Las fallas de Mazón

El president apareció en el balcón del Ayuntamiento la última noche: con nocturnidad y alevosía, como un delincuente que se camufla a la desesperada entre las sombras.

Reaparición de Mazón la Nit de la Cremà

Reaparición de Mazón la Nit de la Cremà / Levante-EMV

Alfons Cervera

Alfons Cervera

València

No pudo el pobre presumir de balcón fallero en la fiesta grande de València. Ni una mascletà luciendo palmito entre los fervorosos efluvios de la traca: pañuelo al cuello, blusón holgado, sonrisa profidén, esa manera suya de hablar a trompicones, como si tuviera un tanque en la boca. Desde hace casi cinco meses Mazón está desaparecido. Bueno, en el lenguaje del PP «desaparecido» y «reconstrucción" son lo mismo. Los servicios de inteligencia del partido habían decidido la estrategia fallera: el presidente no puede disfrutar de la fiesta, en el balcón del Ayuntamiento ni en ningún otro sitio, porque está dedicado a la reconstrucción. En cuerpo y alma, el «noqueado» excantante, ahijado por Zaplana en sus poéticos tiempos de vino y rosas por las tierras del Sur, andaba -según la agenda del Palau- dejándose la piel en la inmensa, inabarcable tarea de dejar las terribles huellas de la Dana más limpias que los chorros del oro.

Desde el balcón del Ayuntamiento de valència

Desde el balcón del Ayuntamiento de valència / Levante-EMV

Me lo imagino todas las Fallas sentado a mediodía en el sofá. Mira y remira las fotos del año pasado con Núñez Feijóo en una mascletá. El síndrome de las piernas inquietas dando golpecitos nerviosos en la alfombra. La tele a toda mecha en modo sensurround para no perder la ilusión de que, aunque sea a escondidas, sigue siendo el honorable president de la Generalitat. Ya ha puesto en hora, para que no lo enchirone la Justicia, los relojes de su llegada al Centro de Emergencias el día del horror (¡que se joda Salomé Pradas!), el temple de ese cinismo sin límites que lleva anudado al cuello de una indignidad igualmente ilimitada, como esa luz que le arranca Ovidi con su voz de agua profunda a uno de los poemas de Andrés Estellés que más quiero. Estos días hace precisamente treinta años que se nos fue no sólo un artista grande sino también una de las mejores personas que he conocido nunca. Recuerdo aquel día en Alcoi, la lluvia en mi memoria, el dolor que agujereaba la tierra como un insomnio insoportable en medio de la madrugada. Qué sabrá Mazón de esa memoria, de la lluvia que como escribía Borges siempre sucede en el pasado y cada cual tenemos la nuestra para que no se nos reseque como un higo en verano la conciencia, que sabrá él de la diferencia incalculable que existe entre decir la verdad y mentir como bellacos.

Fue invisible Mazón en las fiestas que acabaron el miércoles. Sólo apareció en el balcón del Ayuntamiento la última noche: con nocturnidad y alevosía, como un delincuente que se camufla a la desesperada entre las sombras. Durante las semanas falleras no estaba reconstruyendo nada, sino huyendo de las víctimas que dejó la barrancada aquel fatídico 29 de octubre, del dolor de quienes sobrevivieron, de lo que ha quedado de aquella tragedia en el alma de las casas. Veo las imágenes de hace unos días donde aparece en la entrega del Premio Azorín de Novela en Alicante a la ganadora Rosario Raro y siento una compasión infinita por la dignidad de un oficio que es el mío y que el llamado honorable, como una broma de mal gusto, llena de suciedad moral con su presencia. 

Cada día que pasa desde aquellos finales de octubre sigue siendo una lucha política y civil para que se vaya, para que deje de inflarnos a mentiras, para que la verdad no sea en sus manos un trapo arrugado lleno de agujeros por los que se escurre insolentemente la decencia.

Sexta marcha

Ya se anuncia la sexta marcha por las calles de València para exigir su dimisión. Ese sábado, 29 de marzo, se cumplen cinco meses justos de la torrentera. Regresarán las pancartas, el grito y la rabia, la memoria triste de lo que perdimos aquel día. Llueva, truene o caigan chuzos de punta ahí estaremos, de guardia permanente para restregarle por la cara su cobardía patológica, los deberes incumplidos, la urgencia -aquí sí- de una reconstrucción que no sea la ridícula excusa de su partido para justificar su invisibilidad los días de Fallas en el balcón del Ayuntamiento de València. Su cinismo de dimensiones incalculables: porque lo único que está reconstruyendo son las paredes acorazadas del Palau de la Generalitat y poder agotar allí, aunque sea escondido, los dos años que le quedan de mandato para poder cobrar la friolera de setenta y cinco mil euros anuales durante los siguientes quince años. Por eso también ha pactado con Vox los presupuestos de 2025 y dejado el gobierno valenciano en manos de la ultraderecha. Y a eso, a abrazar con la sonrisa clara los argumentos del fascismo, lo llaman en el PP reconstrucción de los desmanes de la Dana. Vaya mierda.

Las Fallas han pasado y sí que sabemos por qué no estuvo disfrutando Mazón de ninguna mascletà. Anda huido para no tener que recorrer todos los días los caminos embarrados de su irresponsabilidad política, de su bajeza moral, de esa mudez infrahumana que humilla a las víctimas de aquel tristemente inolvidable 29 de octubre de 2024. Sé que otras escrituras dicen mejor que yo lo que es este personaje. Por eso me fui en busca de Quevedo y en los de tan insigne maestro de los retratos literarios encontré unos versos que le vienen al pelo al desaparecido expresidente: «Y puesto sobre ti verás el día / de Dios, y en tu castigo el desengaño / de tan facinerosa hipocresía». Ahí queda, en esos versos, el retrato perfecto de Mazón. Ahí queda.n

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