El Bartleby valenciano | Amadeu Fabregat Publica 'L'anell del nibelung', su segunda novela medio siglo después de 'Falles Folles Fetes Foc'
“Canal 9 y Les Arts son los dos milagros de València”
Amadeu Fabregat publica ‘L’anell del nibelung’ (Proa), una bomba literaria medio siglo después del mítico ‘Assaig d’aproximació a “Falles Folles Fetes Foc”’, su única novela hasta ahora, que lo convierte en el auténtico Bartleby de nuestra literatura.
“El único personaje al que rindo homenaje es a Helga Schmidt, porque hizo un trabajo increíble en Les Arts, luego fue masacrada y víctima de la ciudad”
“Nunca censuré palabras en valenciano, era un libro de estilo. Entonces se mataba por un acento… Bueno, ahora también. La filología bordeaba la teología”

Amadeu Fabregat en su casa de Asturias. / Antonio Álvaro

Amadeu Fabregat (Torreblanca, 1948) fue autor de culto con su ‘Falles Folles…’ (1974), luego cronista incisivo y articulista referencial en los ochenta, hasta que se consolidó como el periodista valenciano más importante del siglo XX al frente de Canal 9. Ahora se resiste a considerarse novelista, incluso periodista –“soy incapaz de levantar una noticia”-, falsa modestia para el gestor de la primera radiotelevisión pública valenciana. Con la publicación de su segunda novela, tras medio siglo de la primera, acepta a regañadientes la condición de escritor, pero se niega a la ceremonia habitual de las promociones literarias. Aunque acepta que se le vincule a València, aclara que esta ciudad solo ha sido la tercera parte de su vida –“16 años en un pueblo, 4 en Lleida donde estudie Magisterio, 25 en València, 25 a Madrid y ahora estoy entre Alcossebre y Asturias”. Es su primera entrevista en lustros, hubo un intento aplazado en 2020 por la pandemia cuando reeditó su ópera prima. La cita y la conversación es en el mismo céntrico hotel, cinco años después, con la única petición que las fotos las aporta él, en su nueva casa de Asturias.
¿Por qué reeditó ‘Falles Folles…’ en 2019?
Reeditarla era revisarla y ordenarla, porque era un caos. En aquella época las imprentas eran muy rudimentarias y era una novela que no tenía ni un punto y aparte. Esa reescritura me llevó a volver a escribir en catalán.
¿Ya estaba escribiendo ‘L’anell del nibelung’?
Escribir es una palabra que no describe. A este libro le he dedicado una década, pero a veces en un año no escribía nada, después cuando volvía iba de cabeza para no caer en incoherencias…, así hasta que hace un par de años decidí acabarla. Ferran Torrent la envió a la editorial y decidió publicarla.
Por tanto, decide publicar una novela después de medio siglo.
Pienso que no la querrá publicar nadie, porque no es habitual de la época, pero si no la publico me paso la vida corrigiéndola, en plan [Josep] Palacios. Porque, aunque no tengas la voluntad de tocarla más, volvía, corregía, añadía…
¿Si ninguna editorial la hubiera querido publicar?
Me la habría publicado yo.
Así que decide volver al mundo literario después de 50 años.
No he vuelto al mundo literario.
Ha vuelto a editar un libro.
Sí, por sacármelo de encima, y hacer otras cosas, como escribir unas memorias.
¿Qué le pasa al novelista Fabregat entre el intervalo desde ‘Falles Folles…’ y ‘L’anell’?
No me considero novelista, aunque son dos Amadeu diferentes.
La ciudad de la novela M., ¿es València?
No, no sé por qué la gente tiene la obsesión de identificar cosas.
Menciona “València” dos veces, y en una la describe como “una ciutat del llevant espanyol”.
Una provocación. Alguien ya se ha escandalizado. También escribo que Barcelona es una ciudad mediterránea del sur de Europa. De verdad que M. no es València, al menos en mi cabeza, aunque el lector puede interpretar lo que quiera. Escribo con influencias de aquí y de allá, pero el resultado no tiene nada que ver con el aquí o allá.
Pasión wagneriana
¿Wagner es una adicción?
Descubro ‘L’anell’ en València. El único personaje al que rindo homenaje es Frau Schindler, que es Helga Schmidt, porque hizo un trabajo increíble en Les Arts, luego fue masacrada y víctima de la ciudad. Había leído sobre Wagner, pero empecé a ir a la ópera cuando llego a Madrid, en 1995. Pero además porque mi siglo es el XIX, no el Renacimiento, ni la Ilustración. Wagner es el XIX como todos los personajes que salen en la novela. Por cierto, uno de los primeros que escribe en profundidad sobre ‘L’anell’ es Eduardo López-Chavarri, que nació el mismo año que Proust, que publica un estudio a principios del siglo XX.

Amadeu Fabregat en el Museo Wagner de Tribschen, en las afueras de Lucerna (Suiza). / Antonio Álvaro
¿Cuántas representaciones de ‘L’anell’ ha visto?
Muchas, pero ninguna como la de València. También para mucha gente. A veces en el Festival de Bayreuth, en los descansos, me preguntan si soy de aquella ciudad donde las ninfas de ‘L’anell’ estaban colgadas…
Por fin València en la cultura selecta, ¿no?
Hay dos milagros en la Valencia de los últimos años. Uno es Canal 9, no porque lo hiciera yo, sino porque no había nada. Y el otro es la ópera en Les Arts.
Etapa en RTVV
Canal 9 se acabó cerrando.
Me dio mucha pena. Yo empecé el proyecto, y puedo asegurar que entonces estaba solo, y lo pude hacer porque me llevé media docena de profesionales de Aitana [Centro Territorial de RTVE]. Estaba esa noche en Valencia y estuve hablando con un técnico de allí…
¿Por qué prohibió algunas palabras en valenciano en Canal 9?
Consideré que era necesario y lo hice. Nunca fue una censura, era un libro de estilo, que lo escribí yo, solo en mi casa, los fines de semana. El Consejo de Administración lo aprobó, pero en aquel tiempo se mataba por un acento… Bueno, ahora también. La filología bordeaba la teología.
“Le pedí disculpas a Xavier Casp porque lo habían masacrado sin razón, porque rompe con Fuster cuando el ensayista eleva la unidad lingüística a unidad política”
El estándar del valenciano de Canal 9 obtuvo grandes consensos.
Tuve mis presiones.
¿De quiénes?
Consideré que aquel lenguaje limitaba la comprensión más general. Han pasado 30 años de escolarización y es difícil analizarlo ahora. Pero, con el valenciano de Canal 9 me avancé a la Acadèmia de la Llengua, como siempre he hecho.
Fue aprobado por unanimidad.
El consejero por Unión Valenciana, Leonardo Ramón, me pidió consultar el informe del valenciano con Xavier Casp, que hizo diez enmiendas. Aquello fue el primer pacto lingüístico ante de la Acadèmia. Conocí después a Casp en el Consell de Cultura, era encantador, y eso no lo he contado nunca, le pedí disculpas.
¿Me lo cuenta?
Lo habían masacrado sin razón, porque Casp y Fuster rompen cuando Fuster eleva la unidad lingüística a unidad política. En una cena con Josep Tarradellas en la Casa dels Canonges [residencia oficial de los presidentes de la Generalitat de Cataluña] cuando estaba en el ‘Avui’, lo primero que me preguntó fue por el señor Casp, y yo escandalizado claro, porque en aquella época era la ‘pureza de María’.

Amadeu Fabregat en su casa de Asturias delante de un cuadro de Eduardo Úrculo. / Antonio Álvaro
“El único modelo televisivo que sobrevivirá es el público, los otros cerrarán, aunque la televisión pública no debe empeñarse en buscar audiencia”
¿Cree que se le ha reconocido su gestión en Canal 9?
Gracias al prestigio de la televisión en el sector audiovisual se me abrieron todas las puertas en Madrid. Me reinventé en Madrid.
¿Cree aún en el modelo de televisión pública?
Sí claro, es el único que sobrevivirá. Los otros cerrarán, aunque la televisión pública no debe empeñarse en buscar audiencia.
¿Asesoró al Botànic en la puesta en marcha de À Punt?
Para nada. Tengo poca empatía territorial, como se nota en el libro. Cuando dicen que la novela es fría, es un elogio, porque para hacer novelas humanistas hay mucha gente.
¿Cómo escribe una novela clásica un experto televisivo?
No soy un consumidor de televisión, he trabajado en la tele y sabía ganar audiencias.
La pasión literaria
Es un gran lector…
… No estoy muy puesto en literatura catalana.
Siempre le ha interesado la literatura centroeuropea.
Sí, pero eso se acaba. Leo de todo.
Ernest Millet es el protagonista de ‘L’anell’, un profesor de Geografía que vuelve a su ciudad del sur tras jubilarse en una universidad del norte.
Millet es un modelo del norte, centroeuropeo según el editor, pero los otros personajes han ido creciendo de una manera imprevista, como Ortega y el periodista Rus.
Millet huye del moralismo.
Un poco, como yo, que soy muy egoísta para ser moralista.
No ha perdido la ironía provocativa, como cuando Ortega dice “patriotisme localista de base dubtosa”.
Aquí hubiera funcionado un regionalismo moderno si no se hubieran mezclado las cosas.
Sin embargo, la novela huye de la frivolidad.
No me considero frívolo, tengo una actitud a la contra. Siempre he ido a la contra.
Me ha dicho que prepara unas memorias. ¿Para cuándo?
Tengo mucho escrito, pero no sé como organizarlo.
Suscríbete para seguir leyendo
- El ruido del paso del metro es insoportable, por las noches no se puede ni dormir
- Lorena Martínez, presidenta de los cazadores valencianos: 'La plaga de jabalíes se ha ido de las manos
- Ni dolor de espalda ni hernia discal: los signos de alarma para sospechar de un tumor vertebral
- Familiares y pacientes del Padre Jofre critican la pérdida de privacidad por la llegada de enfermos de Porta Coelli
- Cinco alcaldes plantan a Mazón en un acto oficial en protesta por su gestión de la dana
- Familia sigue sin convencer a los MIR que agotan otras 24 especialidades
- Un hombre de 41 años, ingresado en la UCI en estado grave tras el atropello masivo en Cornellà
- El cuidador de Brines denuncia a la sobrina del poeta por cortarle la luz en la casa de l’Elca