Borja Jiménez: "La presión me hace mejor torero"
El torero de Espartinas se prepara a conciencia para afrontar una temporada clave en la que regresa a la Feria de Fallas el próximo 19 de marzo mano a mano con Román

J.Roch

El frío y la humedad de Salamanca nunca son impedimentos para que Borja Jiménez esté el primero de todos sus compañeros en el polideportivo de Villares de la Reina -a pocos kilómetros de la capital- haciéndose sus toros de salón. Son los de la mañana, porque por la tarde y por la noche vuelve a entrenar: «Torea por la verónica de Martín Escudero»… «Cagancho»... «Ahora por El Juli»… «El natural de Morante»… Es la voz que retumba de Julián Guerra, matador de toros, su actual apoderado y un hombre especializado en hacer toreros. Parece que tiene una cantera o un taller de corte y confección en el que vuelca toda su pasión por el toreo. El joven espada de Espartinas (Sevilla) tiene mirada de cazador furtivo y está delgado como un atleta porque sabe que el toreo no admite medias tintas. Él lo demuestra en su día a día. Cuando se tira al carro de matar, Julián señala: «El corazón es el que mata». El torero anda a cara de perro en los entrenamientos y en los tentaderos, en celo y compitiendo contra él mismo.
Así que El Guerra anda buscando diariamente junto a él la piedra filosofal, el tercer pie al gato o la bomba atómica que les lleve a la cima del toreo. Este orfebre de la tauromaquia es capaz de seguir pariendo toreros con sus manos de escultor: «La manera de encajarse en el embroque es muy de Yiyo», expone Julián mientras su torero dibuja un derechazo larguísimo y su banderillero, José Luis Barrero, le embiste. «El que se coloca bien, sabe torear», añade. «El toreo eterno es el que te da la oportunidad de entregar tu vida al toro», apunta El Guerra con su particular genialidad.
Escucharlos es viajar directamente a la entraña del toreo, es entender una especie de ética vital adosada al toro que remite a la emoción como único factor de su equilibrio. A media mañana, un tentadero en Traguntia, la finca de Domingo Hernández situada en Vitigudino (Salamanca) que perteneció al maestro Santiago Martín ‘El Viti’, examina la condición de su torero: en ascenso hacia la cima.
Sorprendió que no fuera de los primeros contratados en la Feria de Fallas.
Eso no está en mi mano y hay muchas circunstancias que no son fáciles. Pero como se complicaba mi presencia en la feria, decidimos hacer algo distinto el día 19 de marzo con los toros de La Quinta mano a mano con el torero valenciano Román, quien tantas tardes ha triunfado en la plaza de toros de València, especialmente el año pasado con su corrida de seis toros en Fallas y su indulto en la Feria de Julio.
¿Qué espera de los toros de La Quinta?
El ritmo especial que tienen los buenos toros de ese hierro, que se reducen mucho en su embestida. Los animales del encaste Santacoloma no son fáciles porque los animales complicados no se corrigen tanto como los de otra ganadería.

Borja Jiménez se tira al carro bajo la mirada de su apoderado, Julián Guerra. / R. Peris
La tarde tendrá un argumento solidario.
Sí, hemos decidido que una parte económica vaya dirigida a la tragedia, además regalaremos 3.500 entradas para los pueblos afectados. También estrenaré un vestido bordado en azabache como homenaje a las víctimas de la dana. Es una especie de luto por Valencia.
¿Cómo afronta la temporada?
Va a ser clave, de consolidación. Así que estoy con la responsabilidad lógica de que sé que es un año importante para mi carrera.
Valencia, Madrid y Sevilla, tardes de vértigo en 2025.
Estoy tranquilo, me gusta la presión. De hecho, cuando más presión tengo, sale mi mejor versión. Me pasó en la pasada Feria de San Isidro, en la que quedé triunfador, o en la de Victorino Martín en Sevilla...
¿Y el invierno?
Sin parar de hacer kilómetros entre recogidas de premios y viajes a América, parece como si no hubiese terminado la temporada todavía. He toreado en México, Perú y Ecuador, además de hacer mucho campo.
¿No ha tenido vacaciones estos días?
No, ni un solo día de descanso. Pero me gusta, es mi profesión, es lo que siempre he querido hacer y lo que me hace realmente feliz en la vida.
¿Y aguanta?
Claro, las mejores vacaciones son estar toreando. Es lo que he buscado siempre en mi vida.
Qué barbaridad.
A ver, hay veces que pesa, claro, porque me levanto por la mañana y me duele todo el cuerpo, pero rápidamente venzo ese cansancio con mi mente.
¿Cómo?
Pues pienso que luego en la plaza me pesará menos la tarde. Esta temporada lo he notado. Cuando vives por y para el toreo, en los tendidos se nota.

Un largo y mandón derechazo de Borja Jiménez a una becerra de Domingo Hernández. / R. Peris
¿Por qué?
Por la seguridad que se transmite a través de esa entrega, que es lo que hace que los tendidos se emocionen. Sin estar viviendo para el toro eso es totalmente imposible.
¿Cómo es su mentalidad?
La mente busca el instinto de conservación del ser humano, pero intento venirme arriba delante del toro, frente a sus dificultades para dar ese paso hacia adelante. Si la mente se afloja delante del animal, se acabó el toreo. El toreo es una cura de humildad constante y en el momento que crees que lo tienes todo conseguido, sale un toro y te lo pone al revés.
¿Y cómo llega a ese punto?
Sé lo que es estar en mi casa parado y ver a los compañeros torear sin yo ni siquiera poder hacer un paseíllo. Y así llevarme cinco o seis años toreando una o dos corridas al año. Entonces, sé lo duro que es y no me gustaría volver ahí. Así que aunque cueste en el día a día y sea muy duro, sobre todo físicamente por el agotamiento, vale la pena el esfuerzo.
Eso se llama madurez.
Creo que hay que estar con los pies en la tierra para seguir evolucionando como torero y tener mucha humildad. En el toreo nunca se para de crecer porque nunca terminas de aprenderlo todo. Solo así puedes evolucionar.

Un verónica de Borja Jiménez en Traguntía, la finca de los Hernández / R. Peris
¿Le obsesiona el toreo?
Sí, claro, sobre todo, el buscar todos los matices técnicos, artísticos y de qué manera hacer para poder expresarme más delante de toro, aunque también se necesita un animal que me permita hacerlo.
¿Hacia dónde evoluciona como torero?
Lógicamente, cada vez quiero ser mejor torero. Pulir las alturas, los toques, la técnica del toreo en general para que me sirvan muchos toros, muchos encastes... y buscar la profundidad del toreo. Lo que más me motiva es poderle hacer grandes faenas a muchos tipos de animales con distintas embestidas.
¿Qué es la profundidad?
Enganchar al toro muy adelante y llevarlo hacia detrás de la cadera lo más despacio posible.
¿La hondura, entonces?
Sí, que el muletazo dure y que el cuerpo esté totalmente encajado, con el cuerpo entregado para intentar redondear lo máximo posible la embestida.
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