Fuera de compás
La tercera juventud de Tarántula
Aunque los años, la artritis y otros achaques pasen factura, Tarántula tiene intención de seguir tejiendo sus redes

Tarántula. / L-EMV

Aquellos tres minutos fueron, sin duda, uno de los primeros y más grandes hitos del rock valenciano. Mírenlo en YouTube. La banda Tarántula interpreta su canción “Blancanieves” en el legendario programa musical ‘Aplauso’ en 1978. Ya llevan publicados dos discos, el primero con Zafiro y el segundo con Chapa, la discográfica de moda en aquella época y hogar de Asfalto, Bloque, Leño y más tarde Obús y Barón Rojo. Los valencianos practican un estilo más sinfónico y progresivo que estas bandas, propulsados por las teclas del virtuoso Vicente Guillot y por la voz desgarrada, potente y excitante de Ana González, una auténtica pionera en España que figura en las enciclopedias del asunto como la primera mujer en cantar bajo ese registro en nuestro país.
Sus dos primeros largos contienen ecos de Deep Purple, Yes y King Crimson, pero también muestran un endurecimiento sonoro conforme evolucionan junto al compás de los tiempos. En 1980 la banda destila calidad a raudales pese a las continuas variaciones en su formación. Llega el momento de grabar la maqueta de su tercer disco y, justo en ese momento, son víctimas del robo de todo su equipo. La bajona es monstruosa y la desesperanza y la frustración acaban con las ilusiones del grupo. Desbandada general con servicio militar y emigraciones laborales de por medio.
Se pierden la pista durante 40 años pero gracias en gran parte a la preparación del documental “Ellas son eléctricas”, protagonizado por las mujeres pioneras del rock duro en España, Guillot encuentra a Ana y juntos vuelven a la carga. Pasa la pandemia y se les une Julián Masiá, el último bajista que tuvo la banda en su época de esplendor quien, sorpresa, atesoraba aquella maqueta en una casete como oro en paño. Es una señal divina y si no, se parece mucho, así que componen algunos temas más, embarcan a nuevos músicos en el proyecto y graban un nuevo elepé que publican el año pasado.
“Se trata de una enorme y maravillosa broma del destino que nos ha permitido quitarnos la espinita después de cuatro décadas. Grabar y publicar el disco ha sido todo un acto de romanticismo del que estamos muy orgullosos. Nos fastidió muchísimo no sacarlo en su época y por eso le hemos puesto tanto mimo”, explica Masiá, que ha actuado como productor ejecutivo del disco. Así se entiende que haya salido en tres formatos: un cedé, un vinilo negro y una edición a todo lujo con la placa en color rojo translúcido y un extenso libreto con fotografías y las letras de las canciones. “Había que aprovechar esta segunda oportunidad que nos hemos encontrado y estamos muy felices de cómo ha quedado”, revela el bajista.
Ya pueden estarlo. El disco suena como un cañón pese a ser “una grabación casera” realizada con ayuda de amigos y familiares. Cuenta con todos los puntos fuertes que auparon a la banda a la primera plana musical de nuestro país: largas introducciones con profusión de teclados en canciones que llegan hasta los ocho minutos, numerosos e inteligentes cambios de ritmo, épica sinfónica, fabulosos solos de guitarra, atractivos paisajes instrumentales, melodías intrincadas con fondo de blues pesado y la poderosa voz de Ana sobrevolando el invento con una energía y una pasión a prueba de bombas.
Y aunque los años, la artritis y otros achaques pasen factura, Tarántula tiene intención de seguir tejiendo sus redes. “La dana se llevó por delante nuestro local de ensayo pero en cuanto lo arreglemos volveremos a ensayar. Con estas edades ya estamos de vuelta de todo, así que no vamos a renunciar a juntarnos para hacer lo que más nos gusta y dar dos o tres actuaciones al año. De hecho vamos a hacer otro disco, aunque por ahora está en estado embrionario”, desvela Masiá, que adelanta que podría ser una obra conceptual basada en una famosísima figura histórica del siglo XV.
Tarántula está viviendo una tercera juventud y están pletóricos de ganas y de ilusión. No esperan nada de la vida excepto que les dure lo máximo posible para poder seguir disfrutando. Un pensamiento que podríamos aplicarnos todos, y especialmente, aquellos músicos que con la mitad de años están pensando en arrojar la toalla.
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