una residencia en su cultura no existe. En Marruecos los padres están con las familias hasta el último día. No creo que sea malo ni bueno, no me atrevería a juzgar. Llevar a tu padre a una residencia es una solución estupenda, pero que esté en casa contigo, también. Lo que es una mandanga jodida es la culpa y autoflagelarse. La sensación es muy jodida porque hay que invertir la mirada. Esa persona, a la que tú veías mirando hacia arriba y le dabas la mano, ahora está de pie junto a ti y te pide el brazo para agarrarte.
Está claro que somos menos sacrificados que nuestros padres, pero, respecto a ellos, también más infelices tras su adiós.
Nos movemos en espejos de insatisfacciones. Gabriel, en la novela, dice que no se puede ser feliz si tienes envidia. Y es muy curioso, porque es un tío muy exitoso que tiene envidia de su hermana por algo que tendrá que descubrir el lector. Otra insatisfacción que nos genera el cuidado de los padres es que, por mucho que te inmoles, hagas o por muy pendiente que estés, siempre te va a generar culpa porque crees que podrías haber hecho más. Una sensación muy cabrona.
Vejez, hasta la palabra es fea.
A partir de los 40, la vuelta del jamón. Nosotros ya se la hemos dado. Nos hemos comido la parte buena de la vida y nos queda una parte que es más dura, seca, salada y menos grata, pero que hay que comérsela. Antonio, dice que siempre quiso morirse antes de que sus hijos lo desearan. La frase es tremenda. Igual que cuando dice que somos viejos, pero no gilipollas. Tiene que ser muy complicado ver cómo los demás fruncen el ceño porque tú no te enteras muy bien de lo que están diciendo, o que no oyes bien o que los demás te apremian y pierden la paciencia contigo porque te cuesta salir del coche cuando hay un camión pitando detrás. Tiene que ser muy complicado ver cómo los demás te tratan con un paternalismo bienintencionado pero cruel. Tenemos buena intención, pero no lo sabemos manejar. Mi amigo Carlos, el otro día me hizo pensar, me dijo que cuando llevamos a una residencia a nuestros padres pensamos que es lo mejor porque van a estar bien cuidados, pero nunca pensamos dónde van a ser más felices. Hay una dualidad entre lo que interesa, conviene, se debe hacer, nos gustaría y lo que se puede. Toda solución me parece buena siempre que haya amor y le des su espacio de dignidad al otro. Y no olvidarse que nos vamos a morir todos.
¿Tenía clara la historia y los personajes cuando la inició?
Sabía que quería ir de Madrid a Valencia, pero no el camino que iba a tomar. Hay dos tipos de escritores, los mapa y los brújula, yo creo que soy más mapa. Trato de organizar mucho, pero la novela me va llevando.
Todos sus libros invitan a la reflexión.
Me gusta que funcione como un espejo y que el lector sienta que no está solo, que no es tan raro. Me gustan los libros que cuando los leo digo ‘Hostias, este cabrón se ha metido en mi vida’. Cuando escribes una novela siempre te estás viscerando. Eres como una especie de salmonete que te abre las tripas y las pones ahí. Trato que la gestión del trauma nos ayude a comprender nuestra realidad. Es bueno ver que no somos tan raros, que no estamos solos, que es normal que sientas culpa y tengas miedo y que te reviente la cabeza por tener que limpiar a tu padre o a tu madre aunque lo hagas con una pena infinita, no.
¿Con Los siguientes cierra la trilogia sobre la familia?
Creo que en la familia está el amor, la culpa, la violencia, la soledad, el odio, los celos, la fraternidad, los secretos. Me parece una plastilina cojonuda. Me parece un buen final de libro, si se te quedan botando ideas. .
¿Y ya tiene las ideas para la próxima?
Me gustaría escribir sobre dos niños con un problema de malos tratos. Pero cuando visualizo esta novela solo llego hasta la mitad . La tengo en la cabeza, pero no sé cómo seguir, con lo cual tengo un poco de jaleo.
¿Psicologicamente desgasta mucho escribir de temas tan duros?
Escribir es ponerte en la piel de muchos. La verdad y la belleza están juntas, y por dura que sea, la verdad tiene que ver con la belleza. Igual que las cosas que son mentira, son feas. Aquí me ha tocado ser un señor de 80 años que se caga encima; ser una hija que siente culpa, ser un hermano mayor exitoso que tiene envidia y lo es fruto de una tragedia, y ser un hermano mediano que se sabe despreciado por sus hermanos. Esto tiene un peaje emocional. No sé por qué será, pero esta última novela es la que emocionalmente me ha dejado un poco más trillado
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