Periodismo | Raúl Rodríguez Ferrándiz Semiólogo

“La libertad de mentir y de insultar no es libertad en sentido cívico”

Raúl Rodríguez Ferrándiz publica ‘Desinformación y poder. Alquimias de la persuasión’ en Aldea Global, una colección de las editoriales de la Universitat Autònoma de Barcelona, de la Universitat Jaume I de Castelló, de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) y de la Universitat de València. El catedrático de Semiótica de la Comunicación de Masas en la Universidad de Alicante revisa el famoso lema «Información es poder» es su libro, Premio València 2023, ahora en su versión en castellano.

Raúl Rodríguez Ferrándiz

Raúl Rodríguez Ferrándiz / L-EMV

Joan-Carles Martí

Joan-Carles Martí

València

¿La desinformación es poder?

Cuando hay sobreinformación, múltiples fuentes y filtraciones ya no podemos apelar a la información como algo exclusivo, que nos da poder sobre los demás. Que los inmigrantes haitianos de Springfield (Ohio) se comían los perros y gatos de sus vecinos era mentira, pero sirvió a los fines de una campaña racista, que sintonizó con un malestar real, lo encauzó hacia un colectivo vulnerable y aupó a un candidato que ahora se dedica a deportar inmigrantes.

Umberto Eco ya nos alertó que los signos están hechos para mentir.

Bueno, lo que dijo Eco es que los signos, que representan algo que no está presente, son tanto más competentes como artefactos cuanto más son capaces de convencernos de que es real lo que no lo es. Pero eso no quiere decir que todos los signos deban demostrar su competencia de esa manera. No toleraríamos que las señales de tráfico fueran engañosas, porque sería un caos circulatorio. Pues con la información pasa un poco lo mismo. Por cierto, Eco también describió con perspicacia la "máquina del fango" y habló del "urfascismo", o el fascismo eterno. Leerlo ahora es de una actualidad escalofriante.

Portada del libro.

Portada del libro. / L-EMV

Trump apuntó maneras en su primer mandato. ¿Alguna explicación de sus casi 80 millones de votos ahora?

Me sorprendió la contundencia. El gran politólogo David Runciman decía que las democracias pueden seguir funcionando formalmente mientras sus instituciones se vacían de contenido. Entre ellas están los gobiernos, los parlamentos, la justicia, y también los medios de comunicación.

Bulos y regulación

Antes que Eco, Orson Welles hizo el primer espectáculo ‘fake’ de la historia del periodismo. ¿No hemos aprendido mucho, no?

La credulidad es una vía franca para la desinformación, como pasaba con el ataque alienígena de Welles. Pero tan malo o peor que creerse lo que es falso es desconfiar tanto, por sistema, que no creemos lo que sí es digno de crédito. Y luego está lo que ya no es cuestión de creencia o incredulidad, sino de partidismo que le trae al pairo la relación con los hechos: lo apoyaré si rema en mi dirección. Por ese camino derivamos del sano escepticismo al cinismo. Son los efectos de la polarización y de ese caldo epistemológico en el que nos cocemos que se llama posverdad.

Las redes amplifican los bulos. ¿Partidario de su regulación?

La regulación y la autorregulación ya existían. Lo que ha llegado ahora es la desregulación. Las redes tenían acuerdos con fact-checkers que alertaban sobre noticias potencialmente falsas o discursos del odio. Musk en X y Zuckerberg en Facebook e Instagram dicen ahora que eso atenta contra la libertad de expresión. Pero la libertad de mentir y de insultar no es libertad en sentido cívico, como tampoco lo era la libertad de tomarse unas cañas en plena pandemia. Eso era irresponsabilidad. Mienten quienes dicen que los aguafiestas woke vinieron a estropear una libertad irrestricta, y siguen mintiendo cuando ahora dicen que la red es por fin el paraíso del free speech: ¿o es que los amos de los algoritmos no ejercen una función editorial y regulan el tráfico de sus redes dando visibilidad a unos discursos y no a otros?

¿Y del anteproyecto de ley para crear un registro de medios?

Ese anteproyecto es la transposición de una normativa europea, la Ley de Medios Digitales. A cualquier medio de comunicación serio que ingresa por suscripción y por publicidad transparente le debería interesar que se regule la actividad de quien compite con él con otras armas. Que las fake news que se hacen desde un móvil y sin periodistas estén monetizadas (incluso financiadas por publicidad institucional y subvencionadas por fondos públicos) no solo afecta a la calidad democrática, sino al mercado de la información.

"Chomsky se quejaba en los 80 de la «manufactura del consenso. Ahora podríamos hablar de una «manufactura del disenso»"

Raúl Rodríguez Ferrándiz

— Autor de 'Desinformación y poder'

Ha introducido una coda sobre la dana y la demagogia de "solo el pueblo salva al pueblo".

El lema "Solo el pueblo salva al pueblo" parecía expresar una frustración y una impotencia ciudadana y apelar a la solidaridad, pero escondía también una proclama muy inquietante y decididamente antipolítica. Voto cada vez que soy convocado y pago mis impuestos, y por ello reclamo la atención y los servicios de las administraciones públicas y exijo las responsabilidades que se derivan de su incompetencia. Y por decirlo todo: también de su incompetencia y de su malicia informativas.

El rey Felipe VI advirtió en Paiporta: "No os creáis todo lo que se publica, porque hay mucha intoxicación?

El diagnóstico me parece acertado en general: que la (des)información está en el centro mismo de la lucha por el poder en un régimen democrático. Pero la Corona poco puede, ni debe, hacer al respecto.

Menciona a los 'Musk locales'.

Los influencers que acudieron a Valencia como moscas a la miel hicieron "periodismo ciudadano", eso que Musk defiende en su red, frente al periodismo de los profesionales. En su país eran haitianos comiéndose a mascotas, y aquí eran setecientos tickets sin validar de un parking (que no los expedía) y presas de Franco desmanteladas (que no lo fueron).

¿Hay futuro para el qué, cómo, dónde, cuándo y quién?

Cuanto más denostada está la profesión periodística (las encuestas hablan de una evitación selectiva de noticias generalizada y de una desconfianza hacia ellas, sobre todo las que nos encontramos en redes sociales) más necesario me parece dignificarla, ponerla en valor, enseñarla bien y remunerarla.

En el libro explica que el único antídoto eficaz contra la desinformación es la educación y la cultura.

No el único, pero uno de los fundamentales. No hay una alfabetización mediática en el currículo de primaria ni de secundaria, cuando los escolares se pasan delante de las pantallas de sus móviles buena parte del día

¿Alquimias contra la desinformación?

No hay alquimias contra la desinformación, me parece que la lucha contra ella he de ser todo lo racional y pedagógica que se pueda. Pero tampoco hay fórmulas químicas contra ella, me parece. Entre la alquimia y la química hay una esfera pública racional, donde las verdades no son ni las reveladas ni las científicas, sino las que surgen del consenso. Pero la desinformación tiende al disenso. Chomsky se quejaba en los ochenta de la "manufactura del consenso", no sé si ahora podríamos hablar de una "manufactura del disenso".

Concluye con "Entre DANA y MAGA, la DAMA (la desinformación) GANA. ¿Apocalíptico?

Sí, me temo que mucho más y en más aspectos que integrado, por emplear la célebre dicotomía de Eco. Pero también hay que entender que aquellos días (noviembre de 2024) fueron desoladores.

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