Crítica
Gaffigan, happy end alla rusa
El director cierra su etapa como responsable musical de la Orquestra de la Comunitat Valenciana

Despedida de James Gaffigan / ©Miguel Lorenzo/Mikel Ponce Les Arts

Bien contento puede sentirse James Gaffigan de su labor como director musical de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. El director neoyorquino cerró el jueves su titularidad con un concierto que reflejaba con precisión lo que han sido sus cinco años al timón del ferrari sinfónico que cincelaron Lorin Maazel y Zubin Mehta de la mano de Helga Schmidt. Claridad, rigor, vitalidad, profesionalidad y honradez han sido señas que han marcado su trabajo dinamizador. También este variado y curioso programa de despedida, que aglutinaba páginas tan dispares como la coral Canción de los espíritus sobre las aguas, D 714 de Schubert, la Sinfonía La pasión de Haydn y, finalmente, la rusísima y universal cantata Alexánder Nevski, de Prokófiev, cuya monumentalidad viene como anillo al dedo al arte extravertido y a flor de piel de Gaffigan.

Despedia de James Gaffigan / ©Miguel Lorenzo/Mikel Ponce
Fue, con nitidez, lo mejor del programa, frente a una cuidada y muy bien tocada Sinfonía La pasión, que, sin embargo, no logró levantar el vuelo de la pasión ni del drama. Algo parecido ocurrió con un Schubert cuya buena letra y atención al detalle se quedó lejos de la sugestión fantasiosa que entraña la partitura. Cara y cruz que reflejan lo mucho bueno que -con sus carencias y lo que se quiera- ha aportado la titularidad sanadora de Gaffigan a una orquesta que cuando él llegó atravesaba un momento nada fácil, tras aquel singular e italianísimo triunvirato que conformaron Livermore, Fabio Biondi y el bueno de Roberto Abbado, quien al final se quedó como convidado de piedra.
Por eso, por este trabajo que tantas costuras recompuso, y por dejar una orquesta en claro mejor estado que la que se encontró en septiembre de 2021, la ovación grande, unánime y prolongada que al final del concierto le brindaron al unísono público y músicos, uno de los cuáles -la veterana flautista Magdalena Martínez, precisamente el primer músico que Maazel quiso para su orquesta valenciana- le entregó un ostentoso y bien merecido ramo de flores. Cariño y admiración. ¡Bravo maestro, y enhorabuena por este feliz y bien merecido Happy end!
Junto con la Orquestra de la Comunitat Valenciana -ni una fisura en sus secciones: dúctil y delgada en Schubert y Haydn; grandiosa y musculosa en Prokófiev-, se lucieron el Cor de la Generalitat en la canción de Schubert y en la cantata de Prokófiev, donde la mezzo rusa Olesya Petrova puso voz y expresión en su única pero intensa intervención en Alexander Nevski, la cantata que el compositor ruso preparó en 1939 con la música de cine que un año antes había compuesto para la genial película homónima de Eisenstein. Un fallo en el sistema de sobretitulación impidió que el público que casi agotó las localidades pudiera seguir lo que se contaba y cantaba en el escenario. Tampoco ayudó a clarificar nada la ausencia física del imprescindible programa de mano. Un teatro de ópera de primera división como el Palau de Les Arts no puede permitirse estas carencias y faltas.
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