Tardes de soledad: La vida no vale nada

Albert Serra describe en 'Tardes de soledad' el vértigo primordial de la emoción del toreo, el laberinto lujurioso del miedo que logra sistemáticamente lo más efectivo de la cinta: conmocionar al público

Roca Rey tras sufrir una dramática cogida en Santander que pudo acabar con su vida

Roca Rey tras sufrir una dramática cogida en Santander que pudo acabar con su vida / Levante-EMV

Jaime Roch

Jaime Roch

València

"Esto que has hecho hoy no está al alcance de nadie y causa envidia a los mediocres", es una frase de Roberto Domínguez, el que fuera su apoderado. En primer plano está Andrés Roca Rey, sentado, con la cara inflada y con un pijama de hospital tras sufrir una dramática cogida en Santander que pudo acabar con su vida. Mientras se pone hielo en el pecho, tiene la mirada como ausente y sigue sin creerse cómo no le ha pasado nada: "¿Me has perdonado la vida, verdad?", le pregunta al toro al final de la faena. "La vida no vale nada", le espeta su cuadrilla en referencia a la ranchera Camino de Guanajuato, una de las más emblemáticas del cantautor mexicano José Alfredo Jiménez.

En la más estricta intimidad

Esta es una de las escenas de 'Tardes de soledad', la película que retrata el ámbito doméstico de un torero en la más estricta intimidad, la sobrecogedora vida casi revolucionaria de Roca Rey, el torero peruano que arrebata las masas hoy en día.

Para ello, Albert Serra usa la fórmula de traspasar el toreo de sí mismo, de sus propios bagajes culturales y lo reactiva sinfónicamente en la sociedad, como primera medida de triunfo de la cinta ganadora del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Lo logra, además, con una serie de acordes léxicos y sintácticos, oriundos del argot taurino a través de su cuadrilla con Antonio Chacón y Viruta como puntales de una opulencia verbal a cada segundo para reforzar el ánimo del matador.

"Acuérdate de Cartagena", le revive Chacón tras otra fuerte cogida en Las Ventas, en referencia a las Indias, en Colombia, donde pasaron una Nochevieja juntos. Así que la poderosa poética de Roca Rey como torero pasa a convertirse en un insustituible hilo conductor, ya no de la técnica narrativa, sino de toda una fascinante sensibilidad creadora para el resto de los mortales. Porque en cada escena hay una bifurcación hacia lo extraordinario que arranca de la más aparente ordinaria realidad: un hombre solo frente a un toro. De ahí su título, 'Tardes de soledad'.

‘Tardes de soledad’, el documental sobre la tauromaquia que compite por la Concha de Oro en San Sebastián

Video: Agencia Atlas / Foto: EP

La emoción del toreo

Y es aquí es cuando el cineasta catalán describe el vértigo primordial de la emoción del toreo, el laberinto lujurioso del miedo que logra sistemáticamente lo más efectivo de la cinta, la maestría expresiva sin apenas guion ni palabras para conmocionar al público.

La cinta revaloriza el mundo del toro descrito, lo eleva a un rango superior gracias a la transparencia del torero y el impacto que produce ver a un joven de 28 años situarse a más allá de la vida. Porque el registro de una realidad tan brutal en el cine solo podía articularse provechosamente a través de un escenario como una plaza de toros, con ese fondo de realidad y con ese código de verdad.

En definitiva, 'Tardes de soledad' supone un planteamiento mucho más operativo que cualquier película de toros con todo su boato alrededor porque lo que aquí se vive no es una réplica fidelísima de la tauromaquia, sino que es la pura realidad taurina. Eso es verdaderamente lo maravilloso, lo más efectivo que puede converger en un punto preciso en la mente del espectador.

No voy a entrar en mayores detalles, pero si me interesa hacer hincapié en la libertad de un hombre para jugarse la vida, porque es ahí donde habría que situar la grandeza de la película, el sistema expresivo total, absolutamente decisorio, categórico, que la hace mágica. Vayan a verla.

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