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Las caras del agua

La protección, la decoración y la tradición de la época, hicieron que casi todas las casas antiguas de Picassent dispongan de estos elementos. Algunos se hicieron por encargo con una simbología personalizada, pero con modelos y moldes siempre envueltos de misterio.

Algunas de las caras que ornamentan las bajantes de las casas de Picassent, Estos elementos del arte urbano constituyen un verdadero tesoro del patrimonio de muchos pueblos y ciudades . E.Hernández.

Son muchas las veces que paseo por las calles de mi pueblo. Y he de confesar que siempre descubro algo nuevo. Ahora, con las limitaciones perimetrales interpuestas por las autoridades sanitarias a causa de la Covid19, parece que el más bello paisaje es el que más cerca de casa tenemos. También el más desconocido.

Y es que los pueblos son bellísimos escaparates en donde dejarse envolver por el misterio y el descubrimiento. Y les aseguro que el mío, Picassent, está lleno de bonitos detalles.

Por ponerles un ejemplo, les diré que muchas casas aún guardan en sus fachadas las denominadas «Caras del agua», rostros protectores, grabados en relieve sobre las tuberías de hierro o zinc, que aún cuelgan de las tuberías más antiguas.

En las bajantes de la lluvia

Integradas en el entorno urbano y dispuestas a pie de calle, es fácil encontrar estas caras del agua en las primeras bocas empalmadas de las ‘bajantes’ que dejan correr el agua de la lluvia. Casi una bendición en esta tierra, como su motivo. Y les diré porqué. Porque con ellas se reflejan las creencias y la religiosidad popular de las gentes de la época.

Y es que, esta simbología de antaño ofrece rostros diversos grabados en relieve: niños o niñas con semblante de ángel, figuras místicas, mujeres, musas, hombres con barba... Son tantas y tan variadas como el misterio que las envuelven: desde guardianas protectoras para ahuyentar malos espíritus, incluso al propio demonio, pasando por amuletos protectores de las casas de Picassent; como tradición, homenaje, recuerdo y también desconocimiento, por qué no. El mismo del que muchas personas mayores de la localidad tienen sobre ellas y otras gestas.

Lolín López, vecina de la calle Mayor, nos cuenta que, en el interior de muchas casas y detrás de las puertas, era costumbre poner una placa del corazón de Jesús. Una práctica religiosa que se sumaba para proteger la casa por dentro. «Como la imagen de la virgen visitadora que, mes a mes, recorría las casas de las calles de Picassent». Ahora, lamenta, todas estas prácticas ya se han perdido. Por su parte, Rosa Sanchis, vecina de la calle Padre Guaita, nos explica como antiguamente era costumbre encargar la fabricación de estas tuberías dependiendo del gusto del propietario o propietaria de la casa. Y las recuerda por millares.

Parece que, con los años, la protección deba seguir acompañando a las casas y a sus habitantes. Hoy en día, detrás de las puertas, dejamos colgada la mascarilla, un elemento protector más y que resulta imprescindible para protegernos del mal, hoy denominado Covid19.

En el centro histórico

En Picassent es fácil encontrar las caras del agua por las calles más antiguas de la localidad, como por ejemplo, en el denominado núcleo de «els carrerons», antiguo barrio árabe de calles estrechas y retorcidas anexas a la plaza del Ayuntamiento y, según las fuentes históricas, el primer núcleo poblacional de la localidad. Muy cerca de allí, se suman también las localizadas en las calles de La Séquia, San Roque, Colón, Cervantes, Major, Sant Joan, Carrer Nou, Barraques, Mig, Ermita, de la Peña, Canonge, Ferrer, Torrent y Sant Josep, entre otras tantas.

El paseo por estas calles picassentinas evoca tradición y añoranza de un tiempo pasado. Afortunadamente, con estos vestigios aún presentes en el entorno urbano podemos comprobar el halo y el misterio que envuelven a estas caras vigilantes, quietas e inmóviles a pie de calle. Y algo muy importante: la tradición, esa que nunca debiera perderse.

Las caras del agua están a la vuelta de la esquina. Esa misma por la que pasamos todos los días de manera tan desapercibida en nuestro pueblo. Si la observamos bien y con detenimiento, la vida en los pueblos está llena de detalles. Pero, para ello, no se olviden que las prisas, nunca fueron buenas consejeras.

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