Libro 'Soledad sin solitud'
Andrés Ortega Klein: "Una parte de los jóvenes va hacia la radicalidad por la búsqueda de identidad y compañía"
El politólogo, periodista y escritor publica 'Soledad sin solitud. Por qué tantos están tan solos' (Ediciones Nobel), un ensayo sobre la paradoja entre la hiper conexión del siglo XXI con el aumento imparable de la soledad no deseada. Frente a esta situación, reflexiona sobre la solitud, la circunstancia buscada, reflexiva y de crecimiento personal.

Andrés Ortega Klein presenta en València 'Soledad sin solitud'. / Fundación Telefónica. © OjiplaticO

Nieto de José Ortega y Gasset, Andrés Ortega Klein sigue los pasos de su abuelo en el ensayo que presenta esta tarde en València. Ha tocado casi todas las vertientes de las humanidades, desde la política hasta el periodismo y ahora, la filosofía y la antropología, siempre buscando respuestas hacia las nuevas realidades cuando aún son difíciles de explicar. Asegura que hay una crisis de futuro, "porque estamos todos perdidos, no sabemos a dónde vamos", pero a lo largo de su obra se encuentran diversas respuestas.
Presenta en València 'Soledad sin solitud'. ¿Qué diferencia ambos conceptos?
La soledad es un sentimiento normalmente negativo, tiene que ver con estar solo, abandonado, aislado. La solitud es algo mucho más reactivo y positivo. Algunos la llaman soledad buscada y es esa retirada estratégica hacia uno mismo, una soledad en la que la gente reflexiona, se tranquiliza y sale de esa alteración en la que vivimos constantemente.
En el libro plantea que vivimos en una sociedad hiperconectada que, paradójicamente, genera más aislamiento. ¿Cómo es posible que hayamos conseguido justo lo contrario a lo que buscábamos?
Porque las tecnologías modernas y la vida actual, con la falta de marcos para conocerse presencialmente, nos captan la atención, que es un bien muy preciado por las empresas. Nos hacen vivir alterados todo el rato, con lo cual tenemos menos tiempo y menos ocasiones de conocer gente e interactuar directamente. Eso hace que aumente esa sensación de soledad. Curiosamente, es un fenómeno global, pero especialmente intenso en las sociedades industrializadas, entre la gente mayor, que es lógico porque están más solos, y entre los jóvenes, que están conectados, pero absortos en la pantalla y pierden esa relación personal que existía antes. Es también una pérdida de capital social que se ha dado en las últimas dos décadas, a partir de 2005, cuando aparecieron los teléfonos inteligentes.

Andrés Ortega junto al periodista Adolfo Plasencia, y Víctor Hernández, director de Relaciones Institucionales de El Corte Inglés. / El Corte Inglés
Ese impacto en los jóvenes va en contra de aprender y desarrollar habilidades sociales básicas, el cara a cara. ¿Estamos dando un paso atrás?
Sí, entre otras cosas por la falta de tiempo. Si un joven dedica siete horas al móvil, otras siete u ocho a dormir y otras tantas al colegio, queda poco tiempo para dedicarse a sí mismo, reflexionar o leer, por ejemplo. En las relaciones presenciales, lo mismo, o en hablar por teléfono, porque usamos nuestros móviles para todo menos para hablar. Se envían fotos y audios, pero no hay una conversación. Casi ni se envían mensajes escritos ya.
"Los mayores hemos tenido una vida buena, pero la política no ofrece a los jóvenes un futuro esperanzador"
Antes comentaba que la solitud deseada es la de la introspección y el bienestar. ¿Cómo puede cultivarse en un mundo con tanto ruido?
Primero, cultivando el silencio, que hace falta. En segundo lugar, hay que aprenderlo. Hay sociedades que enseñan a sus jóvenes, incluso a los niños, a meditar: a abstraerse de lo que les rodea para situarse en el presente y en sí mismos, pero también a darle vueltas a las cosas, como decía Nietzsche. A reflexionar sobre cuestiones cotidianas, grandes descubrimientos científicos o temas relacionados con las artes. Eso se enseña, por ejemplo, en Japón o en Francia.
Supongo que también va ligado con desarrollar un pensamiento propio y crítico.
Sí. Hay colegios, incluso religiosos, como los jesuitas, que enseñan a discutir y por eso tienen el éxito que tienen. Pero sí, la enseñanza francesa era muy cartesiana: genera gente con pensamiento crítico, aunque quizá le falte generar genios, que otro tipo de educación sí produce.
Dice que la soledad no es necesariamente una enfermedad, pero sí tiene efectos negativos. ¿Las políticas públicas están teniendo en cuenta la longevidad de sus sociedades?
Sí, pero las soluciones burocráticas no son útiles. Crear un ministerio de la soledad no es la respuesta. En algunos países se están tomando medidas, como campañas en Suecia para saludar a los vecinos. Allí hubo una reacción contra el exceso de Estado del bienestar, porque se sustituyó a los cuidadores naturales por funcionarios. Eso provocó malestar entre las personas mayores o dependientes, y tuvieron que rectificar. Es importante atender a quienes necesitan compañía, pero nos estamos quedando sin gente para hacerlo, y a veces se empieza a reemplazar por máquinas.
En el ensayo también aparece José Ortega y Gasset y su idea de la “retirada estratégica”. ¿Cómo influye su pensamiento en este libro?
Mucho. Ortega, que era mi abuelo, lo tengo muy leído. No soy un orteguiano que conozca toda su obra, pero esos aspectos más filosóficos y sociológicos sí los he seguido. Él decía que la soledad es intrínsecamente humana; los animales a veces no se sienten solos, ni en solitud. Quizá no usó ese término, pero la idea está ahí. La solitud es un rasgo humano. Uno está solo muchas veces ante las grandes decisiones, ante la muerte o en muchas etapas de la vida.
Usted proviene de una trayectoria que combina periodismo, análisis político y muchas otras disciplinas. ¿Qué le ha llevado ahora a centrarse en la sociología y la antropología?
Estudié Ciencias Políticas, aunque antes empecé Ingeniería de Caminos, que dejé porque no me gustaba. Hace años me percaté de la importancia de la revolución tecnológica. Cuando era director de estudios en Moncloa, con Felipe González, en 1994, mandé instalar la primera línea de Internet en el palacio, lo cual fue un lío de seguridad y hubo que crear una línea especial. Desde entonces he seguido mucho este tema. Escribí un libro sobre los robots que anticipaba algunos efectos que ahora tiene la inteligencia artificial. Creo que hemos entrado en una nueva era en la que la tecnología, que siempre ha acompañado al ser humano, nos plantea nuevas posibilidades, pero también nuevos retos.
En toda esta carrera tan extensa, donde ha combinado política y mirada social, ¿qué cambio diría que ha sido el más determinante?
De los que he vivido, la llegada de Internet, la digitalización y ahora la inteligencia artificial, que plantea el reto de si trabajamos con las máquinas o las integramos en los seres humanos. Dicho esto, creo que la llegada de la electricidad fue tan importante en su momento como lo que estamos viviendo ahora.
"Los mayores hemos tenido una vida buena, pero la política no ofrece a los jóvenes un futuro esperanzador"
En una entrevista reciente afirmaba que el totalitarismo se aprovecha de la soledad. ¿Cómo se le relaciona con la extrema derecha y su auge?
Ese auge se da en todas partes, sobre todo en las sociedades más maduras y con más libertades. Creo que se debe, en parte, a este aumento de la soledad, sobre todo entre los jóvenes. Hannah Arendt decía que el totalitarismo se aprovecha de la soledad para crear identidades, dar compañía y sentido de pertenencia a grupos o tribus. Por eso la fomenta, porque luego puede usarla en su beneficio. Una parte de los jóvenes se está yendo hacia posiciones más radicales quizá por eso, por la búsqueda de identidad y compañía. También por eso está rebrotando cierta actitud religiosa: no tanto creer como pertenecer.

Andrés Ortega Klein presenta 'Soledad sin solitud'. / L-EMV
Eso también tiene que ver con sentirnos todos un poco perdidos, sobre todo los más jóvenes.
Sí, estamos todos un poco perdidos porque no sabemos a dónde vamos. He escrito una novela recién publicada, 'Sé agua', que trata sobre el mundo dentro de 30 o 40 años. Intento aclarar algunas cosas, sin aliviar nada. Creo que vivimos una crisis de futuro. Para los mayores, que hemos tenido una vida relativamente buena, es distinto, pero los jóvenes están protestando en Nepal, Madagascar, Perú o Marruecos porque la política no les ofrece un futuro esperanzador. Están viviendo una crisis de expectativas. No es que vayan a vivir peor que sus padres, pero nosotros vivimos un desarrollo muy positivo, y ahora nadie sabe a dónde ir. En los años de la Transición, sabíamos adónde queríamos ir como sociedad. Hoy la política no ofrece esas esperanzas de futuro que mucha gente necesita.
¿Hacia dónde cree que va el futuro?
Soy más bien pesimista a corto y medio plazo, porque las revoluciones industriales o tecnológicas tardan en beneficiar al conjunto de la sociedad. La revolución industrial tardó setenta años en hacerlo en Inglaterra, donde empezó. A largo plazo soy más optimista, porque los seres humanos acabamos resolviendo las situaciones, aunque el camino sea duro. Habrá desplazamientos, vaciamiento de clases medias y desempleo tecnológico, que no podrán mantenerse indefinidamente.
"La política no ofrece a los jóvenes un futuro esperanzador, viven una crisis de expectativas"
Las redes sociales se condenan a menudo por el aislamiento que generan, pero también han servido de espejo y comunidad para mucha gente. ¿Hasta qué punto son positivas o negativas?
Son muy positivas porque permiten intercambiar información. Ahora, esa información ya no la intercambiamos entre nosotros, sino con la inteligencia artificial, que se introduce cada vez más en las redes. La posibilidad de comunicación que brindan, como cuando tienes a tu familia lejos, es muy valiosa y barata. Lo malo es que las propias redes y los algoritmos tienden a darnos lo que esperamos, a reforzar nuestras tendencias en lugar de confrontarlas con otras diferentes. Son las llamadas cámaras de eco, que generan polarización.
¿Qué le gustaría que cambie en el lector cuando lea su ensayo?
Que se dé cuenta de que la soledad es un problema reciente, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX y el XXI, aunque siempre ha existido. Y que la solitud es importante: hay que cultivarla y valorarla, porque las razones que nos llevan a más soledad son las mismas que nos alejan de la solitud. Hay que corregir lo que está mal para tener una vida humana plena.
¿Dónde encuentra usted su propia solitud deseada?
En la reflexión, en la meditación que practico regularmente, en escuchar música. En saber estar solo. Pascal decía que uno de los grandes problemas del ser humano es que no sabe estar solo en una habitación.
Presentación en El Corte Inglés de Colón
El analista, periodista, y nieto del filósofo José Ortega y Gasset, Andrés Ortega Klein, ha presentado en El Corte Inglés de Colón en Valencia el ensayo Soledad sin Solitud, ¿Por qué tantos están hoy tan solos?
El libro, ganador del XXXI Premio Internacional de Ensayo “Jovellanos”, aborda uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Desde un punto de vista original, el autor establece una distinción perfecta entre la soledad no buscada y la deseada y apela, además, a las relaciones afectivas como auténtica vía de superación del aislamiento social.
Andrés Ortega es politólogo, escritor y periodista. Ha sido en dos ocasiones director del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Ha tenido una larga trayectoria en periodismo como corresponsal en Londres y Bruselas, y columnista y editorialista de El País.
Ortega ha publicado diversos libros, entre ellos, La razón de Europa (2024), La fuerza de los pocos (2007), El fallo de un país (2012), Recomponer la Democracia, y La imparable marcha de los robots (2016). También es autor de las novelas Sin Alma (2012), y Sé agua, publicada recientemente.
El acto de presentación ha estado a cargo del periodista especializado en Ciencia y Tecnología, Adolfo Plasencia.
Al finalizar la presentación el autor ha podido compartir coloquio con el numeroso público asistente y firmar ejemplares de su obra.
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