Magia y nostalgia del poncismo
El maestro de Chiva celebra el toreo y la vida con sus más íntimos y la Infanta Elena acude a felicitarlo tras su histórica tarde de despedida en València

La salida en hombros de Ponce fue una auténtica locura por las calles de València camino del hotel / F. Calabuig

Resaca festiva, emocional, sentimental… pero resaca de la magia y nostalgia del poncismo, esa que surge cuando al corazón le dan las doce campanas en el pecho, entrada la madrugada, y el champagne francés se descorcha para celebrar la vida y el toreo como nunca. O como pocas veces. Me refiero a los sueños y al cumplimiento físico de los mismos, ricos en vivencias, tan descarados de emociones que no tienen cotización ni encuentran atajo porque van camino de la memoria. Esa es la verdadera magia del toreo. Y su misterio sediento, donde anidan las ilusiones errantes.
Y así, en medio del clamor del triunfo, se celebró el triunfo en un céntrico restaurante de la capital valenciana llamado Goya, con los amigos más amigos como Ramón García ‘Ramontxu’, Javier Conde y Litri hijo... el rejoneador Fermín Bohórquez, sus banderilleros de siempre como Mariano de la Viña, la cuadrilla actual, su familia capitaneada por sus padres Emilio Ponce y Enriqueta Martínez, su pareja Ana Soria y sus padres... Magia, misterio y sueño. Una gozada.
Porque ya nunca y siempre volveremos a ver a Enrique Ponce de la forma que estuvo en València el pasado 9 d’Octubre. De fantasía, con su mejor sabiduría mágica, más pura y herida en su orgullo para lograr el triunfo a toda costa en esa petición de sobrero de Juan Pedro Domecq. Hasta tres toros tuvo que lidiar en su último capítulo de su vida torera en València y sacar fuerzas de su alma, como si las hiedras de su juventud volviesen a trepar por sus muñecas. Ahí también estuvo su verdadera grandeza.

La Infanta Elena fotografía un momento de la faena de Ponce / F. Calabuig
Las emociones
Cuantos fuimos a despedir a Enrique Ponce no pudimos evitar un nudo en la garganta. Ni Ponce después de ya arrastrado su último toro, de nombre «Triquiñuelo». Una lágrima furtiva, la mirada atrapada por la belleza de las imágenes, el clímax de uno de los toreros más importantes de la historia. El pueblo sucumbido a la pasión de la leyenda como pocas veces se había visto aquí, escenas todas ellas de otra época que seducían al presente y estallaban los sentidos en nuestros ojos.
Volvió a la plaza de toros de València y allí estaban sus fieles, resistiendo al frío de la retirada, al paso de las estaciones del tiempo. En el portón de cuadrillas había un hombre con su medio siglo a cuestas, sus más de treinta años de torero, con sus cornadas... y los tendidos, llenos de toreros para despedir a un torero de época. Y también a una época que empezó en los años 90 y ha durado más de un cuarto de siglo.
Hay días que son inclasificables porque sencillamente no son comparables a ningún otro. La despedida del maestro Ponce en València entra dentro de esta categoría. Y con el ambientazo... el cartel de 'No hay billetes' en las taquillas de plaza. La tarde fue en sí mismo la sumersión en sus obras completas.
El discurso de Ponce
Por eso, el maestro de Chiva se pasó toda la noche emocionado, incluso se dirigió a sus amigos en un pequeño discurso, un verdadero golpe de inspiración. Otro más en este día de intensidades. La última lección de Ponce siendo más Ponce que nunca, recordando paisajes, perdido en la memoria de su vida, con el que se identificaban viejos recuerdos, rejuvenecidos en la tarde del 9 d’Octubre, con especial atención a sus padres, a los que había brindado el cuarto toro a pesar de que Enriqueta se quedó en su habitación de hotel, como hace siempre que torea en València. Pero el maestro quiso recordar ese momento y destacar que el brindis era para ambos como agradecimiento a una vida. También se dirigió a sus amigos de siempre, a la cuadrilla completa, enfatizando en el equipo que formaban todos juntos en este año del adiós... Incluso a Ana, su pareja, porque no hay que olvidar que los artistas cuando mayor plenitud alcanzan es en el misterioso pálpito del amor.
Otro de los instantes de la noche fue cuando la Infanta Elena, presente en el tendido de capotes, acudió a felicitarlo en persona tras su histórica tarde de despedida. La hija mayor del rey Juan Carlos también conversó ampliamente con su familia.
Así que Ponce guardará en su corazón para siempre esa tarde imborrable en la plaza de toros de València porque sabe que en su vida habrá pocos momentos de una pasión similar. Cuánta grandeza.
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