La guitarra, artefacto psicológico de C.Tangana
Yerai Cortés narra la gran pena por la que está motivado su flamenco en la primera película de Antón Álvarez, una obra sin filtros que pretende cicatrizar heridas

C. Tangana y Yerai Cortés durante la presentación de la película 'La guitarra flamenca de Yerai Cortés' / EFE

Una historia difícil, dura, casi de superación en una familia desestructurada que se partió por la mitad tras una separación y una hermanastra de la que no supo su origen exacto hasta después de su fallecimiento. Ese es el caldo de cultivo de 'La guitarra flamenca de Yerai Cortés', la ópera prima de Antón Álvarez 'Pucho', conocido artísticamente como C. Tangana, que se acaba de estrenar en los cines y donde la música, la guitarra más en concreto, es el vehículo para trascender de los mercadillos y la droga.
'Yeri', como le llama su novia, nació en La Vila Joiosa, se crio en el barrio de Parque Ansaldo y en Virgen del Remedio de Alicante y ahora vive en Madrid. El compositor y guitarra ha acompañado a artistas como La Negra, La Tana, Chuchito Valdés, Javier Colina, Farruquito, Niño de Elche y cuenta con el Premio Guitarra con Alma del Festival de Jerez de la Frontera por su guitarra en 'Al fondo riela' de Rocío Molina. También se marchó de gira con C. Tangana tras la publicación del disco 'El madrileño' y participó en su documental 'Esta ambición desmedida'.
Limpieza emocional
C. Tangana se empeña en escudriñar los pasadizos subterráneos de Yerai Cortés (Alicante, 1995), todo su pasado, su familia -eje fundamental de sus composiciones- como si se tratase de un acto de higiene psicológica para el propio artista, de limpieza emocional, puesto que desde ese subsuelo uno se puede aliar con la memoria para revivir ese pasado sin ninguna intención de corregirlo ni reinventarlo, si no para contarlo y cicatrizarlo definitivamente.
Cuando C. Tangana conoció su historia, cuando vio su testimonio de pasión y vida por el flamenco que le transmitió su padre Miguel, quien le enseñó a tocar la guitarra, y de su madre María, quien le inoculó la música como un veneno, no dudó ofrecer esa mirada con trasfondo biográfico que se ha convertido en un estupendo tesoro en el que se pueden investigar las raíces de Yerai Cortés y la veracidad de todo lo narrado.
La evocación, como si se desmantelaran bruscamente en la memoria todas sus pertenencias vividas. La pena, como núcleo generador de su flamenco. La creación en el sentido puro, como una lucha encarnizada contra su dolor. Yerai, como Israel Fernández -quien también aparece en la cinta-, se revela como novedad frente a los lenguajes ya codificados del flamenco y seguro que contribuye a sacarlo del momento del atolladero en el que se ha metido. La nueva película de C. Tangana también ayudará a ello.
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