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Donde el cambio climático ya es una realidad

La Comunitat Valenciana es un territorio especialmente vulnerable al calentamiento global. Sus efectos ya son palpables en muchos puntos

Paco Latorre y Ángeles García-Nadal, hace unos días, frente a una de las casitas de veraneo en Cases de Queralt, en Sagunt. Daniel Tortajada

La temperatura del Mediterráneo ha subido 1,2 ºC desde 1982, por lo que el mar se expande. Situación agravada por el deshielo polar. El desastre está garantizado si se suma la ocupación urbanística de la primera línea de playa. El escenario, avanzado hace décadas por los científicos, ahora ya es una realidad. Las medidas de adaptación son la salida a temporales extremos, al estrés hídrico y a olas de calor cada vez más acusadas.

En Cases de Queralt, en Sagunt, los que se acercan a pasear por la orilla del mar contemplan con un punto de asombro los estragos que dejó Gloria. Diez meses después de un temporal con registros históricos de lluvias y altura de las olas, guijarros como puños continúan en los pórticos de las casas situadas en primera línea de playa. Son antiguas residencias de veraneo y algunos de sus propietarios se han cansado de batallar contra un mar que, al fin y al cabo, reclama lo que es de dominio propio. Es un ejemplo, palpable, de que el cambio climático ya no es una advertencia de los científicos. Ni una amenaza de futuro. Es la nueva realidad. Sus efectos se dejan sentir especialmente en territorios vulnerables como el litoral valenciano, porque la temperatura del Mediterráneo ha experimentado un ascenso de 1,2 ºC desde 1982. Así lo confirma el último informe del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo y así se constata con fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y frecuentes. 

 Ángeles García-Nadal y Paco Latorre, vecinos de Sagunt, remarcan que este lugar «es un auténtico paraíso». Hasta que las aguas se revuelven y arrasan con todo. «Las construcciones en primera línea están muy expuestas, algunas con grietas enormes», señala Paco. «De las terrazas se podrían sacar dos camiones de piedras o incluso más», apostilla. El problema de las inundaciones, que solían afectar incluso a las calles más alejadas de la orilla, se ha aminorado con la construcción de alcantarillas y una enorme turbina que se pone en marcha cuando el agua se adueña de todo. «Antes esta playa era de arena, como una cala, y se pusieron piedras como protección para las subidas del mar, pero ya hemos visto que no funciona», relata Ángeles. Son medidas de adaptación ante la evidencia de que el nivel del mar no va a dejar de subir por el calentamiento global del planeta. 

La Comunitat Valenciana figura como territorio muy vulnerable a los efectos del calentamiento global. La clave del futuro está en la adaptación a este escenario

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A unos once kilómetros al norte, en Almenara, confían en la construcción de escolleras para solventar idénticos problemas. Será la primera licitación por parte del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de una obra incluida en las Estrategias para la Protección de la Costa. Con un presupuesto de 7,8 millones, para el ayuntamiento y los vecinos afectados supone «la luz al final del túnel». La actuación comprende una batería de cuatro espigones y dos diques con un notable aporte de áridos. Todo para intentar frenar el embate de las olas. Hormigón y obra dura en este caso, aunque el departamento de la ministra Teresa Ribera defiende que se ha de apostar por la renaturalización, especialmente en los puntos donde se esfuman inversiones millonarias. Algo que implica replantearse la delimitación del dominio público terrestre. En esa línea van los planes de adaptación al cambio climático que esta misma semana avanzó Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente, para el Delta de l’Ebre. Un enclave «borrado» tras el paso de Gloria.  

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