Fuera de compás

Papas pop

Bob Dylan y Juan Pablo II.

Bob Dylan y Juan Pablo II. / L-EMV

Fernando Soriano

Fernando Soriano

València

Muerto el papa Francisco la iglesia católica puso en marcha, como en ocasiones anteriores, ese formidable conjunto de tradiciones y mecanismos que harán posible la elección de un nuevo pontífice que termine con el período de sede vacante en el Vaticano. La basca pegada a la tele para presenciar desde el salón de casa esos antiquísimos procedimientos que no se ven todos los días, como cuando cada cuatro años nos plantamos ante la pantalla para ver la jornada inaugural de las olimpiadas sin que sepamos coger una raqueta, darle una patada a un balón o correr y saltar con cierta solvencia.

Yo, al contrario de estos tertulianos que lo mismo opinan de una erupción volcánica, que de una decisión del tribunal constitucional, que de las elecciones presidenciales en Malaui, no les vengo a dar la turra con la obra y milagros, si es que los hizo, de Jorge Bergoglio. Doctores tiene la iglesia, nunca mejor dicho. Lo que sí les traigo son algunas de las apariciones del Vicario de Cristo en nuestro entretenimiento. Y es que no deja de ser paradójico que unos ritos con un marcado acento místico se hayan convertido en un fijo de la cultura pop con su aparición y tratamiento en películas, series y canciones, más allá de la exagerada presencia en los medios que tienen estos días por razones obvias.

Al morir el papa en estas fechas pascueras todos teníamos fresco el protocolo después de haber visto unos días atrás ‘Las Sandalias del Pescador’. Ha sido un poco como el día de la marmota, venga la púrpura, las muchedumbres, los micrófonos y cámaras, los guardias suizos y los monumentos barrocos. El camarlengo, ese perejil en todas las salsas. Cada vez que alguien lo ha nombrado en la terraza de un bar, se ha muerto un pokemon. Y si no, las conspiraciones. Que si tiene un doble, como Paul McCartney. Que si fue el vicepresidente Vance por envenenamiento subcutáneo, como en la última peli de James Bond. Que si vieron por las inmediaciones a unos iluminatis bailando la conga. Cuánto mal hizo Dan Brown con ‘Ángeles y Demonios’ y todas aquellas noveluchas pseudo históricas.

Con el fallecimiento del santo padre se ha disparado el visionado de “El Cónclave”, la última película alusiva a la cuestión. Mucha política, mucho atrezzo, buenos actores, final explosivo y bocabadante. Prefiero, además de la de Anthony Quinn, “Los Dos Papas”, con Hopkins y Pryce como Ratzinger y Bergoglio. Qué miradas, menudas conversaciones. Me encantó la brillante estética con fondo sórdido y alucinante de “The Young Pope”, del genial Paolo Sorrentino, con “All Along The Watchtower” en la cabecera y un Jude Law para canonizar. Como canonizó Clemente Domínguez, el antipapa Gregorio XVII, a Francisco Franco (sí, ese Franco) o a Adolfo Hitler (sí, ese Hitler) en su tremebunda iglesia cismática de El Palmar de Troya. Sobre este tinglado cantaron Carlos Cano en “El milagro del Palmar”, Siniestro Total en “(I Left My Heart In) El Palmar de Troya” o Los Muertos de Cristo en “Clemente, Clemente”. Y no pierdan la ocasión de ver “Manuel y Clemente”, aquella película de 1986 con Ángel de Andrés López en una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Sobre papas de pata negra, católicos e infalibles a carta cabal, han cantado de manera más o menos tangencial George Harrison, Prince, Half Man Half Biscuit o Elbow. Donovan fue muy crítico con Pablo VI en su estupenda “Poke at the Pope”, de 1970, pero el que se lleva la palma (no la del palmar de Troya sino la buena) es Mark E. Smith, líder de la más que prolífica banda británica The Fall. Este hombre apuntó en unos posavasos del pub de turno los mimbres fundamentales con los que tejer un guion sobre el hipotético asesinato de Aldo Luciani, Juan Pablo I, quien solamente se ciñó la mitra durante 33 días de 1978 y murió, este sí, en extrañas circunstancias. La obra “Hey! Luciani: The Life and Codex of John Paul I” se representó durante dos semanas de diciembre de 1986 en Londres. En ella se daban cita comandos del Mossad, la banca corrupta, posesiones demoniacas, fascistas italianos, jerarcas nazis en la clandestinidad y un comunista escocés, todo muy setentero. Y el caso es que no tenía que andar muy desencaminado, porque después llegó la tercera parte de 'El Padrino' y fue ver todo aquello y quedarnos más de pasta de moniato que cuando Dylan actuó ante el papa Wojtyla en aquel congreso eucarístico.  

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