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Ángel Téllez puso la diferencia

El joven espada de Mora de Toledo fue el único que no cortó trofeos pero mostró un concepto clásico y puro en una extraordinaria versión al natural en el sexto - Jesús Duque paseó una oreja tras ser volteado de manera muy fea

Ángel Téllez frente al sexto de la tarde en la plaza de toros de València. EFE/Manuel Bruque

Fue una tarde para aficionados. Y tanto que lo fue porque el panorama que volvió registrar la plaza de toros de València, después del cataclismo de Roca Rey, fue desolador: un cuarto de aforo para ver a tres jóvenes que no se dejaron nada en el tintero.

También fue una tarde para aficionados porque se vio a buenos banderilleros hacer las cosas muy bien delante de toros nada fáciles. En el primero, Roberto Blanco manejó el capote extraordinariamente frente a un animal que galopó en banderillas. En el segundo, un toro reservón, hubo buenos pares de Curro Javier y Alberto Zayas -ambos se desmonteraron- y una buena lidia de Andrés Revuelta. Los tres también destacaron en el quinto y también se destocaron. Y en el sexto, Juan Navazo supo extraer las virtudes del ejemplar con un inteligente manejo del capote.

En el terreno ganadero, Fuente Ymbro, divisa que volvía a València tras su ausencia en la Feria de Fallas, echó un encierro bien presentado y con cuajo en el que destacó más de un toro de nota. Sobre todo el quinto, un gran ejemplar en la muleta, por donde embistió con categoría, que no se empleó en el tercio de varas. Un torrente de calidad y exigencia que sin duda será uno de los toros de la feria. A «Manirroto», aplaudido en el arrastre, Lorenzo le cortó una oreja pero fue un toro para salir por la puerta grande. Anduvo torerísimo con él y, cuanto más le podía, mejor embestía. Pero faltó algo para la comunión definitiva. Quizá hubo demasiada pulcritud, excesiva corrección con un toro que pedía más pasión, desatarse más. Hubo una tanda por el pitón izquierdo que la gente jaleó con gran sonoridad. Y la música también acompañó. Pero, finalmente, solo paseó una oreja tras media estocada. En su primero, faltó ligazón porque el toro no lo permitía, pero hubo entidad al natural. Nada más.

En el cuarto, Jesús Duque, que volvía a València tras triunfar en la Feria de san Jaime previa al coronavirus, puso muy cara la tarde a base de firmeza con un precioso jabonero sucio que embistió de manera vibrante. Ese fue otro de los toros del festejo, de nombre «Hostelero», reata legendaria del hierro gaditano. El valenciano de Requena citó en los medios y, con esas embestidas que repetían con codicia, dejó varias tandas intensas. Duque, que en su primero fue todo corazón, cobró una faena con aplomo y fe en sí mismo. En esos terrenos, nadie creía más en el toro que él. Y en un final valeroso, resultó feamente volteado, abriéndole la taleguilla de arriba abajo mientras toreaba por el pitón derecho. Recibió varios varetazos en ambos muslos y, tras un estudio torácico, pasó la noche ingresado en el Hospital Casa de Salud. Pero paseó una oreja ganada con entrega tras marrar con la espada.

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El toreo al natural

Y en el sexto se vivió lo mejor del día con un diestro no cortó orejas y tuvo el peor lote. Muy cruzado, con la suerte cargada en la mayoría de cites y la muleta planchada, Ángel Téllez dibujó naturales espléndidos en redondo con un final sencillamente grandioso: una tanda de naturales con la mano derecha y un eterno pase de pecho constituyeron todo un monumento al arte de torear. Se servía de su valor de zinc para tirar del toro con mimo como si arrastrara penosamente un tronco gigante y pesado. Su concepto se amplificó como las olas empapan la blancura de la arena. Todos se habían quedado prendado de él. Porque se la jugó de verdad y ganó la partida , el respeto y la admiración de la afición de València. Porque Téllez tiene una pureza que te hiere como la punta de una navaja penetra la carne, como ese cante de Camarón. Y eso es difícil de ver.

En su primero, un toro que era un lámina de guapo por la armonía de su conjunto, ya mostró sus credenciales. El joven de Mora de Toledo, que venía con el crédito de ser el triunfador de san Isidro, se presentó en el «Cap i Casal» como matador de toros con una faena seria que brindó a El Soro, presente en la meseta de toriles. Los otros dos espadas también le brindaron una faena.

Tuvo un oponente que apenas se movió, pero consiguió torear con los vuelos de la muleta y con la muñeca. Porque Téllez sabe lo que quiere y lo expone sin titubeos.

Y la Feria de Julio ratificó la novedad del año: su concepto. 

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Feria de Julio 2022 Fernando Bustamante

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