Fuera de compás
Un roto para un descosido
Extraño retiro el de Luis González, Caballero Reynaldo, que después de poner en jaque a cuanto cerebro se acercó a su proyecto junto a Los Imbéciles acaba de presentar un colosal trabajo junto al batería Santi Serrano “Granota”, de Carmina Burana y All Sex Picken entre otras bandas, y a la cantautora Irene Villar Tiemersma, vibrante, felina y abrasadora front woman de bandas como El Futuro Peatón o Virgen de la Periferia. El elepé, titulado “La Grande Pastèque”, muestra en su portada justamente eso, una gran sandía que remite de manera tan irónica como inequívoca al “Bossanova” de los Pixies.
Recoge las canciones publicadas en cuatro EPs trimestrales durante su año largo de trabajo conjunto, pero con mezclas diferentes y otros detalles sonoros que le dan un nuevo aliciente a la escucha. Además, lleva dos canciones inéditas que dotan al artefacto de un encanto superlativo: “El paraíso era esto”, ácida y fulgurante, y una adaptación cargada de veneno y sorna de la archiconocida “Como una ola” de Rocío Jurado, rebautizada como “Se me hace bola”. En él conviven el castellano y el inglés, el pop clásico, el rock alternativo, la electrónica analógica, el corrido, la psicodelia, el kraut y Canterbury. Una mezcla desafiante que resulta sabrosa porque siempre obedece al concepto de canción y que pasa vigorosamente amena gracias a la sátira y el humor negro que la impregna.
Un compacto empaquetado a todo lujo, como es habitual en las producciones reynaldescas, largo, variado, potente, marciano, libérrimo, original y sorprendente, de esos que ganan con cada escucha. Rezuma conceptismo, ingenio y mala baba y está pensado desde la negación de la imposibilidad, escrito con una brillantez avasalladora y ejecutado con una demoledora inteligencia emocional. Un viaje surreal y vanguardista a la supernova resultante de la colisión neuronal de una pareja, Irene y Luis, de explosiva y refinada creatividad. Un asomarse al abismo de este par de espíritus juguetones que parecen haberse encontrado para dar lo mejor de ciertas partes de sí mismos que estaban todavía por explorar con resultados ciertamente excitantes. El roto encontró al descosido. El hambre se juntó con las ganas de comer.
“Musicalmente somos bastante distintos pero a la vez tenemos muchas cosas en común. Disfrutamos trabajando juntos porque compartimos un punto de locura, esa ha sido la clave. Tenemos gustos amplios pero pasados de rosca, que rozan la excentricidad”, explica Irene. Él ha encontrado en ella la intensidad noventera de los Pixies o Sonic Youth, y ella ha tomado de él la audacia musical del rock setentero sinfónico y progresivo y su manera de dar a las canciones las vueltas de tuerca propias del género. “De Irene me atrajo su versatilidad para afrontar con éxito cualquier estilo o propuesta estilística”, dice él, que reconoce, con razón, haber facturado “un disco glorioso”.
Al igual que en las grabaciones, en los divertidísimos directos Tiemersma resplandece con su voz gatuna y modulada en tecnicolor que, unida a su actitud desenfadada y punk, la convierten en el centro del show. Tocaron el otro día en el CEX. Instrumentos acústicos y puesta en escena minimalista para canciones maximalistas, tres animales enjaulados haciendo un ejercicio de contención. Letras exuberantes, expansivas, que invitan a la teatralidad de Irene, abrigadas por una desnudez sonora que, sorprendentemente, les sentaba tan bien como la copiosa carga instrumental del disco. El bajo melódico de Luis (Kim Deal, Tina Weymouth, Kim Gordon), los ritmos mutantes de Santi, las cuerdas levemente rasgadas por la Tiemer, envuelta en una ironía amarga para afrontar el devastador espejo de “Climaterio”, vestida por un trance delirante y laberíntico en “Cuchara”, derrochando agudos elegantes en “Vamos a vivir juntos” y potencia sarcástica en “Se me hace bola” mientras los chicos cacofonean.
Y, pese a la homogeneidad del sonido que daba un empaque clásico al bolo, aparecieron los Stereolab en “Te llamo mañana”, la ranchera corrosiva en “El indie subvencionao” o los Talking Heads en esa cabronada maravillosa que es “El generoso”. Pasé una hora con la boca abierta junto a otras veinte personas que presentaban los mismos rasgos de asombro y las mismas muecas de comprensión y divertimento. Lo más ácrata y underground que he presenciado en mucho tiempo. Qué asombrosa capacidad de traslación a mundos, escenas y deseos extrañamente comunes desde la más pura, pero solamente aparente, sencillez. Dicen que esperan hacer muchos conciertos más y yo, la verdad, es que espero verlos todos.
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