Crítica de música
“¡Qué maravilla!”
RECITAL GRÍGORI SOKOLOV (piano). Programa: Obras de Byrd y Brahms. Lugar: València, Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: 1.790 espectadores (lleno). Fecha: sábado, 22 febrero 2025.

Sokolov, durante el concierto en el Palau de la Música. / Live Music Valencia
Le salió del alma. Cuando Grígori Sokolov, dios del piano, acabó en el más subyugador silencio los últimos compases de la Segunda balada opus 10 de Brahms, un espectador rompió la quietud impuesta por la magia del Arte y su mejor servidor. “¡Qué maravilla!”, exclamó el vecino de butaca. Fue una aclamación silenciosa, íntima. Como dicha para sí mismo, salida del ánimo más que de la razón. Quizá este suspiro sea el reflejo más fiel de lo que estaba pasando y pasó durante esta nueva visita de Sokolov al Palau de la Música.
Sobre la admiración de su pianismo absoluto, perfecto, rayano en lo infalible; más allá del disfrute intelectual y estético sobre la interpretación y sus infinitas posibilidades, incluso por encima de la belleza, el pianista ruso impone la magia del arte como inductor de sensaciones. Como siempre, fue un recital nuevo e irrepetible. Con el mismo boato y protocolos que año tras año se repite en la peregrinación anual del coloso del teclado al Palau de la Música. Una vez más, la sala en tinieblas -a lo Richter-; de nuevo, sus entradas y salidas a escena como un autómata (ahora ya más lentamente: los años no pasan en balde ni siquiera para los dioses); y el mismo rigor y respeto sagrado a la música, al pentagrama, al compositor y su legado.
En esta ocasión, con la novedad inesperada de una primera parte enteramente dedicada al compositor renacentista inglés William Byrd, figura de la música europea de los siglos XVI y XVII, y que, evidentemente, jamás soñó lo que era un piano. Menos aún cómo podría sonar su música para teclado, y menos en manos de un artista del virtuosismo y expresividad de Sokolov. Es fácil imaginar a Byrd admirado y más pasmado que el rey de Torrente Ballester ante sus recreaciones visionarias, plenas de registros y matices inverosímiles. Desde el universo revolucionario del piano, Sokolov recreó las viejas pavanas, variaciones, gallardas, fantasías para virginal sin descuidar su vena contrapuntística ni sus ancestros gregorianos y cortesanos.

Sokolov durante el concierto. / Live Music Valencia
Versiones singulares y tan “maravillosas” como el Brahma de la segunda parte, que reunía dos conjuntos tan disímiles como las Cuatro baladas opus 10 y las Dos rapsodias opus 79. El crítico tiene que reconocer su incapacidad para describir lo que Sokolov hizo con las baladas. Escuchar para creer. No hay palabras. Sensaciones, estados de ánimo. Pura magia, pura verdad. “Maravilla”, como dijo el espectador cercano. Luego, el sortilegio se prolongó en la “tercera parte” del recital. La de siempre. La de la tanda de seis bises, cerrada con el milagro del primer preludio de El clave bien temperado de Bach en la versión de Siloti. Guilels y la gloria del piano revivieron en la Sala Iturbi desde las manos y el corazón de quien hoy es -no lo duden- el dios del piano.
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