El tique y otros enredos

La verdad duele muchas veces y además, como canta Joan Manuel Serrat, no tiene remedio.

Mazón y Vilaplana juntos en un acto de polígono Fuente del Jarro

Mazón y Vilaplana juntos en un acto de polígono Fuente del Jarro / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

No sé si hay una trama más enrevesada que la de El sueño eterno, la primera y magnífica novela de Raymond Chandler. Cuando se estaba preparando su adaptación cinematográfica, William Faulkner y los dos colegas que lo acompañaban en la escritura del guión se dieron cuenta de que al escarbar en la numerosa ensalada de cadáveres que adobaba el relato les sobraba un muerto. Llamaron al autor de la novela para que les aclarara el asunto y Chandler, seguramente borracho como siempre, los mandó a la mierda. Más clara, esa respuesta, ni el agua que salía de los grifos antes de la maldita Dana. Lo que queda de aquella anécdota en nuestra antología del disfrute es una fantástica película protagonizada por Humphrey Bogart, Lauren Bacall y Dorothy Malone, una de mis actrices favoritas en aquel cine grandioso de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. 

La novela que viene escribiendo desde el 29 de octubre Carlos Mazón, con la colaboración entusiasta de su equipo de redactores, podría tener el doble de páginas que la de Chandler y dispondría de un título que ni pintado para la ocasión: La pesadilla eterna. Al lado de su trama inextricable, la de El sueño eterno es una historieta del TBO, pero sin la nobleza de aquellas viñetas que alegraron felizmente nuestra infancia. El presidente de la Generalitat responde de la misma manera que Raymond Chandler a Faulkner cuando le exigimos que rinda cuentas por su gestión nefasta de la tragedia, pero lo hace a su manera: con excusas de mal pagador, enredando hasta la exasperación la madeja de sus tontas justificaciones.

Con lo fácil que hubiera sido contar la verdad de su ausencia del puesto de mando en los momentos más decisivos de la barrancada. Con lo fácil que hubiera sido afrontar esa ausencia con la dignidad de saber que dices la verdad, aunque esa verdad, como escribe Joyce Carol Oates, duela hasta las entrañas. Porque la verdad duele muchas veces y además, como canta Joan Manuel Serrat, no tiene remedio. Pero claro, Mazón y su séquito no pueden saber si la verdad duele o no tiene remedio porque siempre han mentido. Desde el minuto uno de la Dana han mentido. Y lo que es peor: si a El sueño eterno le sobraba un muerto, a la falta de empatía que el presidente del Consell viene mostrando por las víctimas, el día de su penosa comparecencia en las Corts Valencianes y ahora mismo con su invisibilidad, le sobraban doscientos veinticuatro y tres desaparecidos. Y por si faltaba algún ingrediente que aumentara su condición de mentiroso compulsivo, llegó el misterio del tique. El tique de su comida con la periodista Maribel Vilaplana. El misterioso tique de la cada día más laberíntica y misteriosa comida en El Ventorro.

Ya no sabemos cuántas versiones hay de ese refrigerio. Lo que sabemos es que empezó siendo una comida privada, luego un almuerzo de trabajo y después ya saltó a la palestra la presencia de la periodista en ese espacio en blanco entre la salida del Palau a las dos de la tarde y la llegada a la reunión del puesto de mando de emergencias pasadas las siete. El estrambótico motivo de la comida según esta última versión: ofrecerle a Maribel Vilaplana la presidencia de la radiotelevisión autonómica. Pero no acaba ahí la cosa de la confusión inacabable. Cuando se le exige desde las Corts que presente el tique de la comida, Mazón se desdobla por arte de magia y dice que no lo tiene a mano porque ese gasto no corría a cargo del presidente de la Generalitat sino del presidente del Partido Popular. Y que por eso no son las Corts el lugar donde ha de presentarlo, sino que el partido ya lo hará en su momento para ser compulsado en el Tribunal de Cuentas. Visto lo visto, no me negarán ustedes que El sueño eterno es el relato más sencillo del mundo si lo comparamos con esa torpe comedia de enredos que nos ofrecen a cada hora desde el Palau de la Generalitat. Una comedia de enredos que se complementa con un detalle importante: dijo Mazón que se “retiraba” de los focos para dedicarse en cuerpo y alma a pensar el proceso de reconstrucción de los desastres de la Dana. ¿Le habrá explotado la cabeza de tanto pensar? Porque dos meses después de la tragedia seguimos sin saber en qué consiste ese supuesto proceso de reconstrucción. 

Por eso el domingo pasado, en plenas fiestas navideñas, salimos a la calle ochenta mil personas exigiendo por tercera vez la dimisión de Carlos Mazón. Gritándole que diga la verdad, aunque le duela, aunque sepa que no tiene remedio. No sé si sabe que ya está sentenciado, que cuando poco a poco vaya amainando el efecto traumático de la Dana, Núñez Feijóo lo dejará caer como un fardo inútil. Las muertes y las desapariciones de ese maldito 29 de octubre se merecen que respete su memoria y a quienes lo perdieron todo mientras él huye de las luces públicas y se dedica, con los suyos, a inventarse trolas distintas cada día para explicar con falsedades a destajo por qué en las horas más terribles de la barrancada abandonó sus responsabilidades como presidente del gobierno valenciano. Doscientas veinticuatro personas muertas y tres desaparecidas se merecen verdad, justicia y un respeto sin engaños, ¿no? Pero desde el Palau de la Generalitat lo único que les llega es el cinismo, la cobardía y las mentiras. Sólo eso les llega, ¿vale? Sólo eso.

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