Concierto de Los Secretos
Álvaro Urquijo: "El reguetón no culturiza; Serrat, Sabina y Antonio Vega, sí"
Llevan medio siglo encima de los escenarios, una cifra que sorprende hasta al propio líder de la banda, Álvaro Urquijo, que vuelve a València -"una tierra muy querida"- en dos formatos; el concierto que ofrecerán Los Secretos el 4 de julio en el Jardí de Vivers y el 26 y 27 de mayo en el Olympia a través del musical 'A tu lado', donde actúan y ponen la música.

Álvaro Urquijo actuará con su banda Los Secretos el 4 de julio en el Jardín de Viveros de València. / Marta Pich

Álvaro Urquijo (Madrid, 1962), reconoce que su vida laboral se le ha alargado "más de lo previsto" a tenor de los referentes que tenía cuando era joven, como Elvis Presley o los Beatles, pero también recuerda su sorpresa al ver a Chuck Berry o Jerry Lewis cuando tocaban con 80 años. "Me encantaría tener 20 años menos, pero quitando de ese detalle insignificante, estoy muy bien, en plenas facultades vocales y guitarrísticas, así que estoy más que contento", asegura.
Seguro que tener 20 años más también le ha traído cosas buenas.
Claro. Lo que más me aterra es perder la naturalidad en lo que hago normalmente, que me cueste esfuerzo. Algunos artistas que yo adoraba en los 70 han envejecido fenomenal y mantienen la calidad. Otros se han descuidado y cantan bajas canciones que eran altas, disimulando. Una retirada a tiempo es hermosa, aunque en Los Secretos aún no ha pasado. (Ríe)
Tanto es así que vuelven a València, a Viveros, dentro de una gira muy activa. ¿Qué ofrecen en el repertorio?
Mezclamos los trabajos nuevos con temas poco visitados y las canciones que la gente espera, porque hay muchos que se enfadarían si no las tocáramos, como 'Déjame', 'Llueve sobre mojado', 'Ojos de gata', 'Pero a tu lado', o tantas otras. Tocamos 24 canciones, unas dos horas, y vamos cambiando cada año. A lo mejor sacamos algunas que hace siete años que no tocamos y que en los 90 fueron muy conocidas. Tienes un espectáculo de clásicos, de casi una hora, y el resto son canciones que creemos interesante rescatar.
¿Como cuáles?
Pues por ejemplo, la de 'Que solo estás', que fue la primera canción que canté solo porque Enrique me dijo que era demasiado aguda. La última vez que la canté fue en 2018. Rescatarlas nos da aire fresco, aunque sean viejas, y metemos una de cada disco. Es curioso el fenómeno ahora: antes sacábamos un disco y las más populares se incluían en el show. Ahora haces conciertos, tocas canciones no muy conocidas que después el público busca en plataformas y ves cómo suben las escuchas, qué es lo que ha interesado.
O sea, los directos son las plataformas para promocionar las canciones.
Tenemos más acceso a nuevas canciones a través de un directo. Tú le pides a Alexa que ponga algo de Los Secretos y el propio algoritmo va a ponerte las más escuchadas. Es como si vas a un restaurante y te ponen tortilla de patata, croquetas y espaguetis, que a todo el mundo le gusta. Antes se compraban discos y se escuchaban enteros, a mí me gustaban canciones que nunca fueron singles, eras fan de una obra completa. Ahora es como ir a un sitio con un menú de miles de platos. Acabas pidiendo lo de siempre.
Con todo ese cambio tecnológico, ¿diría que mantienen una buena relación con la tecnología?
Sin duda. Si me lo preguntas en 2006 estaría enfadado. Hicimos un disco con muchísimo esfuerzo ['Una y mil veces'] y se vendieron 13.000 copias por el pirateo que había entonces. Aquello no tuvo regulación y lo mismo pasará con la IA, que ya está componiendo letras y músicas, por no hablar de las plataformas de streaming, que por debajo de un nivel, ningún grupo percibe nada, y ellos mismos alteran ese tope. Por ahora, para ver a los artistas tienes que ir a un concierto, no hay inteligencia artificial que nos sustituya. Nos hemos salvado de la quema. En el año 81 fuimos al programa Aplauso e hicimos 20 millones de personas de audiencia, en un momento que solo había dos cadenas de televisión. Ahora pasa lo opuesto.
Pero al menos el acceso a la música se ha democratizado.
Claro, en los 80 solo una persona de cada mil tenía un walkman, ahora todo el mundo consume música. Da igual si tienes 14 años que 74, y cada uno escucha lo suyos. Ese consumo tan brutal de música hace que se llenen los conciertos porque escuchas muchos grupos y quieres verlos. Los conciertos están al alza, son la forma de expresión más pura y única que hay, se crea un vínculo. Es cierto que ahora todo es rápido y en un minuto tienes que conquistar a alguien, sino pasa a la siguiente. Hablo del mainstream, claro. A nosotros nos beneficia el modelo de plataformas porque de una u otra manera nos acaba descubriendo un joven de 20 años, y eso está muy bien.
Volviendo a València, además de Viveros, hoy lunes y mañana martes ofrecen dos funciones de 'A tu lado', el musical donde interpretan y ponen la música. ¿Cómo se siente la incursión en el teatro?
Escribí mi autobiografía durante la pandemia por miedo a morirme y que todos se quedaran con los cuatro tópicos que nos rodean, incluida la muerte de mi hermano o que somos marqueses. Nunca hemos hablado de nosotros, hemos dado entrevistas por una gira, por un disco o por nuevos proyectos. Así que me decidí a relatar nuestra vida en un momento donde en mi entorno había muerto mucha gente por la covid-19. Una amiga me propuso convertirlo en libro, que me dio miedo y respeto, tuve el síndrome del impostor. El libro llegó a la productora de Lamarsó y surgió la idea de hacer un musical: la historia es jugosa y tiene hilo argumental, con su parte dramática y de comedia.
Y una parte histórica también, porque a través de Los Secretos se pueden contar muchas cosas de España.
De eso se trataba, claro. Sin embargo, fíjate, me dijeron que con un grupo en activo no podía funcionar un musical. No se podía presentar un musical y que al mismo tiempo nosotros diéramos conciertos. Entonces, humildemente, nos ofrecimos a tocar nuestras propias canciones, siguiendo la estela de los shows pequeños que hemos hecho y que nos podemos tirar dos horas por la conexión con el público que tenemos, con el que nos ponemos a hablar y contar cosas. Pensamos que se podía plantear como algo parecido. Lo hicimos pensando en seis o siete actuaciones y llevamos casi 50, la gente sale encantada porque es emotivo y un homenaje a mi hermano Enrique. Mucha gente tiene una idea preconcebida y es equivocada. Pudo tener muchos infiernos, pero tenía más luces y alegrías. Terminamos aquí en València.

Los Secretos. / Marta Pich
Se suspendieron las funciones por la dana.
Sí, teníamos una deuda con València, la dana nos pilló aquí y no pudimos hacer la segunda actuación. València siempre nos ha querido muchísimo, no sé cuántas veces he actuado en Viveros, es una gozada el público, muy culto musicalmente. Lo conté hace años, pero es que Los Secretos nacieron en Benidorm. Mi abuelo vivía allí porque tenía una afección pulmonar y mis padres nos mandaban allí un mes. Nos paseábamos por las terrazas y los hoteles, donde había orquestas tocando o grupos cantando éxitos y tocando rock. Nos quedábamos flipados mirando las guitarras eléctricas y a los músicos que las tocaban. Ahí se prendió la llama; mi padre nos había inculcado el gusto por la música, pero allí fue donde nos entraron las ganas de montar algo.
¿Y en Benidorm fue donde encontraron la vocación?
Sí. En toda la Comunitat Valenciana hay tradición de música, es un hecho, y no solo de orquestas y bandas, sino de chavales tocando en grupos en todas partes. Nos acercamos a esa gente que tocaba canciones que yo había escuchado en la radio y vi a gente haciendo lo que yo sabía hacer. Cuando mi padre vio que queríamos montar un grupo nos dijo que no, que a estudiar. No estaba previsto en nuestra agenda familiar que nos dedicáramos profesionalmente a la música. De pronto éramos tres hermanos y un amigo que salían del colegio y se metieron en una gira, literalmente, en junio de 1980, mientras mi examinaba el día de mi cumpleaños de la selectividad para ir a la universidad. En agosto estábamos grabando nuestro primer disco y al año siguiente una gira de 120 conciertos.
En esa conexión con València de la que hablaba también entra que el Levante UD use su canción 'Pero a tu lado' como himno.
Estuvimos en el campo y nos regalaron unas camisetas con nuestro nombre. Ser parte de algo así, de la cultura popular como es el fútbol, que utilicen una canción como símbolo de superación es un halago. Les deseo lo mejor.
¿Cómo se relacionan con las canciones de su repertorio, como esa, que son himnos? ¿Siguen disfrutando cantándolas?
Siempre hacemos canciones que nos gustan a todos, así que, qué mejor forma de tocarlas que cuando la gente te las pide. Las canciones cobran su propia vida en el público y les quitan dolores de espalda, depresiones o lo que sea. Me hartaría de tocar una canción que no se sabe nadie, pero cuando tocas un acorde y la gente ya levanta los brazos y empiezan desde el minuto uno a cantar una canción... Por Dios, ojalá fuera así con todas, las tocaría hasta el infinito solo por ver la expresión de la gente. Me pasó con Van Morrison, que me gasté un dineral en las entradas y sinceramente, fue un borde. No conocía ninguna de las canciones que tocó, ni un solo éxito, y eso que yo presumía de conocer muchas porque le he escuchado siempre. Salí deprimido y enfadado, con sensación de haber tirado el dinero. Dylan, lo mismo: sale al escenario y no saluda. Si ustedes están tocando es gracias a que yo he pagado una entrada, así que usted debería hacer algo por mí. Antes que músico, soy público, y cuando alguien viene a verte y escuchar una canción, tienes que tocarla, aunque te repatee o no te guste.
Es un trabajo, ¿no?
Los Secretos somos el resultado de 45 años de evolución tecnológica, pero quien ha decidido qué canciones son buenas o malas y el tiempo que vamos a estar encima de un escenario, es el público. Si estamos aquí hablando tú y yo es porque hay un público que ha querido comprar entradas y venir a vernos. ¿Qué hay más importante que el público para mi carrera? Nada. Ni mi opinión, ni la tuya, ni la de un crítico. Nadie puede decirme lo que tengo que hacer; el público sí.
En este sentido, ¿qué le ha parecido el fenómeno Bad Bunny?
Me pasó con One Direction, con mi hija, hará menos de diez años. Intenté comprar entradas y por error me metí en un portal de reventa y acabé pagando 150 euros cuando valían 73. Ahora se hace a propósito lo de comprar masivamente y venderlas más caras. Se me escapa. Supongo que si sacas a la venta medio millón de entradas, hay muchos millones en juego y hay mucho listo que se aprovecha del talento, el esfuerzo y la producción de cualquier artista, desde Bruce Springsteen hasta Bad Bunny. No sé dónde está la solución pero los responsables de ese segmento de la cultura deberían intervenir. Ahora bien, es cierto que como no se venden discos y las plataformas pagan tan mal, las entradas se encarecen.

Álvaro Urquijo. / Marta Pich
¿Qué anda escuchando últimamente?
Pues vas a flipar. En mi casa nunca hemos tenido mucho dinero, aunque la gente piense que éramos marqueses por el apellido. Mi padre valoró mucho que nos gustara la música hasta que vio que nos quitaba tiempo de estudio y nos llegó a quitar el tocadiscos, imagínate. Por entonces, había un montón de discos que no me podía comprar de los Beatles, los Who... si tenía mil pesetas que me daba mi abuela, los invertía en cuerdas nuevas para la guitarra. Todas esas canciones que me dejé por escuchar entonces son las que escucho ahora. Desde Led Zeppelin, que nunca tuve un disco de ellos, hasta ver las actuaciones que suben en Youtube los artistas. Me doy cuenta de todo lo que perdí que voy conociendo ahora. Luego escucho cosas de ahora, la última que me ha gustado mucho, por mi hija, es Messy, de Lola Young.
O sea que se abre a nuevos artistas.
Claro. Con One Direction, por mi hija, no pensé que estuviera tan mal. Tengo amigos cercanos cuyas hijas solo escuchan reguetón, que creo que no culturiza. Puedes escuchar 25 canciones seguidas y no aprender nada. Pero te pones a Serrat, Sabina, Antonio Vega... y después de 25 canciones, igual te da por coger una guitarra y aprender. Igual te escribes un poema que lloras o ríes, pero el reguetón creo que es una música de consumo. Lo respeto, y seguramente es lo mismo que pensaba mi padre cuando escuchábamos a The Clash o Sex Pistols. Él tenía una cultura musical brutal, un melómano que había cosas que no entendía, y puede que a mí me haya pasado igual porque mi mente está amueblada a unas cosas que no me dejan ver lo que otros ven.
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