Llámame Pepa

Cuando tenía poco más de treinta años, Pepa Flores, le dijo adiós a todo. Bueno, a todo no: se quedó con la dignidad.

Pepa Flores en "Los días del pasado"

Pepa Flores en "Los días del pasado" / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

València

 Nunca veo la ceremonia televisiva de los Premios Goya. Bueno, creo que una vez, hace muchísimos años. Me abruman su interminable duración, la voluptuosa y ahuecada ropería encarando la famosa alfombra roja, los papelitos con las dedicatorias que, puestas todas juntas, ocuparían más páginas que las mil y pico que tiene Lo que el viento se llevó. Este año quise romper la tradición. Tenía curiosidad por conocer algunos premios en distintos apartados, entre ellos el de la considerada mejor película. Al día siguiente leí los resultados en la prensa y no había acertado en casi ninguna de mis cavilaciones. Digo que los leí al día siguiente porque al poco rato de iniciada la ceremonia ya estaba a punto de explotar. ¡Es que si premian algo que ha sido obra de siete, suben los siete y sacan cada uno su puto papelito de agradecimiento! Eso no hay dios que lo aguante.

Marisol. Llámame Pepa

Marisol. Llámame Pepa / Levante-EMV

Así que hice lo que ya tenía pensado desde la mañana: volver a ver después de treinta o cuarenta veces Los días del pasado, la magistral película de Mario Camus sobre el maquis interpretada por Marisol y Antonio Gades. Que por qué esa decisión. Pues muy sencillo: unos días antes había visto el documental Marisol. Llámame Pepa, con guión y dirección de Blanca Torres. Era uno de los seleccionados para recibir un Goya. No tuvo suerte. Es un largo recorrido por la vida y la obra de Pepa Flores, el nombre auténtico de la actriz y cantante malagueña. El regreso a sus raíces. El blanco y negro de la España del NO-DO, las chabolas y casas de pobre en las periferias de las ciudades grandes. De ahí saldría la niña prodigio que el franquismo utilizará para convencernos de que ser de familia rica o pobre no influye para tener éxito en la vida. Menuda trola. Lo dice ella misma en el documental: recuperar el orgullo de clase. Abandonar la ficción de Marisol para convertirse en Pepa Flores. A la mierda los focos que sólo iluminaban la parte bonita de una vida a la que le habían borrado el alma con una crueldad que, como todo en la dictadura, se salía de lo humano.

Cuando tenía poco más de treinta años le dijo adiós a todo. Bueno, a todo no: se quedó con la dignidad. Y también con un total convencimiento: mantener eso, la dignidad, no resulta fácil cuando estás en el centro y alrededor sólo escuchas el ruido ensordecedor de las tormentas. Para ella, las tormentas tenían el amargo sabor de los insultos y las amenazas: no le perdonaban que hubiera roto con lo que durante tantos años habían dispuesto para ella quienes se sienten con todo el poder en las manos. Y eso que entonces no existían las redes.

Pepa Flores en "Los días del pasado"

Pepa Flores en "Los días del pasado" / Levante-EMV

Se despidió de la música con dos discos sublimes: Galería de perpetuas y Clima. Dos obras maestras que nada tenían que ver con lo de antes. Saber que las canciones de Clima son de mi querido Luis Eduardo Aute me lo acerca aún más y dura, esa cercanía, desde aquellos primeros años ochenta del pasado siglo en que el disco salió a la luz. En el cine no tuvo la misma suerte. Tampoco en el que nada tenía que ver con el que hiciera en su infancia y adolescencia. Pero no importa. Y no importa porque nos queda Los días del pasado. Una bellísima historia de amor y al fondo la resistencia de la guerrilla antifascista por los montes de Cantabria. El frío que en la casa hacía crujir los muebles y los huesos, la húmeda superficie de los prados al otro lado del puente sobre el río Argoza, los reflejos de la lluvia abrillantando las oscuras noches invernales, ese bar donde en una escena de la película comían amigablemente Marisol, que hacía de maestra de escuela, y Manuel Alexandre, que con su bicicleta y su gabardina con manchas de humedad ejercía de inspector de enseñanza. Sí, ese mismo bar en el que tantos años después tuve la dicha de comer un día con mis amigos cántabros Mariano, Tino y Agustín en Bárcena Mayor, el pequeño y hermoso pueblo donde se rodaron muchas escenas de la película.

"Los dias del pasado"

En la noche última de los Goya ese fue mi premio. Regresar a una historia que me sigue fascinando en su amargura profunda, pero también porque hay sueños que seguirán donde siempre, sin convertirse en humo o en nada o en traiciones. Si me dieran a elegir entre todas las películas que he visto en mi vida, seguramente me quedaría con Los días del pasado. Hay bastantes más donde escoger, pero esa sería la primera. No conocí a Pepa Flores. Una noche de hace tres o cuatro siglos estaba yo de charreta con Javier Krahe poco antes de uno de sus conciertos en los bajos del madrileño Teatro Español. Y creo que la vi con un grupo de gente un poco más allá. Pero no sé. Igual fue cosa de la imaginación. Lo que no es fruto de mi imaginación es que ella había leído mi novela Maquis cuando salió en 1997. Y que le había encantado. También sé que Massimo Stecchini, su compañero de tantos años, fue una persona de las que entran pocas en una docena. Más buena, imposible.

Mejor que los Goya fue el regreso a los montes de Cantabria una vez más. Si ustedes no han visto esa película, ya tardan en buscarla. Y claro, no se olviden del documental, ¿vale? Ya saben: Marisol. Llámame Pepa. Orgullo de clase…

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