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Hortensia Maeso, la resurrección de una diseñadora que se crece ante la adversidad

Con su taller en Picanya, la barrancada destrozó por completo la nave donde su equipo de 15 personas trabajan colección tras colección. Un año después, el nuevo espacio empieza a tomar forma tras un viaje emocional intenso, largo y frustrante pero con un final ilusionante: el de alguien que se recompone y vuelve a empezar.

Hortensia Maeso: "La dana ha sido como una pesadilla que ha terminado"

Daniel Tortajada

Amparo Soria

Amparo Soria

Picanya

"No sientes nada, no hay emociones; ni siquiera tienes miedo, simplemente es asombro, estupor". Es lo que vivió Hortensia Maeso, consagrada diseñadora de moda infantil y juvenil de València, cuando presenció el 31 de octubre lo que había pasado en su taller, frente al barranco del Poyo, en Picanya. Apenas 30 metros separan el cauce de la puerta de su estudio, donde trabajan una quincena de mujeres que aquel fatídico día volvieron a sus casas a las tres de la tarde, antes de que se desencadenara la catástrofe. Un año después, el viaje emocional ha sido largo, agotador y frustrante. Lo que no quiere decir que todo haya sido malo: Maeso es especialista en crecerse ante la adversidad. "Tuve que empezar de cero hace diez años y he tenido que volver a hacerlo; me he dado cuenta de que no pierdo la fe. Antes pensaba que con otra dana no volvería a pasar por todo esto; ahora sé que volvería a luchar", afirma, sentada en el despacho compartido e improvisado tras la barrancada.

Todo está ya en proceso de cambio. La riada borró prácticamente toda la fábrica, así que en este espacio se llevan a cabo dos reconstrucciones: la física y la emocional. Los materiales de obra conviven ahora con la delicadeza de las sedas naturales y los tules, con botones, lazos, flores, tocados y máquinas de coser donde Elena, una de las costureras, remata una costura, mientras Marina recibe llamadas de proveedores. Los percheros se amontonan en un rincón para no molestar a los operarios que trabajan con grandes vigas de madera para construir un segundo piso que garantice que, de volver a pasar, no se llevará por delante -al menos- el material tecnológico. El artesanal -grandes rollos de tela que se esparcen en dos mesas gigantes- se pone en altura cada vez que se decreta ahora una alerta meteorológica.

El taller de Hortensia Maeso, en Picanya, en plena tarea de reconstrucción hace dos semanas.

El taller de Hortensia Maeso, en Picanya, en plena tarea de reconstrucción hace dos semanas. / Daniel Tortajada

No pudieron entrar en la fábrica hasta dos días después del desastre. No les dejaban pasar por la peligrosidad del entorno, pero terminaron por colarse para ver con sus propios ojos lo que se imaginaban: la destrucción total. "Es una sensación de que se ha acabado el mundo. Empiezas a sacar barro de forma absurda; ahí estábamos mis hijas Noor y Yasmín, sus parejas, mi chico, Carlos, y yo, las trabajadoras ni siquiera podían llegar hasta aquí. Noor hizo un llamamiento en redes sociales y sus amigos y amigas se plantaron aquí en cuanto fue accesible para limpiar entre todos", recuerda Maeso.

En la fatídica tarde del 29 de octubre, la información llegaba por redes sociales y gracias al contacto que estableció con el hotel vecino, que le informaba de cómo estaba la situación. Fueron varias llamadas hasta que le dijeron que había entrado un palmo de agua. No volvieron a coger el teléfono. Llamó entonces a la fábrica de sofás a pocos metros de su estudio, quienes le advirtieron que el agua ya les llegaba a la cintura. "Yo sabía que mi nave estaría incluso peor, en un estado catastrófico, pero nada te prepara para ver lo que vimos", dice.

La ayuda familiar, de conocidos y amigos, de su equipo de trabajo y de voluntarios desconocidos avanzó a lo largo de las semanas posteriores. Ella dirigía algunos de los trabajos, con prioridad absoluta en intentar cerrar el estudio, donde las dos puertas industriales fueron reventadas por la fuerza del agua. Una quedó perdida; la otra se pudo recuperar. En mitad de ese caos, con una lista infinita de problemas que resolver, ayudas que solicitar, personas que atender y una digestión personal que realizar, Maeso se dio cuenta de que de nada servía pensar en la empresa a futuro, con todo lo perdido. "Esto iba de marcarse objetivos inmediatos, era la única forma de funcionar. Pensar a largo plazo era asfixiante", reconoce.

Señales como motor

Entonces, empezaron a llegar las señales. Ayudas, ayudas y más ayudas, en todos los formatos y de todas partes. Había algo positivo: Diez días antes de la barrancada habían entregado la campaña de comuniones a las tiendas que comercializan sus prendas y los encargos particulares que se habían realizado, pero no se podía producir ni modificar nada de lo entregado. La colección de corto e invitadas, perdida; los muestrarios, perdidos y, por supuesto, la materia prima con la que poder reactivar la actividad empresarial, completamente perdida.

"Mi hija Noor empezó a tramitar todas las ayudas a la Administración. De forma paralela, todos nuestros proveedores empezaron a volcarse con nosotras. Empezaron a llegar hilos, cremalleras, telas. Una mujer de Cuenca nos envió una máquina de coser, Cecotec nos envió varias karcher, y Hermanos Simó, en Torrent, nos dejó su nave para que pudiéramos recibir todos los materiales, porque no teníamos dónde guardarlos", recuerda. La lista de agradecimientos de Maeso es infinita, no quiere dejarse a nadie porque todos y cada una de esas empresas apuntalaron el largo camino de su propia reconstrucción: Shindo, Mokuba, Gratacós, Wintex, ColorPrint, Vicente Blanes y Carmen Jover, de Aitex, cuya llamada lo cambió todo.

La diseñadora Hortensia Maeso junto a su equipo en la nave de Picanya que fue arrasada por la barrancada del 29 de octubre.

La diseñadora Hortensia Maeso junto a su equipo en la nave de Picanya que fue arrasada por la barrancada del 29 de octubre. / Daniel Tortajada

Empezó a ver la luz bien entrado noviembre, con las oficinas instaladas en su casa y a medida que fue sacando a sus trabajadoras del ERTE. Fue entonces cuando recibió la llamada de Jover, quien le ofreció una de las salas de la sede de Aitex, en Paterna, para que pudieran empezar a coser, pese a que las ventas estaban prácticamente suspendidas porque la gente desconfiaba de que pudieran atender los encargos. Las tiendas, sin embargo, sí la apoyaron, y empezaron a entrar pedidos. "Empezaba a haber señales; entraban las ayudas económicas, teníamos una sala de confección donde volver a trabajar... no podía tirar la toalla", explica. Hasta la Reina Letizia llamó al taller, a través de su secretaria, para ver cómo podían ayudarles.

Así pasaron varios meses. Del almacén prestado en Torrent a la sala de trabajo en Paterna, viajando a Muro de Alcoi para 'reoperar' las telas, es decir, limpiarlas y habilitarlas de nuevo con un proceso industrial. "Me he dado cuenta de que ante la adversidad no me hundo. Hay frustración y miedo, claro, pero no pierdo la fe, y mientras haya señales y manos tendidas, sigo adelante", confiesa la diseñadora.

En el calendario del negocio había una fecha clave: La Feria Internacional de la Moda Infantil y Juvenil del 16 de mayo. Había cierto margen para presentar los muestrarios, estaban en fechas, y todo cambió cuando pudieron volver al taller de Picanya, casi en Fallas. No había nada, pero al menos se podía ya trabajar físicamente sin barro y con las máquinas, herramientas y materiales que habían podido recuperar y que habían sido donados. Entonces también llegó una propuesta que le volvió a estimular: ser la mantenedora de la Fallera Mayor Infantil de València, Marina García, una muestra más del apoyo a su trabajo y el reconocimiento a su obra que le realizó, en este caso, el sector fallero de València.

La diseñadora Hortensia Maeso en su taller de Picanya que fue arrasado por la dana y ha recuperado su actividad.

La diseñadora Hortensia Maeso en su taller de Picanya que fue arrasado por la dana y ha recuperado su actividad. / Daniel Tortajada

Las crisis suelen ser momentos de nuevas oportunidades, y Maeso decidió reestructurar el negocio. Dejó a un lado los diseños que hacía para 'celebrities', "porque no necesitaba exposición y visibilidad, sino negocio real, lo que me llevó a pensar en hacer una colección para ceremonia de madres", explica. Así, pasó de hacer comuniones, fiestas y alfombras rojas a sumar a su catálogo diseños para madres y para jóvenes. De ahí nació 'Flores en el barro', una colección sobre el renacer, la alegría, la esencia y la capacidad de florecer en el barro.

"Creo que esas adversidades estimularon mi creatividad, además de la unión y cercanía que sentí de la gente, con todo mi equipo y mi entorno. Siempre decimos eso de 'vivir el presente', pero es que ahora lo he visto materializado", subraya Maeso. "La mejor experiencia de la dana ha sido, sin duda, ver la humanidad de las personas, verlas en su pura esencia", destaca. Hoy, entre andamios, rollos de tela y olor a pintura fresca, Hortensia Maeso vuelve a coser el hilo de su historia en un renovado taller donde seguir convirtiendo la fragilidad en belleza.

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