Viva el Rey (de Holanda)

Después de más de seis años publicando esta columna de opinión relacionada más o menos con la cultura, además de docenas de críticas de discos, libros y otras tantas crónicas de eventos musicales, me he percatado de que nunca he provocado un conflicto internacional. Así que hoy vengo a contarles sobre Guillermo Alejandro, el rey de los Países Bajos.
Ese chavalote que el domingo cumple 58 tacos y cuyo aniversario se celebra por todo el mundo con una ilusión y una entrega de sus súbditos que convierten la fecha en la fiesta más sonada del calendario neerlandés.
Mucho tienen que querer y respetar los tulipanes a su monarca para brindar a su salud el día de su cumpleaños, aunque también les recuerdo lo que les gusta una jarana a la chavalada holandesa, tan jovial, bicicletera, desenfadada, liberal y hedonista. Este sábado la colonia valenciana acudirá a celebrar el Koningsdag, o Día del Rey, a la Spook. Poca broma, a darlo todo en el terrazón de Pinedo con sus camisetas naranjas, sus banderas, su contagiosa alegría, su música, sus juegos y sus cacharrazos para refrescarse bajo el sol mediterráneo. Por la noche continuarán en el Umbracle los fastos en honor a su majestad, un tipo grandote de facciones limpias, amplias y rubicundas con aspecto de central ochentero del Feyenoord.
Se lo digo por si no tienen plan y quieren estrechar lazos con nuestros primos herejes, que conocerse es quererse. Aquí no sé si haríamos lo propio con Campechano Primero, venga los líos de pasta, las querellas y las novias, o con Preparadín Sexto, que no acaba de establecer una conexión emocional con sus súbditos (esos abucheos embarrados en Paiporta) como sí hizo su padre con la Transición y el 23-F. Y si no, recuerden al notilla aquel del PP con la ocurrencia de convertir “viva el Rey” en una expresión de uso habitual, que se rio de él hasta el gato.
Yo soy republicano porque también soy ateo. No creo en ninguna deidad ni en sus correspondientes iglesias, por eso se me hace tan cuesta arriba aceptar que una de ellas, con sus divinos designios providenciales, haya asignado, para nuestro bien, una línea dinástica a cada territorio por los siglos de los siglos desde época, por lo menos, de Carlomagno. La unión del trono y altar, esa mano que lava a la otra, una jugada maestra. Alguien dijo que los reyes lo son gracias a dos fluidos corporales, el semen y la sangre, o sea, o por las uniones matrimoniales y sus descendencias, o por las consecuencias derivadas de las guerras. Claro. Y también a que tragamos con lo que sea de manera sufrida e incansable. Enciendan la tele y no me digan que no les apetece llenar las plazas de guillotinas. Y para acabar con el mitin les digo que, como demócrata de toda la vida, lo de los cargos no electos y hereditarios me provoca urticaria.
En la cultura popular de masas, títulos regios se han repartido unos cuantos, sobre todo en Norteamérica, que como el último monarca que tuvieron fue Jorge III de Gran Bretaña parece que los echan de menos. Estados Unidos ha tenido 47 presidentes pero un solo Rey: Elvis Presley, el del rock. Su corregente femenina fue Tina Turner. El pop también tuvo sus testas coronadas, Michael Jackson y Madonna, al menos para mi generación. Ahora, ni idea. El soul, el sonido de la joven América, también le puso corona a Otis Redding y a Carla Thomas en aquel elepé de la Atlantic en cuya portada salían caracterizados como dos naipes de baraja francesa. El rey del surf fue Dick Dale, que usaba su Stratocaster como cetro gobernante. El rey del mambo, título disputadísimo por una enorme parte de la humanidad todos los sábados por la noche, fue Dámaso Pérez Prado. Una compatriota suya, la cubana Celia Cruz, pasó a la historia como la reina de la salsa. Esos bárbaros de carnaval que son los Manowar se autoproclamaron reyes del metal, pero no se los creyó nadie, con tanto taparrabos.
En España, la realeza musical ha tenido exponentes muy particulares y característicos. Peret fue el rey de la rumba catalana, aunque su inventor fuera El Pescaílla. Tino Casal fue, además de archiduque, nuestro rey del glam, Ramoncín siempre será el rey del pollo frito y Paco Clavel se coronó como el rey del cutrelux, sea lo que sea eso. Y oigan, con cualquiera de ellos, hasta con el orangista protestante, me iba de parranda antes que con un borbón.
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