Anna Netrebko. Inolvidable

En absoluto defraudó una de las grandes citas de la temporada musical valenciana. La soprano Anna Netrebko, acaso la reina-diosa de la lírica de las últimas décadas, colmó las mayores expectativas en su debut en València, ante un Palau de Les Arts abarrotado de un público que acudió en masa a disfrutar de la diva y su canto sin parangón en estos tiempos de fractura. Llegó por derecho, con un recital largo, sustancioso, diverso y plagado de retos. Ajeno a tonterías y demagogias, que contó con la colaboración invitada de la mezzosoprano también rusa Elena Maximova, figura bien apreciada en el Palau de Les Arts, donde ya protagonizó óperas como Carmen (con Zubin Mehta, en 2010) y Dama de picas (en 2023, dirigida por Gaffigan), además del Requiem de Verdi, en 2008, con Maazel.

Solo una artista total como la Netrebko puede salir airosa del reto de conjugar y surcar en una misma tarde músicas de Bellini y Strauss; de Chaikovski y Delibes; de Rajmáninov o Cilea. De Giulietta a Ariadne; de Adriana a Nedda, Natasha o Lakmé, ópera en cuyo célebre “Dúo de las flores” encontró la complicidad perfecta de la mezzo Elena Maximova. A la excelencia sin fisuras de recital tan único contribuyó el teclado, virtuoso, implicado e inspirador de Pavel Nebolsin, él mismo protagonista en solitario de versiones de alta factura pianística de la Fantasía-impromptu del belcantista Chopin, y Étincelles, de Moszkowski.

Desde que irrumpe en escena se siente la plenitud de la Netrebko. A sus 53 años, radiante, y con muchísimos menos kilos, vestida de diosa por Dios sabe qué estilizado modista, recorre el escenario de extremo a extremo, tan cercana al público como a la música. Todo con la naturalidad de quien anda por casa, como quien canturrea una cancioncilla en la ducha. En esa apariencia tan natural, muta su voz portentosa para ajustarla a las exigencias de un programa de tantos requerimientos técnicos y estilísticos. Proyectada como un cañón a lo Nilsson, pero también en un susurro a lo Victoria o la pasión de Jessye Norman.

Tiene una vocalidad ideal, amplia, generosa y siempre homogénea, que jamás pierde color ni brillo

Mantiene las coloraturas y agilidades de sus comienzos, que hoy combina con un registro que se mueve a sus anchas en el repertorio más lírico y hasta spinto. Una vocalidad ideal, amplia, generosa y siempre homogénea, que jamás pierde color ni brillo, y mantiene la cualidad de un fraseo cantabile que en el Palau de Les Arts sirve con similar tino el repertorio puramente belcantista, los papeles más pesados de Strauss, o el verismo de Cilea y Leoncavallo. En su manera de cantar y decir, habitan el fiato y pianísimos de Caballé, la fuerza escénica de la Callas, la suprema exquisitez de Victoria, la fascinación de la dicción de Schwarzkopf, la carnosidad de Flagstad…

Lejos de cualquier alarde o exhibición, la Netrebko se adentró en la entraña de música y textos para recorrer su fascinante y bien planificado viaje vocal en cuatro recaladas: “En el bosque”, “Junto al río”, “En el palacio”, “Junto a la venta”. Brilló como en sus primeros tiempos belcantistas en Capuletos y Montescos; cortó el aliento con un memorable “Es Gibt ein Reich” de Ariadne auf Naxos y se metió en la piel de Nedda en un “Stridono Lassù” de Pagliacci que llevó al límite inquietudes y sueños. El público se dejó la piel de las manos y la garganta entre aplausos y bravos. A tanto fervor respondió con el regalo único de la popular canción de Tosti Non ti scordar di me. Inolvidable.  

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