LA ENTREVISTA
Juan Tallón, escritor: "Alguien está llevando las riendas de nuestra vida y le está yendo muy bien manteniéndonos atentos a lo que no nos interesa"
Ha escrito una novela celérica: una historia que te devora y devora a sus personajes y le devoró a él mismo en su escritura. Mil cosas surgió como una necesidad casi inconsciente que le obligó a dejar lo que estaba escribiendo y terminó por ser un "espantoso" espejo de la vida que padecemos, alienante, controlada por un poder invisible que nos hace actuar como botarates sin inteligencia ni emoción, sin placer ni humor

El escritor Juan Tallón. / ALBA VIGARAY
Elena Pita
Estaba escribiendo una novela, una de esas que salen de sus libretas de apuntes, cuando, ¡zasca!, se saltó un semáforo sin darse cuenta. Podría haberse matado, embestido por el furgón de turno que arranca antes de tiempo en el cruce, pero no: lo que le ocurrió a Juan Tallón es que se estampó contra una idea expeditiva que hacía tiempo llevaba en la recámara. La idea, la pregunta seminal: "¿Qué tiene que pasar para que algo que consideramos inaceptable, incomprensible, imposible, nos suceda a nosotros mismos?" ¿Somos dueños no ya de un improbable destino, sino de nuestros actos y nuestro tiempo? La idea, sin libreta, sin trama ni personajes, apenas un semáforo y un final devastador, una sola línea, le iba a sumir en un espiral de vértigo, un ritmo exasperante, un delirio como la vida misma (hoy); de tal proporción era su furia que a los 20 días la novela estaba escrita. (Bueno, ni que todo fuera tan fácil: luego vienen reescrituras que sólo terminan cuando el editor te la saca de manos, claro).
Lo peor, lo que no puedo contar (lo más jugoso se queda siempre en el rallador), es que una semana después de entregar Mil cosas (Anagrama) aquello indecible le estaba sucediendo. Sí, a él. Y a punto estuvo de ser engullido por la tragedia de su propia invención. Y ¿qué viene a contar Juan Tallón (Villardevós, Ourense, 1975) en esta su novena y magistral novela? Pues que el tiempo que vivimos ya no nos pertenece, que nos ha sido usurpado por un patrón de consumo/trabajo/vida que difumina el humor y el placer hasta hacer de nosotros una caricatura absurda de lo que íbamos a ser. "La clave es el ritmo" –sostiene el escritor–, que amanece hoy en su casa de Ourense, esa ciudad "fuera del espacio y el tiempo y también, absurda", de vuelta a la paciencia narrando aquello que hace menos de un año quedara varado en la libreta de apuntes. Continuará.
El ritmo, que es también clave de la vida: cuenta que un ciudadano común y occidental toca el móvil una media de 2.617 veces al día. Esta existencia "delirante, furiosa, exasperada" que tan fabulosamente plasma, ¿tendría remedio si recuperamos la lógica de vivir? Y ¿en qué consiste la lógica de vivir?
No sé si vamos a ser capaces, ni siquiera sé si existe algo llamado lógica de vivir. Quizá cada época tiene su lógica, que cada vez es más perversa. Ahora mismo tenemos un problema para mantener el control sobre nuestro tiempo, somos incapaces de dejar de hacer todas esas cosas que no nos proporcionan ni placer ni paz ni sosiego y encontrar las condiciones que favorezcan el ejercicio de nuestra inteligencia. Alguien está llevando las riendas de nuestra vida, y le está yendo muy bien manteniéndonos así, prestando atención a lo que no nos interesa.Porque detrás hay todo un patrón de consumo.
¿Alguien?, los señores de la tecnocracia, obvio.
Estamos consumiendo nuestra vida en asuntos poco importantes disfrazados de urgencia, y ahí vamos nosotros de un lado para otro.
Como botarates. Entonces dice: "Rendirse, abandonar, es un placer". No parece que esto case mucho con su personalidad, más bien quijotesca, ¿me equivoco?
Puedo ejercer la cerrazón en asuntos literarios: me pongo a prueba afrontando la escritura de libros que no sé cómo escribir, y me empeño, y disfruto. Pero fuera de eso soy un gran partidario de bajar los brazos: dadas las circunstancias, abandona, no pasa nada. Nos hacen creer que tenemos que perseguir nuestro sueño como si no hubiera otro y… No, no, no, para, hazte dueño de tu tiempo y dedícate a lo que te dé más placer, más sosiego. Esa compañía que dice: ¡Hazlo y punto! (Just do it!) ¡Hazlo tú, joder! El afán de superación puede ser pernicioso, está sobrevalorado, se lo escuché a Cercas.

El escritor Juan Tallón. / ALBA VIGARAY
Cuenta que su padre fue quien más le alentó a escribir, algo bien raro…
Sí lo es. Soy de un pueblo muy pequeño donde en 100 años se han dado cuatro escritores, poetas, filósofos, y en casa se ha convivido con el mito de entrar en ese grupo de elegidos. Y mi padre, funcionario municipal muy interesado en la literatura, me decía que no me preocupara de cómo me iba a ganar la vida, que escribiese, que él me apoyaría mientras pudiese.
… Ciertamente raro, sí. Mientras, sacó la carrera año por año, comme il faut, ¿y aun así dice que escribir es un inconformismo? No da usted el perfil biográfico de inconformista, ¿me equivoco o es que me nubla su suerte, que es ingrediente esencial en toda carrera literaria?
Probablemente, pero con la suerte no se puede contar. Si hablamos de literatura, sí soy inconformista: intento que cada libro sea una subida de la apuesta. La escritura es también un inconformismo respecto a la lectura, quieres ir un poco más allá. Pero me siento más un privilegiado que un inconformista, porque aunque cada libro me rete y me obligue toda vez a aprender a escribir, me conformo con ser un simple escritor y nunca quise hacer otra cosa.
Hoy es imposible tener un trabajo y no tener miedo, a perderlo, a los recortes, al alza de precios frente al salario
Poca cosa, vaya. De la Filosofía a la escritura haciendo del periodismo un puente muy apropiado. Sus personajes parecen condenados desde la primera línea, ¿estaríamos ante una novela existencialista o sartriana siglo XXI?
Nunca escribo con esas ideas explícitas, sino con un comienzo, un final, unos objetivos, y luego logras otros asuntos implícitos. Uno no sabe el libro que ha escrito, tiene una idea pero sólo lo descubre cuando los demás le cuentan su lectura. Mil cosas aborda algunos de los males del presente: qué forma de vivir es esta en la que estamos todo el tiempo haciendo cosas, llenando todo el día de pura acción, sin poder cuestionarse ni bajarse de esa noria disparatada que se mueve a toda velocidad. La velocidad caracteriza el progreso humano, que consiste en ir cada vez más lejos y conseguir los objetivos más rápido, y esto en periodismo era muy evidente: llegar el primero. Pero a qué precio, al de hacerlo mal. Se denomina gran aceleración a todo este proceso de incremento de los índices socioeconómicos, y además, cada vez tenemos más información que resulta ser desinformación. Se ha demostrado que las personas caminamos cada vez mucho más rápido. Y esto, se paga.
Una curiosidad: ¿se hubiera quedado en el periodismo de no ser porque ha muerto?
Lo dejé porque me estaba matando a mí, y tuve que esperar a que me surgiera una oportunidad. En 2011, cuando ya estaba mal de la cabeza, acepté escribir los discursos a un ministro, y así pude dejar el periódico local donde trabajaba como un pequeño esclavo. Y desde entonces, lejos de la redacción, no hay día que no sienta la brisa de la felicidad. Pero yo no diría que el periodismo ha muerto, se ha precarizado.
La novela es también y por fin un reconocimiento de este oficio que se paga a 50 euros la crónica, incluso en el frente de guerra. Dice que nadie ha encontrado la solución a esta crisis, ¿no será que no interesa encontrar la solución, en esta deriva totalitaria que nos estamos comiendo?
El oficio está amenazado por poderes más allá del periódico. Y al periodista, que ha ido siempre detrás de una verdad honesta, ahora le hacen creer que eso ya no existe, se han roto los consensos. Pero no podemos darlo por muerto, hay que luchar por su supervivencia, aunque entiendo la decepción que sienten quienes conocieron otra época anterior a este deterioro.
Un poco de humor, que dice es equivalente a no tomarse nada muy en serio. ¿Por eso son tan patéticos estos personajes, que se alteran por la marca del pañal, el rastro de un perfume o los 10 minutos de un café?
Estos personajes, pese a vivir absolutamente narcotizados por el ritmo, todavía son capaces de verse a sí mismo patéticos, creo que sí ejercen el sentido del humor.
Como lectora he disfrutado del humor de Tallón, pero ¿el de ellos? ¿Dónde?
Ellos están absolutamente alienados. Forma parte de esa pérdida de control sobre nuestras vidas, dejamos de ser las personas que fuimos, perdemos el brío y el entusiasmo, nos automatizamos, acatamos acciones, sacamos las cosas adelante, pero el humor requiere descanso y distancia. La pérdida del humor forma parte del proceso de control de nuestras vidas.
Juan, la literatura hoy suele ir de lo particular a lo universal (fiebre autoficción) pero usted la emprende a la inversa: de su pregunta universal llega a lo cotidiano de unos personajes ininteresantes y hace que devoremos su existencia, ¿un trayecto en la línea de Moravia, pongamos?
Parto de una pregunta abstracta que tiene que ir encontrando concreción en el hecho narrativo, en la trama y la autenticidad de los personajes. Va cobrando existencia, y el lector en su lectura va encontrando puntos de identificación. Esos dos personajes no son sólo Travis y Anne, sino que nosotros formamos parte de ellos. Y ni siquiera esto fue buscado, lo vi en la reescritura. Probablemente, había situado al lector en una posición muy incómoda, cuestionándose, ¿pero a dónde estoy yendo yo?, porque en el fondo mi vida no es tan distinta a la de estos. La velocidad, la pérdida del sentido de la importancia y sobre todo, cómo nos relacionamos con nuestro trabajo. Hoy es imposible tener un trabajo y no tener miedo, a perderlo, a que se deteriore, a no prosperar, a los jefes e incluso al roce con los compañeros, a los recortes, a que la subida de los salarios siga siendo infinitamente inferior al alza del precio de la vida. El empleo hoy es un factor perturbador y sin embargo todo en nuestra vida gira en torno a él, te persigue cuando has acabado tus horas, 24 horas para hacer cosas. Estamos viviendo como esos personajes, sí, sentí que la novela podía funcionar como un espantoso espejo de nuestra vida.

El escritor Juan Tallón. / ALBA VIGARAY
Entre el absurdo y la melancolía, los dos grandes arquetipos gallegos, ¿dónde se ubica Juan Tallón?
Siempre he tenido predilección por ese humor que no se sabe por qué comparece, que dibuja un escenario ridículo Cuando aún no sabía qué era el absurdo, ya constituía mi forma de mirar la realidad y reírme de ella, aquello que en mi generación llamábamos "paridas, decir paridas". Era un humor absurdo con mucho encanto.
¿Es eso a lo que llama "fatalismo folclórico"?
El término no me gusta nada.
Pues es suyo 100%.
Es una expresión fea, hay veces que uno ha de asumir sus errores, arrepentirse no tiene sentido. Seguramente me refería a ese fatalismo sui géneris o especie de melancolía que se da en las aldeas. Yo viví mis primeros 18 años en una aldea, que son los años que te conforman. Y las aldeas son lugares donde las cosas no van bien, no hay una idea de futuro optimista, y pese a la carencia de esa idea de progreso a la que entregar tus esperanzas, había una alegría de vivir… Se podría resumir en: las cosas no iba bien pero qué contentos estábamos. Y esto se filtra en mis novelas, porque me enseñó a conjugar el humor con el horror.
Nos hacen creer que tenemos que perseguir nuestro sueño como si no hubiera otro… No, para, hazte dueño de tu tiempo y dedícate a lo que te dé más placer, más sosiego. Esa publicidad que dice: ¡Hazlo y punto! (Just do it!). ¡Hazlo tú, joder!
Y ahora, lo que más me preocupa: ¿duda de verdad de que su capacidad fabuladora sea un "deterioro cognitivo"? Y esto lo ha dicho, no lo niegue ahora.
Advierto un deterioro cognitivo en mí porque hay muchas cosas que ya no recuerdo o no puedo citar bien. Y tengo el temor de que a la vuelta de 10 años, espero que un poco más, mis mejores días hayan pasado. Es un problema que debemos afrontar: ¿qué capacidad tenemos para aceptar nuestra decadencia? Somos remisos a identificarla, siempre vamos a creer que lo mejor de nosotros mismos aún está por venir y por dar. Entonces yo intento trabajar ahora todo lo que pueda, porque así pasen 15 o 20 años, ¿tendré la energía para posar la mirada y hacer algo nuevo? Podrá ser bueno, pero ya no nuevo.
La historia de la literatura no le da la razón…
Alternativamente, sí, está llena de autores que se han negado a asumir su decadencia.
No tanto como la historia de la música. Juan, ¿escribir ficción le lleva a inventarse también su propia vida?
Cabe la posibilidad. A veces he incorporado en mis novelas episodios biográficos que he adjudicado a personajes y han acabado en mi memoria como fragmentos ajenos: el recuerdo se vuelve ficción, porque sólo me acuerdo de cómo lo conté en la novela. Pero me llevo bien con el hecho de estar rodeado de ficción, no me importa pagar el precio de romper las barreras entre realidad y ficción, siempre he estado jugando a confundir unas cosas con las otras.
Ha dicho Juan Cruz de Juan Tallón que su escritura es "divertida, sentimental, audaz", ¿también usted es así, se ve así?
No, no, no, me niego a verme de ninguna manera, y menos aún a estar de acuerdo con las cosas buenas que los demás dicen de mí: me niego a decir algo a favor de mí.
- El arbolado convertirá la plaza del Ayuntamiento en un refugio climático: 'Habrá tres grados menos en verano
- Un camión pierde la carga de naranjas y provoca un gran atasco en la A-7 a la altura de la Llosa de Ranes
- Un análisis preliminar de la UPV no descarta que sea necesario 'construir adicionalmente una presa en el Poyo
- La Guardia Civil detiene a dos hermanastros de 21 y 15 años por la agresión en Vinalesa al policía que sigue en coma
- Consternación unánime por el fallecimiento de la fallera mayor 2026 de Pintor Goya
- Corona se marcha del Valencia CF
- Anuel AA suspende su concierto de hoy en el Roig Arena
- El asesor de Pradas confirma que una ausencia de la consellera y Argüeso del Cecopi se debía a 'un tema de Presidencia' de la Generalitat