Vargas Llosa en València
El Nobel que amaba el Tirant y que discutió en el Palau de la Música con Vázquez Montalbán
Vargas Llosa encontró su vocación literaria tras descubrir el libro de Joanot Martorell después de que su profesor de literatura lo ridiculizase

Vargas Llosa ante una de las primeras ediciones impresas del Tirant expuesta en València en 1990. / Manuel Molines

Mario Vargas Llosa era apenas un adolescente cuando su profesor de literatura del Siglo de Oro en la Universidad de San Marcos, en Lima, mencionó el Tirant lo Blanc “como uno de los tantos libros de caballerías llenos de fantasías ridículas”. El tono desdeñoso del maestro despertó en aquel estudiante que aspiraba a poeta “una curiosidad inversa, una especie de espíritu de contradicción” que le llevó a una añosa biblioteca llena de telarañas donde “el azar, o Dios, si existe, puso en mis manos la edición del Tirant lo Blanc de Joanot Martorell publicada por Martí de Riquer en 1947”.
Aquel libro escrito por un caballero arruinado que falleció en València hace ahora 560 años le descubrió a Vargas Llosa el camino a seguir. «Desde esa primera lectura me conmovió profundamente no solo porque me entretuvo, me hizo fantasear, gozar, sufrir, divertirme con las aventuras de Tirant, sino porque al mismo tiempo me ayudó a descubrir el escritor que yo quería ser”, dijo en una conferencia ofrecida en Sant Miquel dels Reis en 2010.
La estirpe de los suplantadores de Dios
De entre todas sus virtudes, la que más admiraba Vargas Llosa del Tirant era su “ambición” literaria, esa “voluntad deicida de recrearlo todo, de contarlo todo, desde lo más infinitamente pequeño hasta lo más desmesuradamente grande que la mirada, la imaginación y el deseo de los humanos pueda abarcar».
Por ello, no dudaba el autor de “La ciudad y los perros” en situar a Martorell como el primero “de esa estirpe de suplantadores de Dios —Fielding, Balzac, Dickens, Flaubert, Tolstoi, Joyce, Faulkner— que pretenden crear en sus novelas una realidad total, el más remoto caso de novelista todopoderoso, desinteresado, omnisciente y ubicuo». Tampoco dudó en incluirlo en su olimpo personal junto a Cervantes, Flaubert o Tolstói cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 2010.
Una de las últimas veces que Vargas Llosa se refirió al Tirant fue en 2022, cuando fue nombrado en Madrid académico de honor de la Real Acadèmia de la Llengua Valenciana (RACV). En su discurso para la entidad, el escritor peruano aseguró no “reconocer” la normativa oficial del valenciano y mostró su rechazo a la unidad de la lengua. Pese a ello, cuando a continuación recordó que de joven leyó el ‘Tirant lo Blanc’, lo hizo con cierta dificultad «porque el libro está escrito en catalán, en catalán-valenciano».
"Fui uno de los primeros"
Bastante antes, en 1969 -cuando ya había publicado “La ciudad y los perros”, “La casa verde” o “Conversación en La Catedral”, pero aún no “Pantaleón y las visitadoras”, “La tía Julia y el escribidor” y todo lo que vendría después-, Vargas Llosa mostró por primera vez al mundo su devoción por el caballero valenciano en “Carta de batalla por Tirant lo Blanc”, el prólogo de una de edición castellana del libro de Joanot Martorell.
“Fui yo quien convencí a Jaime Salinas para que Alianza Editorial sacara el libro, y a Carlos Barral para que reeditara la traducción castellana de 1511», presumía durante una conferencia en València en 1990. Y antes, en 1987, también iba por ahí: “Creo haber sido, entre los escritores contemporáneos, uno de los primeros en haber escrito con gran entusiasmo sobre un autor valenciano que ahora es muy conocido en todo el mundo, pero, que hace treinta'años sólo lo conocían los profesores universitarios: Joanot Martorell -presumía una entrevista a Levante-EMV-. Mi gran sorpresa al venir a España, cuando era estudiante, a fines de los cincuenta, fue ver que muy pocos lectores tenían ese libró que a mí me parecía magnífico”.
Estas últimas palabras las pronunció Vargas Llosa en la que seguramente fue su primera visita a València, al menos como escritor mundialmente reconocido. Era el mes de junio y en el Palau de la Música se estaba celebrando el Congreso Internacional de Intelectuales y Artistas, un encuentro organizado por la Generalitat y convocado para conmemorar el cincuentenario del II Congreso de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura.
Una discusión a cuenta de la memoria
Allí, Vargas Llosa participó junto a Cabrera Infante, Jorge Semprún y Jorge Edwards en un debate sobre intelectuales y memoria. En su intervención, el ya entonces muy liberal escritor peruano disertó sobre cómo el poder aspira en las “sociedades cerradas” a “gobernar los sueños”. «El totalitarismo -dijo- ha perfeccionado esta práctica, no la ha inventado. El absolutismo quiere organizar la memoria colectiva».
Entre el público de aquella conferencia se encontraba el mucho menos liberal Manuel Vázquez Montalbán que, cuando tocó, no dudó en levantarse y contestarle al escritor peruano: «Ya sabemos cómo se hacen las falsificaciones en las sociedades cerradas, pero Vargas Llosa no nos ha dicho cómo se realizan en las "abiertas"”. “Escuchando a la mesa tengo la sospecha de que durante 36 años había ganado la guerra Franco», remató el escritor barcelonés con evidente ironía. Al parecer, la discusión entre los dos novelistas no alcanzó las dimensiones que la que el propio Vargas Llosa protagonizó unos años antes con su anteriormente estimado Gabriel García Márquez.
Por cierto, aquel Congreso de Intelectuales no acabó demasiado bien para el Nobel ahora fallecido. Cuentan las crónicas que cuando el asunto terminó Vargas Llosa viajó hasta Barcelona, se alojó en un hotel y allí sufrió el robo de un traje de seda natural, varias piezas de oro y tres talonarios de cheques con, al parecer, el pago por su participación en los debates. Todo ello valorado en 2,3 millones de pesetas.

Vázquez Montalbán en Sant Miquel dels Reis durante su conferencia sobre el Tirant. / L-EMV
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