Entrevista | Isidoro Valcárcel Artista
«Yo sugiero una idea, pero me encantaría que el espectador dijera que ve otra cosa»
El IVAM dedica el próximo mes de junio una muestra al artista y Premio Nacional Isidoro Valcárcel, en la que repasará sus últimos 20 años de trabajo

Isidoro Valcárcel, en su reciente visita al IVAM. / JM López

Isidoro Valcárcel (Murcia, 1937) es un hombre afable y rápido en la conversación A sus 88 años se mueve con agilidad física y mental. A finales de junio tiene previsto inaugurar en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) «Reflejos de Valcárcel Medina», una exposición que revisitará sus últimos 20 años de producción. Recientemente estuvo en València para conocer el espacio que albergará sus obras.
¿Cómo es la muestra que llegará al IVAM?
Recoge unos dibujos realizados en papel transparente a dos caras. Cuando estás viendo una imagen, estás viendo otra también. Eso produce una confusión o una ayuda para interpretar aquello que te parezca que sugiere la imagen. Es decir, la pretensión es aclarar que en el mundo en el que vivimos, cada imagen sugiere no solo lo que suponemos oficial, sino también otra visión que en parte depende del espectador. Pero todo esto, como es natural, no deja de ser literatura inventada. A lo mejor nada de eso es así.
Al final eso es el arte, ¿no? Algo que parte de un creador, pero es el espectador el que le da su sentido final.
Mi pretensión es precisamente eso. Los dibujos llevan un pequeño comentario de tres o cuatro líneas que acompaña al título. Y en ese comentario lo que se deja claro es, bueno, usted puede ver lo que quiera, pero realmente lo que está grabado ahí es esto. Lo ideal sería que ningún espectador estuviera de acuerdo con el texto. Porque él ha añadido una interpretación personal que es lo que se espera de la creatividad artística. Lo que ocurre es que eso no es lo que oficialmente se valora. Oficialmente se valora que el autor deje bien claro su idea y que el espectador tenga que digerirla. Yo soy de otro parecer, yo dejo la idea sugerida, pero me encantaría que el espectador dijera que lo que ve es otra cosa.
Esta exposición es una suerte de continuación del proyecto «Ir y venir» en la Fundación Tàpies de 2002. ¿Cómo ha cambiado desde entonces?
Bueno, realmente no tiene nada que ver aquella exposición de hace 23 años. Como es lógico, no soy el mismo. Aunque la mano sí es la misma. El pensamiento puede haber cambiado. En aquella exposición, la de 2002, se daba muchísimo trabajo al espectador que quería verla y aquí también, si usted quiere participar, tiene que dar el callo. Aquí se muestran 40 dibujos a dos caras, cada uno de su padre y de su madre.
¿Cómo ha cambiado su obra en estos 20 años?
Bueno, el cambio más bien ha sido de carácter administrativo o social. Es decir, las inclinaciones son las mismas. Lo que pasa es que yo podría decir que se ha recrudecido el punto de vista.

El artista Isidoro Valcárcel prueba una de las obras de su exposición en el IVAM. / JM López
¿Le inspira lo mismo ahora que cuando comenzó?
No, porque han pasado muchísimas cosas. Yo, que soy de familia de artistas, empecé pintando como era mi obligación, pero a los 20 años ya estaba en otro territorio completamente diferente, pero que no dejaba de ser el mismo. Lo que pasa es que en vez de pintar cuadros, dices, ¿para qué vas a pintar más cuadros de los que ya se han pintado? Haz otra cosa. Pues pinta en la pared. Luego te enteras que en el Renacimiento se pintaba en la pared. Bueno, entonces, puedo pintar en el suelo, para que se pise. Respetando el mismo espíritu de creatividad, puede hacerse.
¿Qué le inspira ahora?
Aquello que tengo al alcance. Se dice que el poeta se inspira en los sentimientos. Si yo hago un proyecto de una cárcel, me inspiro en los sentimientos no míos, sino imaginando lo que puede ser una cárcel. No basta con decir, qué bonito es este edificio, no. Me importa un rábano que sea bonito. Sirve para lo que sirve. Y como resulta que las cosas para las que nuestro espíritu creativo sirve son infinitas, pues quiere decirse que los puntos de partida y de llegada, en teoría, deberían ser también infinitos. En esta exposición hay unos dibujos que encierran la intención de decir “vaya usted por donde le parezca oportuno”. Yo le doy una pequeña guía duplicada, es decir, engañosa. Pero intencionadamente así.
O sea, el libre albedrío para el artista y para el espectador.
Eso es una cosa absolutamente imperativa. El espectador debe elegir por encima de la propuesta del autor. Pero por encima no quiere decir que la machaque, sino sencillamente, primero, ¿me sirve para algo esta propuesta? Porque a lo mejor no le sirve para nada. Y se va a otra posición. Esas son decisiones que debe tomar él, en las cuales el autor no hace nada más que poner sobre la mesa opciones, sugerencias, más bien.
Hablando de esas infinitas posibilidades, estos dibujos que trae al IVAM tienen dos caras. Y ahora las posibilidades de interpretación con la tecnología y la inteligencia artificial se hacen infinitas. ¿Cómo es su relación con estas nuevas tecnologías?
Ninguna, ni ganas. No tengo la preparación tecnológica, ni muchísimo menos, ni aspiro a tenerla.
¿El espacio de una exposición influye?
Sí, en este caso, está influyendo mucho desde el sentido que me está resultando muy difícil acoplar la obra a este espacio cuadrangular. Tenía muchísima necesidad de venir a verlo y controlar cómo puede ser el color del techo o la naturaleza de las paredes. La sensación general de la exposición es de fragilidad. Si meto algo frágil en un espacio todopoderosa, lo devora.
¿Cómo es un día a día de su trabajo?
Cuando estoy haciendo una cosa, me levanto con ella en la cabeza y hago algo que, a lo mejor, he pensado durante la noche, pero no tengo un planning y eso es muy liberador. Estás haciendo esto, pero me apetece hacer otra y me voy.
¿Y cuando empieza una obra sabe cómo va a terminarla?
Hay cosas que se descubren en el camino, lo cual no quiere decir que ese sea un método de trabajo, pero hay carambolas que surgen y hay que aprovecharlas.
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