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Inmigrantes digitales

Se mueven por el mundo liberados de las ataduras a un espacio de trabajo físico. Les basta una buena conexión de internet para cumplir su jornada laboral y se trasladan allí donde la vida es más satisfactoria

Eugene Costello, periodista londinense en València

El descubrimiento de la agricultura favoreció la transición de la vida nómada a la vida sedentaria entre los primeros grupos de humanos. Diez mil años más tarde, otra revolución está transformando la concepción clásica del trabajo como actividad que ata sin remedio al peón a una cadena de producción física, estática e inamovible. Eugene Costello ejercía como periodista autónomo en Londres hasta que sufrió un infarto y superó un coma. La muerte de su hermano poco después, junto al hartazgo que le producía el «veneno y la toxicidad» del Brexit, le empujaron a coger un avión para asentarse en el barrio valenciano de Russafa, desde donde sigue escribiendo para periódicos y revistas británicos. «La experiencia me decidió a anteponer mi vida y a disfrutar cada día», resume.

El trabajo en remoto, esa expresión ignota para la inmensa mayoría de mortales que la pandemia introdujo en el lenguaje cotidiano, ha propiciado en los últimos años una eclosión de profesionales que optan por ir cambiando de país en función de sus necesidades vitales, aunque ello suponga pasar una larga temporada a miles de kilómetros de sus empresas, de sus compromisos o de sus clientes potenciales. Son nómadas digitales. El último paradigma de la globalización. Como Sienna, una neoyorquina que desde Xàbia dirige una consultoría estadounidense especializada en ayudar a empresas de todo el mundo a ser más inclusivas y a abrazar la diversidad. La emprendedora se enamoró de la localidad después de participar en un retiro organizado por mujeres empresarias en Sun & Co, un establecimiento turístico que ofrece alojamiento e instalaciones de trabajo colaborativo a personas que compaginan su jornada laboral con el turismo y el ocio.

"La productividad aumenta cuando trabajas en un ambiente rural.Es un cambio chocante para las personas que venimos de las ciudades"

Anna Almenar - Cofundadora de un proyecto de nómadas digitales en Culla

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Por el espacio de Xàbia han pasado 700 nómadas digitales de más de treinta nacionalidades. Sienna decidió establecer aquí su base en España después de haber vivido un tiempo en Murcia. «Fue un escape. La experiencia te permite conectar con otras personas que comparten tus intereses y vienen de todo el mundo. Es un núcleo de ideas e inspiraciones», explica. Aunque las restricciones de la pandemia han reducido la llegada de extracomunitarios, la mitad de clientes de Sun & Co suelen ser europeos. El perfil del usuario tipo es el de un trabajador de 35 a 40 años con un nivel adquisitivo desahogado, cuya estancia se prorroga de media un mes. «Sobre todo son programadores, diseñadores, gente que se dedica al marketing digital o periodistas. Ni siquiera tienen que perder días de vacaciones porque su trabajo les permite seguir generando ingresos mientras hacen turismo en su tiempo libre», sintetiza el fundador del proyecto, Eduardo Diego, convencido de que la combinación de buen clima y vuelos baratos funciona como catalizador perfecto para atraer este tipo de profesionales.

Lodewijk Cuypers coordina Globexs, otro centro de negocios que ofrece alojamientos de tres meses, asesoramiento y asistencia legal a «expatriados» que deciden fijar su residencia temporal en València, uno de los destinos más demandados por los nómadas digitales, junto a Canarias y Barcelona. Hace un par de años, cuenta, sus clientes se circunscribían a teletrabajadores autónomos, jóvenes traductores o programadores que querían visitar tierras valencianas y pasar aquí dos o tres meses. Últimamente, sin embargo, el abanico de clientes se ha abierto de manera exponencial. «Vienen todo tipo de empleados que pueden trabajar en remoto, incluso familias enteras, siempre que las restricciones lo permitan», señala Cuypers. A veces solo buscan un cambio de entorno o aprender castellano. Su compañía les busca un colegio a los niños, cambia la matrícula de los coches y les abre cuentas bancarias en España si es necesario.

Si lo que se busca es desconexión, las comunidades rurales de trabajo a distancia son otra opción actual. En la remota población castellonense de Culla (500 habitantes), un antiguo inmueble municipal en pleno monte se ha transformado en refugio temporal donde informáticos, diseñadores, consultores o arquitectos de países diversos suelen convivir durante un mes o más. «La productividad aumenta mucho trabajando en la naturaleza. Es un cambio chocante para las personas que vienen de las ciudades», observa Anna Almenar, cofundadora de Ruralco. «El cambio de entorno es motivador. Quienes vienen buscan disfrutar más del presente, del día a día. Trabajan, pero además salen a correr, pasean, respiran aire puro y conocen la población», ahonda. La iniciativa quiere contribuir a reflotar y a dinamizar zonas despobladas, aunque la falta de fibra óptica y de otro tipo de recursos son obstáculos todavía pendientes de doblegar.

"Un infarto me hizo decidir anteponer mi vida y disfrutar cada día. Estaba harto del veneno y la toxicidad del Brexit y quería seguir siendo europeo"

Eugene Costello - Periodista londinense en València

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De su estancia en Culla, Jérémy Denat evoca de forma especial la interacción con los vecinos y la posibilidad de trabajar en un entorno privilegiado, alejado del asfixiante ruido urbano. Denat, vinculado al sector del marketing, dejó su Francia natal en 2017 para establecerse en València y ha fundado una plataforma orientada a compartir experiencias y a atraer y facilitar la llegada a la Comunitat Valenciana de otros nómadas digitales como él, sobre todo compatriotas suyos. «El ecosistema de los nómadas digitales tiene mucho potencial. Muchas personas se dan cuenta ahora de que pueden trabajar donde les dé la gana y València ofrece una gran cantidad de posibilidades que no se conocen lo suficientemente fuera», profundiza.

Sienna.

Por supuesto, la mayoría de trabajadores no puede permitirse ir de un lado a otro con el ordenador a cuestas por puro placer. Pero hay más problemas. El fundador de Globexs apunta a la falta de regulación en España sobre un perfil profesional -el inmigrante digital- no reconocido en leyes migratorias. Lo que más se ajusta es un visado no lucrativo pensado para jubilados. El laberinto burocrático que hay que atravesar hasta poder convertirse en residente fijo disuade a muchos y hace que la mayoría acabe marchándose después de tres meses. Cuypers lamenta que gran parte de los teletrabajadores llegados de otros países están aprovechando lo bueno que tiene València sin pagar impuestos y sin llegar a integrarse en la comunidad, aunque a muchos les gustaría quedarse más tiempo. En cualquier caso, el proceso de implementación de este tipo de figuras aún atraviesa una fase muy incipiente. «El teletrabajo está aquí para quedarse, pero todavía falta camino», sostiene. En la misma idea coincide Eduardo Diego. «Los nómadas digitales son personas con un poder adquisitivo a priori alto y muchos de ellos acabarían mudándose o trasladando sus empresas a España si existiera una regulación más adecuada». Diego aventura la tendencia hacia un modelo híbrido que ofrezca flexibilidad para compaginar el teletrabajo y la presencialidad, puesto que los trabajadores necesitan hacer equipo y mantener las interacciones sociales.

La misión de Distrito Digital es precisamente atraer talento expatriado de otros países a la C. Valenciana, promocionando los atractivos del territorio más allá del clima o las universidades. Desde el centro tecnológico de la Generalitat admiten que la pandemia se ha convertido en una oportunidad para captar empresas de otras grandes urbes. Aseguran que cada vez son más las que se muestran abiertas a descentralizar producción y a traer delegaciones de I+D. Una nueva revolución está en ciernes. 

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