Fuera de compás

El Día del Taco

Freddie y Roger, de Queen, en México en 1981.

Freddie y Roger, de Queen, en México en 1981. / L-EMV

Fernando Soriano

Fernando Soriano

València

Hoy se celebra el Día del Taco y he visto calva la ocasión para fusionar mis dos grandes pasiones, la música y la mesa, en un artículo. Esta preparación de origen mexicano consiste en rellenar una pequeña y redonda tortilla de maíz con una serie casi infinita de guisos y mezclas que suelen llevar carne, pescado y verduras. Es uno de los platos estrella de la fascinante gastronomía mexicana, a la que soy muy aficionado. Y no es por echarme flores, pero ya hace cuatro años que para Nochevieja hago una cochinita pibil que quita el sentido, con sus tres horas de horno, su achiote, su cebolla encurtida, sus tortillas de importación y una tradicional torta de tres leches con la que remato una faena de dos orejas y rabo. Con perdón de los antitaurinos.

La primera vez que escuché sobre el asunto fue en una canción de Supertramp, “Gone Hollywood”. Su protagonista se lamenta de haber fracasado en la Ciudad de los Sueños Rotos desde un ruinoso motel junto a un Taco Bell, un establecimiento de comida rápida muy popular desde los sesenta en aquellos lares, pero que tardó décadas en llegar aquí. Oigan, y tampoco es la monda, pero sirve para matar el hambre.

Si quieren probar tacos con visos de verosimilitud, yo les recomiendo darse una vuelta por Russafa y acercarse a La Llorona, donde demuestran una suculenta creatividad en los rellenos, a Enchilarme, donde suele ser imposible encontrar una mesa, o a La Chingada, un encantador local con una carta magnífica. Por el centro histórico pisa con fuerza desde hace una temporada Rey Taco, con su propuesta callejera y desenfadada, pero muy sabrosa y con precios imbatibles. En el recuerdo quedan Los Zopilotes del Carmen y sus tremendas margaritas o El México de María, local pionero en esta oferta gastronómica.

Todos ellos harían las delicias de la mujer protagonista de “La Taquiza”, canción humorística compuesta por Chava Flores en la que cuenta cómo, mientras él se declara, su amada se hincha a tacos de mala manera sin prestarle la más mínima atención hasta que toca pagar la kilométrica cuenta. La gachí se empuja 21 variedades de este antojito, recogidas con tanta exactitud como estupor, y además le dice que nanay a la proposición. Como se desprende de su letra la casquería es muy apreciada: se usa lengua, bofe, sesos, callos e hígado, pero me dejó loco saber que también se aprovecha el útero de la puerca para estos menesteres: tacos de nana.

No me cojan ascos, por favor, que peores cosas nos hemos echado a la boca. A ver si les va a sentar mal como le sucedió a Beck, aquel güero que lo petó con sus espectaculares discos noventeros, después de merendarse un taco cocinado por el mero Satanás. El nota empieza con una vomitera y se va poniendo malísimo de morirse en medio de unas alucinaciones infernales en las que acaba viviendo un delirante viaje de detenciones, juicios, conciertos, drogas, sexo y rock and roll… para acabar abriendo su propio chiringuito de tacos con el diablo como socio. Una canción muy divertida, fluida como un río de aguas folkies, en plan Johnny Cash.

Los Norteños y Mongo Santamaría tenían dos canciones tituladas así, “Tacos”. Instrumentales, cada una en su rollo. Los primeros con el sabor de los corridos de los estados del Norte mexicano gracias a ese acordeón, el segundo con la maestría inequívoca y sublime del que fuera uno de los creadores del jazz latino, a tope de congas y bongos. Coetánea del cubano fue la rubiérrima Doris Day que le puso la particular dulzura de su voz a una pieza de swing titulada “Tacos, Enchiladas and Beans” en la que el amor queda en cuarto lugar, superado por tan lúbrico trío de delicias.

Ignoro si al cantante nacido en Zanzíbar, Farrokh Bulsara, alias Freddy Mercury, le molaba restregar el bigote en la especiada comida mexicana, pero sí quedó constancia de que en un concierto de Queen en Puebla, en 1981 y bajo la humeante mirada del Popocatéptl, se calentó sobremanera ante la lluvia de botellas, zapatillas y calcetines llenos de tierra con la que los asistentes querían atizarle después de que les dedicara un par de gestos groseros. La super estrella no se achantó y se despidió del estadio con un goodbye, you bunch of tacos que hoy sonaría un pelín racista. El pinche pendejo de él.

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