Crónica
El sobresaliente directo de Star Trip

Star Trip / Fernando Soriano
La del sábado en Loco Club fue una noche para recordar por los siglos. La banda señera del power pop patrio, Star Trip, conseguía presentar su último elepé, el fenomenal “Velocidad”, después de haberlo pospuesto durante casi tres meses a causa del desastre provocado por la dana de octubre. El cuarteto vio dañados sus instrumentos, el local de ensayo, los discos de vinilo recién sacados de la prensa e incluso las camisetas confeccionadas para la promoción del mismo. Tras las costosas labores de recuperación, los valencianos se subieron al escenario con ánimo de demostrar que están repuestos de la catástrofe, material y anímicamente. Y lo consiguieron con creces, a tenor de la cantidad de aplausos cargados de cariño, respeto y admiración cosechados por la abarrotada sala.
Abrieron la velada Back To The Hills, como dicen ellos mismos, sus primos del norte. Los de Castelló, con el incombustible Santi Campos derrochando clase y tronío entre sus filas, y a pesar del reciente abandono del cantante, ofrecieron su segundo elepé, titulado “Just A Smile” y otras canciones de su corta pero atractiva carrera. Para hacer ese pop de guitarras cantado en inglés, o eres muy bueno o pareces muy malo. Sin término medio. Apesta enseguida, como la raya o el cazón cuando despiden el desagradable olor del amoniaco. Oigan, nada de eso, estos pájaros lo traen fresco a más no poder. Sardinas del Grau, de la red a la mesa. Al escenario, mejor dicho.

Back to the Hills / Fernando Soriano
Se necesita mucho arte, y ellos lo tienen, para armonizar tres voces de tío y que te quede como a los Beach Boys y no como a un grupo de sevillanas. Le añaden dos guitarras brillando cromaditas por el canal limpio, una sección rítmica comedida pero suculenta y unos detalles de piano Rhodes, y te queda un concierto maravilloso con los Gigolo Aunts en la memoria y hasta los Beatles del "Abbey Road". Y esto es lo que no hay que decir nunca, pero a mí a estas alturas me la bufa casi todo: me dicen que son de Boston y me lo creo como me creí que los limones de la portada del primer disco de los Stone Roses iban impregnados de LSD y los chupo cada vez que veo unos. Por si acaso.
Una explosión eléctrica, un trueno grave y profundo. Y una milésima de segundo en la que el silencio se mezcla con la sorpresa antes de que comience a llover. “Disimular” deja claro el amor de Star Trip por las guitarras ruidosas, dos Jazzmaster persiguiéndose, doblándose, encontrándose plena o tangencialmente. Una pared de poder distorsionado con coloridas grietas por donde deslizar melodías preciosas que se desvanecen cuando vuelve el ruido controlado. Un magnífico equilibrio entre sol y tormenta. El puño de hierro en el guante de terciopelo. Ese power pop que te rompe las orejas y te estruja el corazón, ese artefacto capaz de convertir abrasivas ondas sonoras en sentimientos agridulces de amor, añoranza, melancolía, felicidad, soledad, culpa y diversión. Cualquier día pido que me hagan un TAC mientras los escucho a toda pastilla en aras del avance científico.
Fue un concierto extremadamente emocional, en el que gente mayor lloraba, reía y se besaba al calor de estribillos magistrales. Respaldados por la energía marcial de David, Rafa, Vicente y Álvaro sostenían las melodías con sus instrumentos y con sus voces, utilizándolas como si fuera un aparato más, un pedal, un teclado, un reactor supersónico. El cosquilleo metálico de las cuerdas y la propulsión extra obtenida por el teclado de Santi Campos, la quinta estrella, dotó de más masa muscular a las canciones de su tercer largo, “Velocidad”, y al resto de sus composiciones.
Aupados por un sonido perfecto y el fervor de los asistentes, Star Trip cuajó una faena magnífica en la que cupieron momentos de hermosa delicadeza, como cuando Rafa y Vicente afrontaron en pareja “Un susurro que explota”, y también versiones de “Los chicos quieren diversión”, “I’ve Got A Flair” y “Ain’t That Enough”, que canté en posición de firmes y con la mano en el pecho después de decidir que durante esta semana será el himno nacional de mi minúscula patria.
Al llegar a casa con el tradicional pitido de oídos, y siguiendo con el símil futbolero, me quité una de esas camisetas de las que les contaba al principio, rescatadas del barro, lavadas y planchadas por la propia banda y la besé antes de plegarla y acostarme, rendido a su talento para hacer canciones tan bellas como un amanecer y tan dignas de confianza como un despejado cielo azul. Queridos Teenage Fanclub, pues claro que es suficiente.

Star Trip / Fernando Soriano
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