Entrevista | Higinio Marín Rector de la UCH-CEU que publica el libro ‘Filosofía breve de la vida’
Higinio Marín: "En la política ya no hay convicciones, ni carácter, solo táctica de la mala"
El rector de la UCH-CEU se ha regalado un nuevo libro para celebrar sus sesenta recién cumplidos, unos escritos de «un filósofo a mano alzada», o sea, alejados de un tratado académico, y repleto de verbos de vida, entre nacer y morir. Una travesía de capítulos breves donde con la excusa de la entrada verbal, el profesor de Antropología Filosófica expone una auténtica guía del sentido común, sin descuidar esa doctrina humanista que destila todo su pensamiento.

Higinio Marín Pedreño (1965), en el Rectorado de la Universidad CEU Cardenal Herrera. / M. Á. Montesinos

El libro deja claro que la vida es verbo y no sustantivo, aunque estamos en la era del adjetivo.
De los verbos son los adverbios, que enriquecen la vida. Se puede trabajar alegremente, fanáticamente...
Entre nacer y morir, usa cincuenta etapas verbales.
No doy el índice por cerrado. Aspiro a que ese libro crezca, que tenga una segunda edición con otros tantos verbos.
¿Por qué ahora y así?
Si uno es rector, pero se dedica a la filosofía, necesita sacar un tiempo que es escaso. Es un libro que invita a hacer lecturas pausadas, interrumpida...
Y alternadas.
Cada capítulo es limítrofe con otros. Es normal que por las circunstancias de cada lector uno empiece a leer una cosa, a otra o lo que fuera. He escrito como los arquitectos hacen planos, a mano alzada.
¿Para ser un humanista hay que leer mucho, mientras un populista se recrea en su ignorancia?
Hay mucho populismo que surge de su carácter disruptivo, anómalo; pero es una variante de la corrección política. Entre otras cosas porque le da a las palabras un cierto valor mágico, en el libro se explica.
Sí, cuando dice que las cosas producen lo que significan.
El sentido común de la sociedad democrática está cuarteado porque las visiones de la vida y de lo razonable están en discusión. Eso hace incomunicables los ámbitos de la corrección política.
El disenso es bueno, ¿no?
El disenso es bueno si es conversacional.
No hay acuerdo sin disenso.
Evidentemente. Porque aunque se esté discutiendo de lo que se discrepa, se afirma al mismo tiempo la comunicabilidad de los puntos de vista y su carácter alternativo.
Nuestra vida cotidiana está repleta de acuerdos.
Sí, pero en el ambiente político-cultural, no.
¿Por qué?
Encontramos entornos de sentido común incomunicables, como entre los manifiestos durante los premios de Goya y los que movilizan las tractoradas. Y están hablando de cosas bastante parecidas. Que pase entre la industria del cine y la de la agroalimentación todavía es posible. ¿Qué pasa entre las derechas y las izquierdas? Eso ya es un problema de viabilidad de los sistemas políticos. Porque si no hay comunicación, la victoria y la discusión se hacen pendencieras.
¿Vamos a peor?
Hemos sustituido un cierto sentido común que nos permitía discrepar por marcos de corrección política que nos vuelven incomunicables.
En los setenta fue posible el acuerdo entre distintos.
En los setenta se juntaba la necesidad y la virtud. En esta casa estimamos mucho la Transición, porque buena parte del espíritu de los gobiernos de Suárez surgió de esta institución. Por eso, me parece una calamidad histórica la pretensión de enterrar el ‘Régimen del 78’. Es una pura irresponsabilidad.
«El sentido común está cuarteado y eso hace incomunicables los ámbitos de la corrección política»
¿Producto del narcisismo?
Sí, de un narcisismo pretendidamente juvenil, donde para hacer una cosa buena, se tiene que cancelar lo anterior.
¿Eso tiene que ver con la crisis de la democracia cristiana y la socialdemocracia?
El espíritu de ambas posiciones son también las fundacionales de la Unión Europea. Ideas que se han perdido y ahora a esos partidos les faltan personajes de altura.
Salían habitualmente de las universidades.
Lo malo es que ahora salen de los aparatos de los partidos. En unos casos por designación digital, en otros casos por elección de la militancia. Ese es una de las claves que tendríamos que reconsiderar, pues no hemos conseguido aupar a la gente que nos hacía falta en los momentos históricos.
La entrada ‘gobernar’ de libro incluye varios palos.
Hay ribetes políticos en otros artículos. No sé, en el de ‘escuchar’ que empieza diciendo, ¿por qué la gente no escucha?
Hubo un momento que los gobernantes buscaban filósofos.
Ahora son expertos en poca comunicación. Es un factor relevante en el análisis de las democracias contemporáneas, porque en nuestros políticos ya no digo que no haya convicciones, es que no hay carácter. Hay táctica y además de la mala.
La familia como estructura social, no como estructura biológica, pasea por el libro.
Sí, mi espacio vital más denso es mi familia. Tengo amigos que me dicen que ellos tienen por más perdurables las relaciones de amistad que las de familia. Entiendo que eso depende del curso biográfico de la gente.
¿Una reivindicación contra lo ‘woke’?
Puede haber más de una familia, pero otra cosa es el concepto de lo ‘woke’ como una tendencia para destruir todo el entorno. Hay que ser ecologista, feminista, pro-trans, no sé qué... Se ha batallado poco lo ‘woke’.
Empiece.
Lo ‘woke’ tiene derivaciones muy desestructurantes de la convivencia. Lo que le ha pasado a esa actriz [Karla Sofía Gascón]... ¿Quién no ha dicho una tontería? Lo que pasa es que en las redes ahora las tonterías se quedan ahí.
El libro mantiene un tono alegre.
Es una celebración que quiere sobrevivir a las heridas de la vida y la muerte. Lo que llamamos la polarización, en el fondo es una especie de fragmentación. ¿Cuándo es la última vez que hemos visto a dos políticos en el Parlamento español darse el uno la razón al otro de posiciones discrepantes?
¿Qué culpa tienen los medios?
Está bien que los medios tengan su línea editorial, pero que sepa los argumentos y los columnistas por esa ubicación, me parece una traición a la aspiración a ser ecuánime. Tiene que haber unos ciertos criterios de objetividad periodística y judicial. Son dos elementos estructurales que modulan y controlan al poder político. Uno con un carácter formal como un poder del Estado y el otro con un carácter informal. Sin medios ecuánimes estamos perdidos.
«No hemos elegido a la gente que nos hacía falta en los momentos históricos» «El concepto de lo ‘woke’ tiene derivaciones muy desestructurantes de la convivencia»
¿El papel de las universidades?
Las universidades en España han cumplido la misión histórica de ampliar la igualdad de oportunidades y el acceso general a los estudios superiores, pero todas las virtudes llevan su defecto. Hemos convertido los estudios universitarios en un servicio de cercanía.
¿Una universidad por provincia, como mínimo?
El sistema necesita corrección. El desplazamiento forma parte de la formación universitaria, hasta el punto de que nos hemos tenido que autodosificar con los sistemas de movilidad. A eso se sobrepone otra cuestión. La universidad se ha convertido en el último tramo de la formación profesional.
¿Qué correcciones?
Que la universidad tenga en cuenta las demandas del sistema productivo, también con carácter regional o local, forma parte de lo razonable. Pero querer imponer ese punto de vista es una deformación enorme. La universidad es un sitio donde hay que perder el tiempo.
¿Eso cuesta mucho dinero?
Para el sistema público no cuesta más dinero del que ya hay, porque ya dispone de tiempo. En el sistema privado sí, y mi institución lo entiende, pero otras no. Me refiero a que hay que tener tiempo libre para estudiar. La universidad es un sitio donde hay que conseguir una síntesis proporcionada entre la inutilidad de los que están estudiando e investigando cosas a las que no se les ven salida y la rentabilidad social de que eso genera grandes avances y grandes innovaciones.
¿Cómo se encuentra Higinio Marín en ese escenario?
Mi único consuelo es que he hecho público siempre cuál era mi opinión. Tengo un punto de vista muy crítico sobre el devenir, la estructura y los criterios de gobierno que hay en las universidades públicas y privadas.
Entre nacer y morir, ¿hay brevedad?
Con la brevedad quería avisar que no se trata de un tratado de filosofía académica, que es un libro escrito por un filósofo a mano alzada.
El final del libro es la carta de un académico dirigido a sus discípulos y amigos cuando sabía que su final estaba próximo.
Me parece una buena compañía saber que al final te vas a acordar de las personas a las que quieres, de los momentos felices... Y que lo otro tiene una importancia secundaria, ¿no?
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