Tomás Rufo regresa a las Fallas: "Tengo que dominar mi mente antes que al toro"

El diestro toledano abre su temporada en la plaza de València el domingo 16 de marzo junto a Manzanares y Roca Rey tras operarse de la rodilla derecha: "Cuando toreo con Roca Rey, saco mi mejor versión"

Tomás Rufo posa para la entrevista tras una jornada de campo en la finca de la ganadería de Garcigrande.

Tomás Rufo posa para la entrevista tras una jornada de campo en la finca de la ganadería de Garcigrande. / R. Peris

Jaime Roch

Jaime Roch

Salamanca

La cita es en el corazón del campo charro. Algo así como la élite del toreo. La finca de Garcigrande, situada en Alaraz (Salamanca), donde un creador de la bravura como Justo Hernández tiene en la mano el toro del futuro (y del presente). Hasta allí acude Tomás Rufo, torero de 25 años que regresa a la Feria de Fallas tras un año de ausencia en un cartel que roza ya el 'No hay billetes': domingo 16 de marzo junto a José María Manzanares y Andrés Roca Rey frente a toros de Jandilla. Tres becerras en la plaza cubierta de Garcigrande dan la dimensión de la evolución del espada toledano, que está con la hierba en la boca y que es un torrente desbordado de ganas de convertirse en figura y de triunfar. Lo tiene claro.

Al fin, regresa a la plaza de toros de València.

Sí, es una plaza que me acogió muy bien desde el día de mi debut. De hecho, recuerdo una tanda de rodillas con la plaza llena que, cuando me levanté, estaba todo el público de pie.

Torea junto a Andrés Roca Rey.

Es un privilegio estar acartelado junto a él. Es evidente que es el número uno y por eso me motiva acartelarme junto a él. Me hace sacar mi mejor versión.

Una extraordinaria verónica de Rufo en la plaza cubierta.

Una extraordinaria verónica de Rufo en la plaza cubierta. / R. Peris

¿Se encuentra recuperado de la operación de rodilla?

Sí, por eso reaparezco en la Feria de Fallas. Ha sido un invierno distinto al que estaba acostumbrado porque he empezado la preparación tarde, pero ya me encuentro al 100%.

Viaja con un fisioterapeuta a todos los sitios.

Como voy un poco por detrás de mis compañeros en la preparación, me he visto obligado a ampliar la cuadrilla y viajan conmigo a cada tentadero un fisioterapeuta y un preparador físico que son los que me han marcado los plazos para volver a torear.

También ha cambiado de apoderados.

Sí, me encuentro muy feliz y todo lo que me ha pasado estos últimos meses ha sido muy positivo. Me encuentro pleno como persona y como torero.

¿Y esa plenitud cómo se traduce?

Sobre todo, en acercarme a mi mejor versión. No creo en la perfección, pero cuando consigo tener bajo control la embestida del animal y los impulsos de mi cuerpo, que el miedo ni la presión me aceleren delante del toro… Creo que me acerco a mi mejor dimensión.

Qué difícil es eso.

Sí, pero cuando siento que controlo al toro y a mi cuerpo, surge una conjunción muy bonita entre los dos y la gente que está en los tendidos de la plaza lo percibe.

El torero de Pepino dibuja un natural profundo.

El torero de Pepino dibuja un natural profundo. / R. Peris

¿Qué controla antes, el cuerpo o el toro?

Si no eres capaz de salir a la plaza con el control de la mente, el cuerpo, el miedo... no eres capaz de ordenar a un animal como el toro. Quiero decir, tengo que dominar mi mente antes que al toro. Para llegar ahí, necesito sentir que el animal ya lo tengo controlado y, a partir de ahí, me empiezo a acoplar a su embestida. Entonces, si uno está delante del toro fresco, preparado, mentalizado... Llega un momento de conjunción prácticamente perfecto.

La temporada pasada, ¿hubo algún momento así?

Por ejemplo, con un toro de Victoriano del Río en Madrid al que le corté una oreja sí que hubo sensaciones en las que me sentía pleno porque ahí llegó un momento de entrega absoluta y me daba igual lo que pasara. Cuando maté los seis toros en Talavera de la Reina, sobre todo, con un toro de El Juli que indulté también me sentí así. Incluso con un ejemplar de Fuente Ymbro en Pamplona al que le corté las dos orejas.

¿Esas tardes marcan su madurez?

Bueno, la madurez creo que me la marcó el hecho de reducir los festejos el año pasado… cuando las circunstancias de mi carrera no fueron del todo fáciles.

¿Cómo?

Me hacía un planning de cada festejo, lo preparaba a conciencia y creo que ahí asimilé muchos matices de mi tauromaquia y sentí que crecí verdaderamente como torero y como persona, la verdad.

Entonces, ¿en qué torero se ha convertido?

En un torero mucho más reposado, con las ideas más claras, lógicamente, intentando buscar el triunfo siempre, pero siendo fiel a un concepto.

Un extraordinario derechazo de Tomás Rufo.

Un extraordinario derechazo de Tomás Rufo. / R. Peris

¿Y como persona?

A saber esperar mi momento y a aprovechar cada oportunidad que tenía. La temporada pasada me tuve que olvidar un poco de ser impaciente para ser más paciente, a no tener esa ansia tras ver otros compañeros que toreaban más…

¿Dónde encontró refugió?

Con las personas que me ayudaban a ver el lado positivo. Por ejemplo, en mi familia, en mi padre, que es una persona clave en mi carrera; también en mi hermano, que me daba mucha tranquilidad… Al final creo que el balance de la temporada fue muy positivo y los triunfos me están sirviendo para que este año pueda entrar en muchas ferias.

 

Entonces, es un torero renovado.

Sí, ahora estoy buscando más la profundidad, apoyarme más en los riñones en cada muletazo, con el cuerpo más encajado.

Da las tandas muy largas.

Claro, porque hasta el tercer o cuarto muletazo no lo coges verdaderamente el ritmo a los toros para pararle la embestida. Para mí, las tandas deben de ser de ocho o nueve muletazos, que es cuando uno de verdad está mandando en el enganche, en la mitad y en el final del muletazo. Eso, eso para mí es el toreo. Para mí el toreo empieza cuando el animal se para.

Eso decía un maestro mexicano.

Porque es ahí donde realmente engancho al toro y lo suelto cuando quiero. Y es ahí también donde sale el temple, sale el ritmo de las muñecas y la capacidad porque a partir del quinto muletazo, los animales embisten más despacio, tardan más en pasarte por el cuerpo… Hay que tener valor.

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