Literatura
'Y uno se cree': así se escribe una canción a cuatro manos con Joan Manuel Serrat
El novelista Jordi Soler explora su relación con la obra del cantautor barcelonés a partir de la insólita invitación a inventar una composición junto a él

Joan Manuel Serrat y Jordi Soler.
David Morán
El día que Jordi Soler y Joan Manuel Serrat se conocieron por fin en persona, el primero acababa de descorchar los cuarentena y el segundo se adentraba en los sesenta, "carambola de veintenas" y larga vida al “fa vint anys que dic fa que dic que fa vint anys que tinc vint anys” que ya les encaminaba hacia algo especial.
Algo como, pongamos, una canción escrita a cuatro manos a través de un incesante goteo de correos electrónicos, llamadas telefónicas y nombres de aves tan exóticas que ni siquiera han llegado a existir. El tono, el humor, sugirió Soler, podría parecerse a ‘Canción infantil para despertar a una paloma morena de tres primaveras’. Esa paloma, replicó Serrat, ya tiene más de 50 primaveras.
Un correo electrónico
Todo empezó el 12 de febrero de 2021 cuando, “vint anys” después de aquel primer encuentro y ya con un largo historial de charlas, sobremesas y partidos del FC Barcelona compartido, el cantautor barcelonés le envió un enigmático correo electrónico al más catalán de los escritores mexicanos. “Voldria comentar-te una cosa”, tecleó con solemnidad antes de pasarse al teléfono.
Lo que le quería comentar, más bien recitar, era un párrafo de 'Ese príncipe que fui', novela en la que Soler recreaba las andanzas de un descendiente de Moctezuma que blandió su apellido para timar a nobles españoles durante el franquismo. A Serrat lo que le interesaba no era eso, sino un pasaje en el que aleteaban guacamayas, cotorras, colibríes, periquitos, xoconaztils e incluso fantasiosos e inventados xirimiticuaticolorodícuaros. “De ese párrafo podría salir una canción, ¿te animarías a escribirla?”, preguntó Serrat.

Joan Manuel Serrat, en su gira de despedida. / Ferran Sendra
Memoria sentimental
“Todo el recorrido sentimental que había hecho, a lo largo de mi vida, agarrado a sus canciones, se arremolinaba en esa llamada en la que Serrat, mi ídolo, me pedía que escribiera una canción. Dije que sí, claro”, escribe ahora Soler en ‘Y uno se cree’ (Alfaguara), crónica de aquella operación a cuatro manos y memoria emocional en la que el autor de ‘Los rojos de Ultramar’ aprovecha para explorar su relación con la obra de Serrat. ¿Un ejemplo? “Mi hermano y yo pudimos matricularnos en el colegio gracias a que nos sabíamos de memoria decenas de canciones de Serrat, sobre todo nos fueron muy útiles las que venían en dos de sus discos en catalán, ‘Ara que tinc vint anys’ y ‘Com ho fa el vent’", relata Soler, nacido y crecido en La Portuguesa, una comunidad de republicanos catalanes exiliados situada en la selva de Veracruz.
Los discos del de Poble-Sec, subraya el escritor, fueron el puente hacia el país que había tenido que abandonar su familia. “Serrat, Marsé y Cruyff eran los tres juanes que constituían la santísima trinidad en La Portuguesa, pero eran las canciones de Serrat lo que de verdad hacía vibrar el triángulo”, recuerda Soler, quien durante años quiso conocer a su ídolo y fracasó estrepitosamente en el intento.
Ni siquiera cuando sumó a su columna en el suplemento cultural del diario ‘Excélsior’ un programa de radio por el que pasaron Mick Jagger, Bono, Joaquín Sabina o Raphael, entre muchos otros, cambió su suerte. “Nunca, en todos los años que pasé en la radio, conseguí entrevistar a Serrat, ni siquiera conseguí que me invitaran al ‘backstage’, después de alguno de sus conciertos, para saludarlo: nada de nada”, lamenta el novelista.
Todo cambió cuando, años más tarde, Serrat salió de ‘Los rojos de ultramar’ con ganas de saber más del autor de aquella novela. “Serrat ha leído tu novela y quiere conocerte”, le dijo Juan Cruz, amigo común que facilitó aquel primer encuentro entre carambola de veintenas.
Entre cenas y bocetos
Muy oportunamente titulado a partir de las primeras palabras de ‘Aquellas pequeñas cosas’, ‘Y uno se cree’ es, en cierto modo, un resumen veloz de casi todo lo que vino después; el autorretrato de una amistad fraguada entre paseos por las calles de Sant Gervasi; cenas en el el Botafumeiro con ‘Cantares’ y ‘Mediterráneo’ sonando de fondo; bocetos de estribillos con acuse de recibo; versos cantados distraídamente por teléfono ante los que Soler aterrizaba de golpe para decirse: “¡es Serrat!”...
“La impronta que dejó en mí la canción ‘Mediterráneo’ me sigue acompañando hasta hoy; de la misma forma en que el lector de Cervantes ve la tierra de Castilla no como es, sino como se la enseñó el Quijote, así me pasa a mí con ese mar, sigo viendo esa alma profunda y oscura que Serrat me enseñó cuando yo era un niño que vivía en la selva, veo ese mar con la mirada que él me regaló, con todo y que hace más de veinte años que vivo en Barcelona, frente a ese mismo mar», reflexiona Soler en un momento dado.
¿Y qué hay de la canción?, se preguntarán. ¿En qué quedó el intercambio de correos electrónicos celebrando la diversidad de la flora jarocha, puliendo versos cancionificados y discutiendo nombres de aves? Sostiene Soler que la composición existe, tiene nombre -‘La reina de la selva’, por más que Serrat la rebautice en una ocasión como ‘Un manto de pájaros’´-, y en efecto, sigue inconclusa. Inacabada. ‘Trunca’, como dice el novelista.
Acabó en el cajón de asuntos pendientes cuando Serrat se embarcó en su gira de despedida, ‘El vicio de cantar’, y ahí sigue, esperando tanda. “Luego hablamos de la canción, que ya terminaremos algún día”, consigna Soler tras su última comunicación, al menos la última que recoge el libro, con el cantautor.
Jordi Soler
Alfaguara
112 páginas
18,90 euros
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