Un año de la dana
A la cultura le cuesta salir del barro
La dana del 29 de octubre arrasó desde librerías a sociedades musicales, pero también dejó al descubierto la precariedad de un sector que un año después todavía no se ha recuperado

Una voluntaria limpia sillas y libros de la biblioteca municipal de Aldaia. / D. A. S. J.

El 29 de octubre de 2024 la dana dejó tras de sí una impronta devastadora que demostró la vulnerabilidad del sector de la cultura. Librerías, bibliotecas, editoriales, auditorios, museos, archivos municipales, talleres de creación, empresas de espectáculos, estudios de pintura o grabación, e incluso paisajes cotidianos que nutrían la inspiración de centenares de creadores, se vieron golpeados. El coste del daño es difícil de calcular, aunque la consellería de Cultura lanzó una estimación inicial de unos 153,3 millones de euros en pérdidas. Un año después, las huellas siguen visibles, tanto en los espacios como en los ánimos.
“Ahora estaríamos peor”
“Si volviera a llover como aquel día, estaríamos igual o peor”, reconoce Xelo Bosch, coordinadora de la Asociación de Artistas Visuales de Alacant, València i Castelló (Avvac). Su voz refleja el cansancio de quienes, doce meses después, siguen esperando una respuesta estructural. “No hay protocolos de emergencia para artistas visuales, ni espacios seguros de trabajo, ni inclusión en los planes de protección civil”, sentencia.
Según el peritaje coordinado por la asociación, más de 70 profesionales sufrieron daños directos y las pérdidas declaradas por solo 24 de ellos ascendieron a 900.000 euros. Por eso considera “ridícula” la ayuda de 1,35 millones que la Generalitat destinó a todo el sector cultural. Y también ve insuficienes los fondos puntuales canalizados desde el Ministerio de Cultura a través de la Unió de Artistas Contemporáneos.
“Queríamos que se cedieran espacios públicos para talleres, rehabilitarlos y dotarlos de material, pero no hemos recibido apoyo ni de la Generalitat ni de los ayuntamientos. Al final, los artistas hemos tenido que alquilar locales privados. Es un coste enorme y una muestra de abandono”, resume Bosch.
A su juicio, la catástrofe sirvió para evidenciar una precariedad estructural, la falta de seguros, la ausencia de contratos y la dependencia de iniciativas personales. “Muchos compañeros siguen sin poder producir. Lo peor no fue solo el barro, fue sentir que institucionalmente nadie sabía qué hacer con nosotros”, concluye.
Un estudio elaborado por el Consorci de Museus revela que el 63 % de los creadores permanecen aún en sus talleres, mientras que un 21 % se ha reubicado y un 12 % sigue sin espacio de trabajo. Hugo Martínez-Tormo, por ejemplo, perdió su taller cuando la barrancada arrasó Paiporta. Aun así, no ha parado su actividad: “He ido pidiendo favores a amigos y conocidos o buscando apoyos en entornos profesionales para poder disponer de algún espacio donde trabajar hasta que vuelva a tener mi propio taller”.

Artistas visuales afectados por la dana en el Centre del Carme. / L-EMV
La música que vuelve a sonar
El golpe a la música también fue doloroso. Sociedades musicales, estudios, salas y empresas de sonido vieron cómo el agua se llevaba décadas de trabajo. “No hay una cifra real del daño total. Algunas empresas siguen sin poder trabajar al cien por cien. Pero sí se ha avanzado: la reconstrucción ha sido lenta, aunque efectiva en parte”, dice Armand Llàcer, gerente de la Valencian Music Office.
Llàcer explica que la oficina ha coordinado junto a la Federación Valenciana de la Industria Musical (FEVIM) un programa llamado “Canter”, destinado a reconstruir y dinamizar la actividad cultural en la zona cero. “Organizamos conciertos de bandas locales en varios festivales como Nits a la Marina,, además del circuito Viu, que ha crecido gracias a este proyecto. Hemos logrado que quince bandas más entren en las salas valencianas”, detalla.
El Ministerio de Cultura —añade— actuó “con rapidez inusual”, canalizando ayudas directas a oficinas estratégicas: música, artes plásticas, editoriales. “Por primera vez recibimos dinero antes de ejecutar los proyectos. Fue casi un milagro”, dice con ironía.
"Fue peor que el covid"
Pero la base del sector, los autónomos y las microempresas, siguen siendo los más golpeados. Entre esas empresas está Acústic Crom, en Riba-roja de Túria. “Pensaba que nada podía ser peor que el covid, pero la dana lo superó -asegura su gerente, Toñi Mascarell-. En los primeros días no sabíamos ni por dónde empezar. El polígono estaba abandonado, las calles llenas de barro y basura. Pasamos tres meses limpiando, separando lo que se podía salvar”.
La empresa, fundada en 1988, perdió buena parte de su equipamiento. “El consorcio nos adelantó algo y el Estado y la Generalitat ofrecieron apoyos que nos permitieron pagar sueldos, pero seguimos esperando cobrar el 100%. Hemos facturado un 30% menos que el año pasado y los gastos se han disparado”, detalla Mascarell.
La gerente de los locales de ensayo L’Assaig, en Massanassa, también percibe luces y sombras. “Las salas se llenaron enseguida cuando reabrimos en marzo, pero echamos de menos a las bandas jóvenes. Muchas no han podido recuperar sus instrumentos ni su equipo. La escena sigue, pero con menos base juvenil”.
Entre las paredes de L’Assaig, el ruido de las palas y las bombas de achique ha vuelto a dar paso, meses después, al de los amplificadores. Pero el miedo no se ha ido. “Cada vez que cae una tormenta fuerte, la gente viene corriendo a sacar sus cosas”, explica.

Instrumentos embarrados en Utiel. / L-EMV
Las bandas se levantan
También la música de banda sufrió con fuerza el golpe de la dana. Según la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana (Fsmcv), 23 entidades con 4.000 alumnos y más de 8.000 músicos resultaron afectadas, provocando unas pérdidas que se calculan en 5 millones de euros. Según la federación, un año después de la tragedia todas las sociedades que sufrieron daños han recuperado su actividad, aunque un buen número de ellas –sin precisar cifra– cuyo local fue afectado y es propiedad de los ayuntamientos permanecen en precario porque no se han rehabilitado sus espacios.
«Tras la tragedia, recibimos un río de solidaridad desde todos los rincones del mundo -explica Daniela González, presidenta de la FSMCV-. Las donaciones llegaron desde instituciones públicas y privadas, asociaciones, fundaciones y miles de particulares. Aún queda un largo camino para muchas de las afectadas para recuperar la situación de normalidad previa a la catástrofe, pero todas las agrupaciones han sabido levantarse y recuperar su actividad».
Telones embarrados
La dana también sacudió con dureza las artes escénicas. El sector privado valoró sus pérdidas en más de seis millones de euros. Solo en material técnico, escenografía y vestuario la cifra superaba los tres millones, mientras que los daños en locales y transporte se acercaban a los 800.000. “Muchos auditorios, como el de Catarroja, quedaron arrasados; incluso almacenes enteros de escenografía resultaron dañados”, lamentaba María Ángeles Fayos, presidenta de la asociación de empresas de artes escénicas Avetid.
La lista de compañías y artistas afectados es amplia: Albena Producciones, L'Horta Teatro, Contrahecho, Fresa Teatro, Elcoval, EL Hambre, Berreando Teatro, Marea Danza, Cienfuegos, Otra Danza, Yapadú, A +, Grupo Amores… Todas ellas vieron amontonarse a las puertas de sus locales el material embarrado, esperando a ser recogido como simple basura.
Toni Benavent, fundador de Albena junto a Carles Alberola, recordaba la crudeza del momento: “Cinco camiones de basura se han llevado parte de nuestra historia y mucho dinero. Cada vez que echábamos algo se nos rompía el alma. Será largo y complicado volver a la normalidad”. Justo en noviembre de 2024 celebraban tres décadas sobre los escenarios.

Reapertura de la librería la Moixeranga en Paiporta al cumplirse siete meses de la dana / Daniel Tortajada
Librerías de esperanza
En el mundo del libro, la dana se cebó con los almacenes de editoriales y las librerías de proximidad. Unas 34 editoriales resultaron afectadas y un millón de ejemplares se perdieron bajo el agua y la cifra total de daños superó los 15 millones de euros en valor de mercado.
Un año después, Pau Pertegaz, director técnico del Gremi de Llibrers de València, describe un panorama de reconstrucción a medias. “Las librerías han reabierto, sí. Han recibido ayudas del Ministerio, de la Generalitat y del propio Gremi, además de donaciones privadas y una ola de solidaridad impresionante. Pero aún arrastran problemas con los seguros y con la burocracia. Algunas han tenido que cambiar de local”.
Esa “ola de solidaridad” fue una de las imágenes más luminosas tras la catástrofe: particulares de toda España donaron dinero y compraron online en librerías afectadas para sostenerlas durante la campaña de Navidad. “El que ama una librería, las ama a todas”, resume Pertegaz.
Sin embargo, las ayudas institucionales están tardando demasiado en llegar. “En los presupuestos se anunciaron dos millones de euros para ayudas al sector del libro por la dana. Se aprobó en abril, se publicitó a bombo y platillo… y no se ha convocado ni un euro. Cero. Es indignante”, asevera Pertegaz
A pesar de ello, las librerías han demostrado una resistencia ejemplar. Somnis de Paper, La Moixeranga, Passarella o Bufanúvols son nombres que simbolizan esa reconstrucción colectiva: locales que reabrieron gracias a voluntarios y lectores que se negaron a perder su espacio cultural. Guillermina Spiekerman, que ha reabierto Passarella en otro local de Picanya tras haber quedado destrozado el que tenía cerca del barranco, reconoce que la sensación que tenían días después de la dana era esa vulnerabilidad de saber que hoy lo tienes todo y mañana no. “Pero nunca dudamos de que íbamos a volver”, asegura.
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