Ferran Torrent vuelve con una novela de espías
‘El jo que no mor’ (Columna), la historia que el escritor de Sedaví tenía escrita en el ordenador que salvó el día de la barrancada, es un relato sorprendente en la València franquista

Ferran Torrent en las escaleras del vestíbulo del Ateneo Mercantil de València. / Francisco Calabuig
Cuando se llega a la última página de un libro y el lector se queda con ganas de muchas más, la novela es buena. Ferran Torrent vuelve a los aparadores de novedades con 'El jo que no mor', una historia de espías en la València de 1966, donde convierte el mítico hotel Metropol en un espejo del Café de Rick de Casablanca. El particular Humphrey Bogart es el joven Regino, un falsificador de arte, que enreda como los protagonistas de la marca Torrent, con sus alianzas con un agente de Mossad, dedicado a recuperar obras de arte expoliadas por los nazis, la élite franquista de la época, los opositores a la dictadura, además de los habituales delincuentes comunes.
Un trávelin literario que con epicentro en el establecimiento más lujoso de la ciudad en ese momento, enfrente de la plaza de toros y la Estació del Nord, atraviesa el centro de una ciudad vencida tras la guerra y que crece rápido hacia la periferia.
Torrent construye junto al falsificador de arte, uno de los personajes trascendentales de la novela, el general Moreno. Un militar retirado en un monumental chalet racionalista en Rocafort diseñado por el arquitecto Javier Goerlich, que batalló junto a Franco en la guerra y que los británicos captan por su todavía proximidad al caudillo para que España no entre en la Segunda Guerra Mundial.

La portada de la última novela de Torrent, con una imagen que recuerda a las películas de la Guerra Fría. / L-EMV
Nota del autor
«Los personajes y los edificios reales de novela son imaginados; los imaginados podían ser reales», avisa Torrent al principio de la novela, lo que augura un paseo por la mejor galería literaria del escritor de Sedaví. Una trama que escudriña en esos protagonistas cotidianos con historias subterráneas, desde la telefonista nocturna del Metropol (Mileta), que mantiene largas conversaciones eróticas con su amante telefónico, o el mismo director del hotel (Manuel Estornell), con muy pocas simpatías por la dictadura. No falta tampoco un periodista (Miguel Ruiz), más confidente de la temida Brigada Político-Social que gacetillero.
La vida de unos personajes que se ven atrapados en los años más álgidos de la Guerra Fría, donde Torrent convierte València en una especie de Tánger de finales de los años treinta, con espías británicos, soviéticos, israelitas y franquistas con pasado nazi. Entremedio, también Ava Gardner y Frank Sinatra y aquella truculenta relación que mantuvieron durante años también sale en las páginas de El jo que no mor.
El selecto Metropol
Una ficción muy bien documentada, pues el Hotel Metropol, obra del arquitecto valenciano Francisco Almenar Quinzá, inaugurado el 1931, siempre estuvo destinado a un público de un alto nivel adquisitivo.
Entre sus huéspedes eran habituales los toreros, escritores, futbolistas, intelectuales, artistas, militares, agentes secretos o políticos.
Una clienta que contaba con servicios complementarios como orquestas en directo, barbacoas, coctelerías o bailes, todo un lujo para la València de la época. Entre las figuras internacionales que pasaron por sus habitaciones estaban el escritor estadounidense Ernest Hemingway (se dice que se hospedó en el hotel mientras completaba su obra Fiesta) o el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.
La novela de la dana
La casa de Ferran Torrent en Sedaví fue arrasada por la barrancada el 29 de octubre. Días antes había recibido el Premi de les Lletres Valencianes de manos del president Carlos Mazón. No quiere devolverlo porque sería demagógico, aunque no le falta ganas, pero asegura contundente que hoy no lo aceptaría.
Aquella trágica tarde volvía de una paella en l’Albufera con los amigos para celebrar el galardón. Por la tarde, alrededor de las siete, estaba hablando con un amigo por teléfono cuando se dio cuenta de que empezaba a entrar agua por debajo de la puerta principal. La abrió y tuvo que cerrarla enseguida porque la calle se estaba convirtiendo en un río. Fue a la terraza interior y comprobó que el agua brotaba desde tierra.
Con la planta baja ya anegada, decidió subir a la planta superior pertrechado de algunos alimentos y el ordenador con el original de la nueva novela que había remitido a la editorial solo unos días antes. El resto, la magnitud del desastre, es conocida.
Cuando recibió días antes de la tragedia el Premi de les Lletres Valencianes en Alicante contó que a la única persona que le avanzó el premio fue a su hermana Maria Isabel, que padece alzhéimer. Ella se emocionó, pero al minuto se le olvidó poniendo a salvo el secreto. Ahora le dedica el libro, porque cuando publicó su primera novela, ella compró algunos ejemplares. «Sempre ha estat orgullosa de mi. I jo d’ella. Vull que ho sàpiga, ara que encara em recorda».
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