Crónica | Música

El fenómeno de Guitarricadelafuente o cómo pasar de una habitación en Benimaclet a llenar Viveros

El cantante de Benicàssim presentó el domingo en València su nuevo disco, 'Spanish leather', en un espectáculo que congregó a más de 4.000 personas envueltas en un intimismo y emoción que ya son seña de identidad del artista

Guitarricadelafuente durante el concierto en el Jardín de Viveros de València.

Guitarricadelafuente durante el concierto en el Jardín de Viveros de València. / PM

Amparo Soria

Amparo Soria

Valencia

Quien conoce a Guitarricadelafuente desde que comenzó a publicar sus canciones en redes sociales sabe que ha conseguido algo a lo que aspiran todos los artistas: evolucionar sin perderse en el camino. Álvaro Lafuente (Benicàssim, 1997), lo dejó claro ayer en su concierto de Nits de Vivers, donde arrastró a más de 4.000 personas en la que ha sido su ciudad de acogida, como recordó en diversos momentos de la noche. Logró crear en un espacio abierto, rodeados de naturaleza y con una multitud que no dejó de jalearle, un ambiente íntimo, emotivo y sobre todo, propio, siendo fiel a la esencia del chaval de la guitarra, el de la voz peculiar, el que es capaz de estremecer con canciones sencillas que reúnen a 2,5 millones de oyentes en Spotify.

Presentó 'Spanish leather', su último disco, que hace referencia a las 'Spanish leather boots' de Bob Dylan, canción con la que cerró su show y que le ha inspirado para crear un universo bucólico, silvestre, que gira en torno a lo campestre, al sexo, a la piel, el cuero, las crines de caballos y a ese sol del Mediterráneo que no se olvida jamás. Si el verano tuviera un sonido propio, sería este disco, con esa capacidad para transportar al oyente a un escenario estival, retratado con pocas palabras pero muy concisas, muy concretas y bien elegidas, que acompaña además con videoclips sugerentes y evocadores que dejan ver el universo queer en el que Lafuente se mueve.

Lo excepcional fue que el domingo pudo mostrar todo ese mundo que ha creado. La sencillez se tradujo en un escenario sobrio, dando un derechazo a las grandes actuaciones que se nutren de visuales para completar un espacio que el de Benicàssim llena solo. Su 'line up' es, como poco, curioso: arranca de golpe con los registros más nuevos que ha transitado: 'Full time papi', 'Babieca' y 'Futuros amantes' para levantar a un público ya de por sí entregado y sorprendentemente intergeneracional.

Arropado en su ciudad

Esas tres canciones, grandes buques de este disco, cayeron como bombas anímicas hasta que tomó aire y recordó su estancia en València durante su época estudiantil, primero en el colegio y después en la Universitat de València. Buena cuenta de ello dieron algunas pancartas, entre las que se leía un "Aprobé Proyectos por ti", en referencia a una de las asignaturas más complejas de Arquitectura, carrera que estudió Lafuente.

Fue en una habitación de Benimaclet, tal como relató, donde escribió su primera canción, 'Conticinio', recientemente elevada a las listas internacionales gracias a su inclusión en un anuncio de Apple con Pedro Pascal de protagonista. La interpretación de esta canción permitió al artista reencontrarse con sus inicios, a él y a su público, que se emocionaba con cada verso, a la que siguió 'Poses', manteniendo esa sutileza emocional en la composición de letras que se difumina la línea entre el amor y el desamor.

'Pipe dream' le permitió volver a soltarse en el escenario jugando con el palo de un micrófono que, junto a un potro de gimnasia -otra vez la alegoría al campo, a la sensualidad de lo agreste-, fue de los pocos elementos de atrezo que usó a lo largo del espectáculo. Tampoco le hizo falta, porque en casi cada canción está ocupado cantando y tocando un instrumento diferente que su equipo se encarga de ir entregándole; una guitarra española, una eléctrica, un piano.

Con ellos tocó 'Puerta del sol' y hubo lágrimas en el público con eso de "No encuentro la manera, de llevarte a donde quiera, y es que el mundo se acelera, y trato de comprender cómo agarrarme a la velocidad". Comenzó de nuevo una mezcla de canciones nuevas con sus primeros pasos en la música, yendo de 'ABC' a 'Port Pelegrí' y pasando por 'Mil y una noches', que cantó sobre el potro antes de comenzar con 'Agua y mezcal', que cantó con rabia y melancolía, si es que eso es posible.

'Guantanamera', donde empezó todo

Llevaba más de una hora de concierto cuando tocó 'Quién teme a la máquina?', casi a capela, con algunos acordes sueltos que rasgó sobre una guitarra, sentado en una silla, buscando de nuevo ese origen del verano en su pueblo, Las Cuevas de Cañart, al que hizo famoso con "la canción más importante", 'Guantanamera', por el empujón que dio a su carrera. "Es una canción que va de un chaval que se va de su pueblo a la gran ciudad, a por las grandes emociones, pero el pueblo nunca se va del chaval", dijo antes de sentarse a tocarla con un silencio sepulcral alrededor, entre el respeto y la emoción.

Cerró su concierto con 'Tramuntana', una balada que roza la nana e incluso la fábula del amor de un verano: "Me atrapó la madrugada, hechizado de Tramuntana, estoy rendido al acelerón, ¿No es divertido?". Logró aquí reproducir el sonido del viento de su pueblo, de las noches del verano y de los campos aragoneses en pleno corazón de València.

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