El nuevo Luque: "Soy un torero libre"

El torero de Gerena regresa a Valencia tras un largo año de ausencia el próximo lunes 17 de marzo en la corrida de Juan Pedro Domecq. Estrena apoderados y se muestra renovado en fondo y forma

Daniel Luque posa en uno de los cercados de 'Egido Grande', la finca de Alcurrucén

Daniel Luque posa en uno de los cercados de 'Egido Grande', la finca de Alcurrucén / R. Peris

Jaime Roch

Jaime Roch

Cáceres

Saberse torero de los buenos es una sensación fantástica. Diría que única. Sentirse observado por los compañeros cuando coges el capote o la muleta, te debe de llenar de sano orgullo. Alcanzar la madurez torera y la dicha personal con poco más de treinta años, tampoco está al alcance de cualquiera. Y, finalmente, entender este misterio del toreo en plenitud, está sólo destinado a hombres con sensibilidad como Daniel Luque, torero bueno y hombre con motivos de sobra para ser feliz.

¿Renovación o evolución? Sea uno u otro término, lo cierto es que Luque está más maduro y más mentalizado porque ha buscado en su interior su fondo nunca perdido de buen torero: «Trato de tener la mente fría cada tarde de toros».

Así que su soberbia tauromaquia quedó desplegada como lección magistral en la plaza de tientas de ‘Egido Grande’, la finca de Alcurrucén situada en Navalmoral de la Mata (Cáceres), donde gozó e hizo gozar a los allí presentes. Y eso que las becerras imponen al torero una mayor velocidad de pensamiento, y la ligereza del castigo que sufren les permiten, a lo largo de su lidia, plantear un número mayor de problemas que el toro. Pero cuando ves a Luque pulsar su capacidad con las vacas, crece el asombro. Porque es muy buen torero. Esa es la realidad. Y el próximo lunes regresa a la plaza de toros de Valencia.

¿Hay un nuevo Luque?

Para mí, es muy importante lo que dices. Sobre todo, porque he logrado avanzar en mi tauromaquia, que es lo más complicado y lo más difícil para cualquier torero cuando ya lleva tantos años en la profesión.

¿Y cómo es ese torero de ahora?

La verdad es que yo lo siento igual, pero me encuentro en un estado profesional y personal muy importante y eso se traduce en la plaza de toros. Creo que he vuelto a convencer a los que un día defraudé.

¿Cómo?

Toqué fondo y a partir de ahí empecé a levantarme, a sentirme a mí mismo y a expresar en la plaza lo que tenía dentro, sin presión, porque como lo tenía todo perdido… salía a torear como si nada.

Daniel Luque expresa un personal derechazo.

Daniel Luque expresa un personal derechazo de mano muy baja. / R. Peris

¿Y en ese momento qué buscaba?

Al Luque de los primeros años, de la juventud, de la inocencia, de la de la garra, de no dejarme ganar la pelea por nadie y, a la vez, añadía la sabiduría de esta madurez, esa tranquilidad del ahora, el óptimo estado personal, el saber que se me había ido todo y que ahora lo podía volver a ganar o quizás enterrarme aún más todavía en la profesión.

Recuperar la ilusión

¿Perdió la ilusión por el toreo?

Sí, mucho, pero la recuperé gracias a la gente que me rodea diariamente, tanto en lo personal como en lo profesional. Son, por encima de todo, mi familia y mi cuadrilla.

Pero, ¿llegó a pensar en la retirada?

Más que en la retirada, pensaba en hacerme banderillero para poder vivir del toro. Son sensaciones muy duras, pero a la vez son bonitas porque es lo que me hizo levantarme de nuevo y reencontrarme.

¿Cómo digirió esa dureza?

Es un trabajo de mucho tiempo y, sobre todo, de vivir esa dureza. Entonces, ahí llegó Francia, su afición, para hacerme sacar todo lo que yo tenía dentro. A Francia le tengo que agradecer lo que soy ahora mismo.

Dígame una tarde clave, esa que marca el ascenso.

En el 2017 recuerdo una corrida de Robert Margé en Bayona (Francia) con la que triunfo y por la que se me hace la contratación en Madrid para el 12 de octubre. Me decían que era lo que había y fueron momentos complicados. No me olvido de la encerrona histórica de Dax con toros de La Quinta o en Nimes este año pasado…

¿Ahí reside la vuelta de tuerca a su tauromaquia tan renovada?

No solamente esas tardes, también el refugio del campo… Es ahí donde se cometen los errores y también se arregla todo. Estos días pienso en que me gustaría ver a un torero en plenitud en la soledad del campo porque los toreros en la plaza se motivan, pero creo que muchas veces no somos capaces de expresar lo que sentimos por el escenario, por la emoción, por la gente, por el mismo toro, por todo... Hay muy pocos días que te puedas sentir.

Hábleme de sus nuevos matices.

Sobre todo, tener la cabeza muy fría cuando sale el toro para reaccionar rápido. Es decir, pensar delante de la cara del toro para sacar lo que uno tiene dentro, que salga solo, sin guion.

Daniel Luque dibuja un natural sentido y profundo en Alcurrucén.

Daniel Luque dibuja un natural sentido y profundo en Alcurrucén. / R. Peris

¿Eso antes no pasaba?

No, llegaba muy presionado a las plazas. Iba predispuesto a ver si toreaba de una forma o toreaba de otra y ahora lo que ocurre es que tengo interiorizado mi concepto y surge solo.

¿Cómo es ese concepto que tiene interiorizado?

Una tauromaquia larga, donde me gusta tocar muchos registros de cercanías, de encastes... Me encanta meterme dentro de los animales para sacarles lo que llevan dentro. Eso se logra con la técnica, que es tan leal, tan interna de cada uno que se expresa de manera muy personal y eso es lo que emociona o no emociona.

La intención de la mente

¿Y la personalidad?

Hay que unirla a la técnica, claro. Pero primero hay que dominar la técnica por encima de todo para que el público te vea en otro mundo. Ahí es donde vienen las faenas grandes, las históricas.

Incluso ahora se permite 'codillear' en el muletazo…

Eso que no gustaba a los antiguos… pero quiero que con la sola intención de mi mente, el animal sepa dónde tiene que ir sin apenas tocar la muleta.

¿Poderle con la mente?

Exactamente. Creo que al toro se le gana primero con la mente. A los más complicados, intento mirarlos a los ojos y transmitirles que el que gano en el ruedo soy yo.

Entiendo.

El torero cuando mejor está en la plaza es cuando es capaz de ser libre. Ahora soy un torero libre y soy capaz de hacer lo que está en mi cabeza en ese instante.

¿Y el miedo?

Cada vez tengo más porque soy más consciente, pero intento dominar mi mente para que el cuerpo se abandone. Pero, insisto, cuando eres capaz de ser libre, no hay quien pueda contigo.

Daniel Luque y Luis Manuel Lozano, poderdante y apoderado, posan tras el tentadero en Alcurrucén.

Daniel Luque y Luis Manuel Lozano, poderdante y apoderado, posan tras el tentadero en Alcurrucén. / R. Peris

¿Qué le aporta su apoderamiento con la casa Lozano?

Esa tranquilidad de la que hemos hablado. Sé que el camino va a ser duro, no es fácil, pero los Lozano hacen las cosas con verdad y ahora de lo único que me preocupo es de torear, antes no.

¿Hoy en día hay rivalidad?

Hay muy buenos toreros, pero deben salir a la plaza a ser los mejores. Sí que hay rivalidad, lo que pasa es que hay que unirla en los carteles de las ferias. Es lo que ahora mismo busca el aficionado.

¿Qué busca en un toro?

La entrega.

¿Y qué es?

Cuando tú le pones el cuerpo y el alma a un animal y él te respeta y se va a por un trapo en lugar de coger el cuerpo. A partir de ahí, ese toro va a hacer lo que tú digas. Para mí la bravura es eso, la entrega de todo.

Y a la entrega se llega siendo libre.

En mi caso, sí. Necesito tener esa paz interna para luego tener la fuerza para jugarme la vida delante del toro.

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