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Manolo Gil, el pintor que huyó del “embrollo sorollesco” para encontrar a Dios

El presidente de la Academia de Bellas Artes, Manuel Muñoz, reivindica en una conferencia la figura del artista valenciano en el centenario de su nacimiento

Gil pintando uno de los murales de Casa Pedro en 1952.

Gil pintando uno de los murales de Casa Pedro en 1952. / L-EMV

Voro Contreras

Voro Contreras

València

Con motivo del centenario del pintor Manolo Gil, el Museo de Bellas Artes ha acogido este martes una conferencia a cargo de Manuel Muñoz en la que el presidente de la Real Academia de de San Carlos ha trazado los hitos de una carrera intensa, breve y llena de hondura del artista valenciano que supo conjugar racionalidad y espiritualidad, y cuya trayectoria quedó truncada por su muerte a los 31 años.

Para comprender a Gil, según Muñoz, es imprescindible remontarse al entorno de posguerra en el que se educó. “La enseñanza no solamente ocultó gran parte de los acontecimientos artísticos precedentes ocurridos durante el siglo XX, sino que incluso se transmitió una ética dirigida contra los mismos, poniendo en duda su validez y su legitimidad”, subrayó el presidente de la San Carlos.

Tal como recordaba Muñoz, una vez terminada la Guerra Civil la Escuela de Bellas Artes estuvo dominada por un conservadurismo académico que exaltaba lo religioso, lo costumbrista y el luminismo decimonónico, relegando al olvido los avances del arte moderno.

En este contexto, Gil, que ingresó en la Escuela tras un breve paso por Medicina, adoptó una posición rupturista. Él mismo definía de “embrollo sorollesco” la marcada influencia de Sorolla sobre el entorno académico. Con apenas 19 años, se refugió en el grabado de Ernesto Furió, y desarrolló lo que denominó su etapa de “pintura negra”: composiciones dominadas por tonos oscuros, verdes y ocres, con bajos niveles de saturación y luminosidad, en abierta oposición al lenguaje dominante.

El nacimiento de un colectivo artístico

Entre 1946 y 1947, Gil se unió a José Vento y otros compañeros para dar forma a un grupo artístico que inicialmente se llamó “Los Ocho” y luego “El Grupo Z”. Su trabajo ya en aquella época fue bien recibido por la crítica – José Ombuena y Adolfo Azcárraga elogiaron su evolución – y en 1948 obtuvo la tercera medalla de grabado en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

El ambiente artístico en València comenzaba a cambiar. En 1949, Eusebio Sempere presentó la primera exposición de arte abstracto en España, un fracaso oficial que, no obstante, marcó un antes y un después en la cultura local.

Obra de Manolo Gil.

Obra de Manolo Gil. / L-EMV

Gil seguía mientras sumido en una etapa oscura que ya empezaba a evolucionar, tal como presagiaba su obra “Interior de taller”, que fue premiada en la Primera Bienal del Reino de Valencia (1951). Este viaje artístico del pintor valenciano se aceleró tras recibir dos becas, una para Roma y otra para residir en Londres, entre 1951 y 1952. Tal como destacaba Muñoz en su conferencia, en esas salidas fuera de València Gil quedó deslumbrado ante obras como “La Natividad” de Piero della Francesca o “La batalla de San Romano” de Ucello.

En Londres, en la Central School of Arts and Crafts, Gil dominó la técnica del fresco. “Hace tiempo que mi pintura no se plantea los clásicos problemas españoles de claroscuro... mi concepto del color es cada día más preciso… no quiero la división de colores en mil matices, sino colores enteros y verdaderos… Mi canto es cada vez más llano y mi mensaje más quieto y pacífico”, reflexionaba el artista a los 26 años.

La polémica con el Ateneo

A su vuelta a València en 1952, recibió el encargo de los frescos del Ateneo Mercantil, firmados el 7 de junio. Dos murales de gran formato, realizados al fresco con mortero húmedo, que organizan el espacio en torno a figuras geométricas y abolición del claroscuro. En palabras de Muñoz, son obras con “una metafísica de las cosas en el que las figuras son los verdaderos elementos significantes”. No faltaron voces críticas que llegaron a plantear su destrucción — “¿Van a ser picados los frescos…?” — pero un debate público celebrado el 28 de abril de 1953 salvó su conservación.

Mural del Ateneo de Manolo Gil.

Mural del Ateneo de Manolo Gil. / L-EMV

En 1953, Gil conoció a Wolfgang Natusch, artista bohemio y budista que le introdujo en lecturas de Lao-Tsé y Chuang-Tsé. Al calor de esta convivencia, desarrolló su segunda etapa espiritual. Según Muñoz, “Gil siempre se mostró como un hombre religioso y el espiritualismo de Natusch contribuyó a que su pintura estuviera relacionada con elementos magicistas y míticos”.

En 1954 inició la etapa de la “teoría de los pies sucios”, un camino hacia formas más repetidas, simbólicas y expresivas. “Hay que envolver lo hermoso con lo sensitivamente desagradable. El verdadero arte es paradójico y no es fácil de entender… pero en el fondo es bello”, defendía Manolo Gil.

Durante 1955 presentó sus “monstruos plásticos”, obras en las que primaban la imaginación, lo primitivo y el temple, con tonalidades ácidas, y en las que la figura humana se tornaba fantástica, pero “inteligente y benigno”. También escribió el críptico “Poema de Coo”, reflejo de su búsqueda espiritual, y exploró en aguafuertes alegóricos inspirados en temas bíblicos y literarios.

Grupo Parpalló y la muerte prematura

El 23 de octubre de 1956 Gil fundó —junto a su esposa Jacinta y otros artistas— el Grupo Parpalló, que celebró sus primeras exposiciones en el Ateneo Mercantil y en el Cercle Maillol de Barcelona. Publicaron la revista teórica Arte vivo, donde Gil aportó artículos en los que afirmaba que “la abstracción es la busca de Dios”, y reflexionaba sobre los Evangelios y la espiritualidad en el arte.

Sin embargo, en agosto de 1957, con apenas 31 años, Manolo Gil falleció a causa de una gastroenteritis no tratada, truncando una trayectoria personal y artisticamente prometedora. La tercera entrega de Arte vivo (diciembre de 1957) y la posterior de julio de 1958 rindieron homenaje a su figura, recogiendo fragmentos de su diario: “A la corta o a la larga, el pintor siente que aquello que está haciendo se acaba y entonces salta o muere”, escribía en una de las entradas.

Obra de Manolo Gil.

Obra de Manolo Gil. / L-EMV

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