Crítica

Niños no tan vieneses, no tan rubitos

Niños Cantores Viena, en una imagen promocional.

Niños Cantores Viena, en una imagen promocional. / Levante-EMV

Justo Romero

Justo Romero

València

NIÑOS CANTORES DE VIENA.Director: Andy Icochea Icochea. Pro­gra­ma: Obras de Strauss II, Schumann, Brahms, Mendelssohn-Bartholdy, Schubert, Rheinberger, Bertolini, Thoma, Iradier, Sherman, Menken y Josef Strauss. Lugar: Valencia, Palau de la Música (Sala Iturbi). Entra­da: Alre­de­dor de 1.300 espectadores. Fe­cha: 12 marzo 2025.

Volvieron los Niños Cantores de Viena a València con el “showman” de turno como director y presentador. En esta ocasión, ha sido el director de orquesta peruano Andy Icochea Icochea (1973), quien micrófono en mano amenizó el concierto con una verborrea más propia de circo de feria que de una sala de conciertos.

La cosa funciona, no por la verborrea del maestro ni por la gracietas de los niños, sino por la calidad intrínseca de sus voces y el buen oficio -tanto al piano como dirigiendo las voces- del maestro, quien demuestra tanto desparpajo y verbo con la palabra como ante el pentagrama.

El público, que no llegó a completar el aforo del Palau de la Música, se lo pasó pipa y hasta tocó las palmas en la propina inevitable de una Marcha Radetzky bajo la guía clara y simpática de uno de los niños cantores. En fin, un éxito. Y todos contentos.

Los “Niños” más famosos del mundillo musical ya no son lo que eran. En su conjunto, siguen cantado estupendamente (aunque no sus voces solistas, como ya se evidenció desde el primer instante, en un Vals del Emperador cantado con timidez nerviosa y vocecita apurada). Ellos son depositarios de una tradición multicentenaria -existen, como tales, desde 1498- que se escucha en cada nota, aunque sus “angelitos rubios” de antaño son ahora clara minoría, y sus voces y fisonomías se han enriquecido con nuevos infantes procedentes de banderas tan diversas como Corea del Sur, China, Cuba, Ucrania o República Checa. Todos fueron presentados uno a uno por el showman, así en plan Eurovisión. Los aplausos arreciaron cuando nombró al niño ucraniano. Por razones obvias y obviamente no musicales.

El programa era muy diferente al ofrecido en marzo de 2020 en el Palacio de Congresos, entonces dirigido por otro showman del mismo corte, el italiano Manolo Cagnin. Uno y otro -Icochea y Cagnin- mezcla de Richard Clayderman y André Rieu.

El programa era un batiburrillo para todos los públicos, desde el Erlkönig de Schubert al Chim Cher-ee de Mary Poppins. Schumann, Brahms y Mendelssohn-Bartholdy frente a La paloma de Iradier, polcas rápidas y ¡claro! el Danubio azul. Todo bonito, bien hecho y cantado. En fin… ¡estamos en Fallas!

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