Manuel Segade: "El proyecto de De la Torre puede ser innovador e interesante para València"
Manuel Segade (A Coruña, 1977) dirige el buque insignia del arte contemporáneo español, cuyo fondo quiere compartir con otros centros.

Manuel Segade, ayer, en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante. | ALEX DOMÍNGUEZ
África Prado
Lleva más de un año como director. ¿Qué ha cambiado en el museo y qué va a cambiar?
Tenemos la herencia del anterior director, Manuel Borja-Villel, y esa ventaja estupenda de tener dos años de programa por delante, muy buenos además, me permitía estar trabajando en otras cosas. Había que hacer mucho trabajo de fondo y la concentración ha sido sobre todo en la cultura laboral del museo, en la organización interna completa. Somos casi 600 personas, es un museo muy grande, y eso necesita formas de trabajo en las que, igual que en los ecosistemas naturales, haya una interdependencia continuada entre personas para que aquello funcione y sea coherente. Eso ha sido el mayor esfuerzo en el último año. Pero también hemos estado trabajando con un nuevo comité de arquitectura y diseño, en el que hay gente como Andrés Jaque, alumno del profesor de arquitectura Torres Nadal, que ha provocado muchísima reflexión arquitectónica desde Alicante, y Jaque ahora es decano de la Escuela de Arquitectura de Columbia de Nueva York; Juan Herreros, arquitecto del Museo Munch de Oslo; y Marina Otero. Entre los tres están ayudándonos a pensar los recorridos, el movimiento por el museo, porque es un museo muy laberíntico y un poco incómodo para el público. A partir de marzo de 2026 empezaremos a cambiar la ubicación de las cosas en el museo y a remontar la colección.
Porque quiere dejar la planta baja para exposiciones temporales, ¿no?
Eso es, la planta baja y la que parece sótano, donde Isabel Tejeda hizo la exposición de Soledad Sevilla; esas plantas, dedicarlas a lo temporal para que si tú vienes de Alicante, y tienes solo una hora después de unas reuniones en Madrid, puedas atravesar el museo simplemente sin entrar en el flujo de turistas que va a visitar el Guernica y puedas ver todo lo nuevo de una manera rápida. Por lo menos sabes dónde está todo lo nuevo, que en el Reina Sofía nunca sabes exactamente dónde te va a tocar.
Comenzó la temporada con Soledad Sevilla y ha seguido con artistas mujeres. ¿Eso es una declaración de intenciones?
Sí, lo es. Lo único que pude hacer al llegar fue programar en un hueco a Eva Lootz, una de las madres del arte conceptual en España. Fue la primera cuña que metimos para trabajar con estas mujeres de más de 80 años, maravillosas, fundamentales, que están muy en forma, tanto física como mentalmente, y que tienen derecho a disfrutar su exposición en el Reina Sofía. Es una deuda del propio museo. Soledad Sevilla, Premio Velázquez, era ya una obligación, y dentro de mes y medio inauguramos a Marisa González, también Premio Velázquez, y aceleramos la programación para que puedan exponer y explicar su trabajo y que la gente las oiga, que hace muchos años que merecen ser oídas. Y más importante aún es que estas exposiciones también se vean en otros sitios. Soledad Sevilla inaugura el 9 de abril en el IVAM, y también la de Marisa González se verá en Azkuna Centroa, en Bilbao. Es fundamental compartir proyectos con otras instituciones españolas, que es algo que a veces el Reina Sofía no hacía, porque se medía con sus pares, que son el MoMA, la Tate, el Pompidou... Y creo que tenemos el suficiente músculo como para repartir el capital simbólico de un museo nacional en todo el territorio del Estado. La primera exposición que marca la diferencia de programa la acabamos de inaugurar y también es de una mujer, pero de una generación mucho más joven, Laia Struch. También hay que estar atentos a artistas jóvenes en presente.
Y ya se puede ya fotografiar el Guernica. Eso sí es una revolución.
Al llegar me reuní con todos los equipos y lo hice con los vigilantes de sala. El Guernica mide 8 metros, es muy grande, y los vigilantes están sentados a cada lado. Me dijeron que nadie quería hacer el turno delante del Guernica porque tenían un enorme estrés, porque su trabajo es defender el cuadro y tenían que estar levantándose continuamente para decirle a alguien que está prohibido fotografiarlo. Y por prohibir la fotografía, se dejaba de vigilar el cuadro. Negociamos y el 1 de septiembre quitamos los letreros de prohibido fotografiar y ya está, no hicimos comunicado de prensa, se quitaron los letreros y se podía fotografiar. Y en 20 días estaba en la portada del New York Times. Fue una gran campaña que hicimos sin ningún tipo de propaganda, ni siquiera en nuestras redes. Y estamos muy contentos de cómo está funcionando y, sobre todo, hemos reducido esa tensión en el personal del museo, que no es cómoda para el público tampoco.
¿Qué le diría a quien dice no entender el arte contemporáneo?
A ver, si tú escuchas la última canción de Rosalía, te pones la última tecnología textil anti-sudor cuando haces deporte, estás pendiente de cuál es el color de moda del año, ¿no te va a interesar la producción plástica contemporánea y las artes visuales que se están haciendo ahora? Debería. Evidentemente, dentro del ocio cultural de cada persona, hay gente a la que le gusta la ópera y gente a la que le gusta el tecno. También el arte contemporáneo tiene muchas posibilidades de elección. Los museos públicos tenemos la tarea de generar la situación de acceso. Facilitar que la gente pueda entrar en contacto con el arte contemporáneo. A veces insistimos mucho en esa brecha entre el arte y la gente y, al final, ARCO multiplica sus visitas y cada año la gente tiene más interés por lo que pasa en el presente. Hay un trabajo fundamental que tenemos que seguir haciendo los museos de mostrar ese presente.
¿Ha podido hablar con la nueva directora del IVAM?
Conozco a Blanca de la Torre, nos conocemos hace muchos años pero todavía no conozco el proyecto. Sé cómo es llegar a un museo y creo que hay que dejar que tome posesión, pero como estaré el día 9 para la inauguración de Soledad Sevilla espero que ya pueda estar ella en su espacio de trabajo. La colección del IVAM es la segunda de España en importancia de los museos de arte moderno y contemporáneo, en moderno es clave, es un museo con el que ya existe un convenio de colaboración con el Reina Sofía. Evidentemente, no solo lo mantendremos sino que estamos deseando trabajar con Blanca, que al fin y al cabo pertenece a mi misma generación y, sí, es una alegría que haya visiones frescas como la de ella, que ha estado tanto tiempo en el extranjero, que puede ser innovador e interesante para València.
Se habla a veces de acoger sedes de museos como el Thyssen, el Hermitage... ¿qué opina?
Es como si me preguntas si prefiero un comercio de proximidad, una tienda fantástica de moda local o de productos de la tierra de Alicante o si prefiero una franquicia internacional que me abra una tienda. Todos sabemos lo que significa un modelo y otro. Digamos que no soy muy fan de las franquicias de los museos, la prueba es que no generan nada en el contexto, generan un contexto precisamente para el turismo y un público flotante internacional pero suelen provocar muy poco en lo local. El único ejemplo exitoso es el Guggenheim Bilbao pero es que eso no solo ha sido un satélite que llegó como un ovni desde Estados Unidos sino que hay todo un deseo político de transformar toda la ciudad desde el sector industrial al sector cultural con el Guggenheim. Vuelvo a la idea de ecosistema, porque es importantísimo alimentar lo local. Doblar el presupuesto en un lugar como el MACA significa seguramente triplicar los efectos y la calidad del programa. A veces no pensamos que un reparto mayor en cultura significa alimentar un ecosistema muy grande, porque un dinero para exposiciones es un dinero para empresas que montan exposiciones, empresas de transporte, aseguradoras, espacios de reprografía que puedan existir al lado, imprentas, gente que hace mediación, performances, conferencias, relaciones con la universidad, estudiantes... No nos damos cuenta de la economía inmensa que genera cada proyecto en un museo y ese ecosistema es el que tiene que sobrevivir.
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