Volver a sentarse en la plaza de toros de València para ver un festejo fue volver a la vida. Fue tirar abajo las paredes del tiempo para regresar a los días de antes del inicio de la pandemia. Fue volver a apropiarse de esa sensación lenta, invisible y sin remedio, que avanzaba cada vez con mayor familiaridad y silencio desde hace demasiado tiempo, de cumplir con las aficiones, de materializarlas.

Allí sentados tuvimos aquella sensación sibilina y miserablemente impaciente de las primeras veces. Allí, cuando salió el primer novillo, nos acordamos de nuestros abuelos y abuelas -tan castigados por la covid-, esas personas que un día nos cogieron de la mano cuando éramos niños para regalarnos un mundo tan maravilloso como este. De repente, reconocimos ese largo cordón umbilical después de dos años desaparecido. Porque llevábamos a cuestas de nuestra memoria la memoria de aquellos con los que algún día fuimos a los toros. Esos que nos transmitieron con amor el toreo para que lo acabásemos amando.

Y sin olvidar aquellos aficionados que salieron de aquí ese 8 de marzo de 2020 -última vez que la plaza dio un festejo- y ya no volvieron más por el oscurecimiento del coronavirus.

En la plaza, nuestra cara aparecía pintada la luz viva de la ilusión. Y esa luz no era más que un agradecimiento emocionado a todos ellos.

Como digo, a la salida del primer novillo, que le tocó en suerte al malagueño Julio Aguilar, la plaza se sacudió su agresiva avitaminosis y, a pesar del frío y el viento, volvió a ser un transatlántico de emoción, un laberinto de bravura, una caldera de valentía.

Aunque todo hubiese tenido más importancia si se hubiera contado con una corrida de toros para la reapertura, una idea vertiginosa, atrevida y necesaria aunque, naturalmente, se intuía difícil por unas cosas u otras.

Pero lo importante, claro, es que, con una clase práctica organizada por la Diputación de València, volvimos a sentir ese olor dulzón de la arena mojada y ablandada por el sol, la mirada demasiado intensa de los aficionados que volvían a encontrarse y el aliento pegajoso tras comentar las faenas de los jóvenes entre ellos.

Un muletazo de Nek Romero al cuarto de la tarde. Eduardo Ripoll

La mejor noticia de la reapertura fue que un joven valenciano, Nek Romero, triunfó con autoridad tras cortar dos orejas en el cuarto de la tarde. Fue volteado sin consecuencias en el quite y dejó un buen espectáculo en banderillas, como los cánones de la tauromaquia mediterránea más pura manda. En la muleta, este novillero de Algemesí, anduvo templado, sereno y siempre con la voluntad de torear despacio y derecho. Se mostró capaz e inteligente ante un eral desfondado de Fuente Ymbro. El buen uso del estoque puso el doble trofeo en sus manos. Era el primer día que hacía el paseíllo en València. Y paseó las dos orejas con un manojo de romero que le tiró su familia, presente en los tendidos de sombra.

La novillada fue más colaboradora que brava, estuvo bien presentada pero fue justa de fuerzas. El mejor eral de la divisa gaditana fue el tercero por su prontitud, transmisión y codicia en la muleta. Prueba de ello fue que en banderillas puso a prueba a todos los subalternos y en el primer envite con Sergio Domínguez, inicio de rodillas por la espalda, fue seriamente volteado. El joven de Badajoz paseó la oreja con un cabestrillo en su brazo izquierdo tras una faena llena de disposición. Julio Aguilar, de Málaga, dejó destellos de buen gusto en muletazos sueltos en el primero; Joaquín Caro, de Madrid, supo coger el aire con su oficio al nada fácil segundo; Manuel Caballero, de Albacete, cortó una oreja al quinto tras una faena con más voluntad que acierto; y Alejandro Chicharro, de Colmenar Viejo, mostró ganas.

José María Carreras "El Misu"

Regreso del festejo popular

En la mañana del domingo, el recortador de La Vall d’Uixó, José María Carreras «El Misu», se proclamó Campeón de Europa de recortes ante el toro «Escribiente» de Fuente Ymbro. Noel Ribera, de Museros, resultó herido con un traumatismo costal y un varetazo en el muslo izquierdo. Baptiste Bordes, de Dax, sufrió una cornada en el glúteo izquierdo de ocho centímetros de la que fue intervenido quirúrgicamente en la enfermería.

Por la tarde, volvió el certamen «València busca un torero», en el que destacó Leonardo, de Vila Franca de Xira. El joven portugués, acompañado por el maestro Víctor Mendes, realizó la faena más compacta y torera de la tarde frente al sexto, novillo de Antonio López Gibaja que destacó por su clase y fue premiado con la vuelta al ruedo. Paseó una oreja, la única del festejo.

El novillero de Massamagrell, Javier Camps, toreó con desmayo y gusto por el pintón derecho. El final de rodillas puso el premio en su mano pero pinchó y se cortó con la espada, por lo que tuvo que pasar a la enfermería.

La emoción de volver, colgada de la memoria, se perdía en lo hondo de la tarde como farolillos de fiesta. Porque volver a la plaza, en definitiva, fue un homenaje con olor a historia.