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Romper después de los 60

Más de 4.000 personas disolvieron su matrimonio después de los 60 años en 2019, una cifra que casi se ha duplicado desde 2013. La jubilación, el «nido vacío» y el aumento de la esperanza de vida son algunos factores que influyen, según los expertos

Libertad puso fin a su matrimonio el año pasado tras casi medio siglo casada con el mismo hombre y ahora asegura estar «feliz» y «tranquila» gracias al apoyo de sus hijos. Fernando Bustamante

Amor eterno. Este idilio aparece en una novela, una canción, un poema, pero cada vez se asemeja menos a la vida real. ¿Quien no ha soñado nunca con un amor sin condición ni fecha de caducidad? La vida es otra cosa. Es diversa, plural y cambiante. Incluso en los matrimonios más maduros que, aunque no en masa, comienzan a experimentar rupturas y separaciones en el umbral de la vejez. «Es una cosa que todos los días dices que vas a hacer pero nunca haces. Hasta que lo haces». Libertad tiene 70 años y en agosto hará un año que se divorció. Fue el día en el que, después de 47 años de matrimonio y con 69 tacos dijo: «Me voy».

En 2019, 946 hombres y 646 mujeres de entre 60 y 69 años consumaron en la Comunitat una ruptura matrimonial. Una cifra que ha aumentado, desde 2013, en cerca de 400 personas. A escala nacional, el dato se eleva a más de 4.000 personas, casi el doble que hace seis años. Con todo lo que eso conlleva. Valentía es lo primero, pero hay diversos factores que influyen en la toma de decisión. «Nido vacío, jubilación y reencuentro con la pareja», apuntan los expertos. Con todo, tener recursos económicos es clave a la hora de empezar de cero a las puertas de la vejez, algo que se vuelve una carrera de obstáculos si no se cuenta con el apoyo familiar.

"Hubo un día que dije ‘hasta aquí’ tras 47 años juntos, no quería seguir con alguien con quien ya no compartía nada"

LIBERTAD - DIVORCIADA A LOS 69 AÑOS

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Libertad es un nombre ficticio. Lo inventa este periódico para preservar la identidad de la mujer que cuenta, con una serenidad y una claridad admirable, la vivencia que la ha llevado a divorciarse tras casi medio siglo con la misma persona. «Estoy feliz», resume. Y hace una pausa. Escucha la pregunta y responde. El hecho de estar jubilada influyó para dar el paso, pero no fue determinante, detalla.

«Si lo hubiera hecho antes eso que me hubiera llevado, he estado años poniéndome excusas», reconoce. «Que si los niños eran pequeños, que si dónde voy yo sola, que si ahora están estudiando y todo son gastos...no tienes a donde irte. Si tienes dinero todo es más fácil, a la primera de cambio te vas», razona. Admite que se aferraba a la idea «errónea» de que un divorcio desestabilizaría a la familia. «Pensaba así, pero era un error, he hecho bien en comenzar a pensar en mí», dice. Ahora, jubilada y cobrando una pensión vive en su «pisito de soltera» y dedica sus días a pasear con las amigas y disfrutar de su nieto. Libertad tiene tres hijos. «Todos me apoyaron desde el principio». Su decisión no fue un arrebato de un día, llevaba años madurando la cuestión. «Todos los días pensaba, cojo la puerta y me voy», pero nunca terminaba de hacerlo. Tanto es así, que cuando lo hizo, su entonces marido no se lo creyó. «Y sigue sin creérselo». «Que si estoy rara, que si a dónde voy a ir, pero no he recibido un ‘perdón’ o un ‘¿cómo estás, Liber?’», lamenta la mujer. Con todo, admite que se siente «tonta» porque no puede evitar preocuparse por él o sentir pena. «Son muchos años».

"La fase previa al divorcio es la ruptura emocional, cuando hay una convivencia pero ya existe una separación sentimental"

LORENZO PÉREZ - TERAPEUTA FAMILIAR

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Lorenzo Pérez es terapeuta familiar y trabajador social. Dice, por su parte, que el divorcio tiene una fase previa. «El divorcio emocional». Es cuando dos personas viven juntas pero a nivel emocional existe una separación. Cuando son parejas de más de 65 años, el deterioro del matrimonio ya venía de mucho antes», comenta. Libertad es y era (porque ahora está jubilada) una mujer trabajadora. Se mudó a València con 16 años desde Andalucía y «limpiaba por las mañanas casas, cuidaba niños, hasta estando embarazada, nunca paré», cuenta.

Cuando se fue dando cuenta de que lo que necesitaba era separarse y de lo costoso de dar el paso, «vivía cabreada, pero con el tiempo el enfado se me pasó y solo quería tranquilidad». «Cuando los niños son pequeños los días pasan muy rápido, pero tras la jubilación y con los hijos fuera de casa los días se hacían eternos, no compartíamos nada», recuerda.

"Cuando no hay tantas cargas familiares es cuando se ven otro tipo de carencias en la pareja que la rutina difuminaba"

AIDA CASANOVA - ABOGADA DE FAMILIA

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Aida Casanova, abogada de familia, apunta que «cuando no hay tantas cargas familiares es cuando se ven otro tipo de carencias que en la vorágine del día a día habían quedado difuminadas».

Las pinceladas generales las coloca, también, Eva Monteagudo, psicóloga de parejas de APAI. Para ella, el aumento de la esperanza de vida se ha de valorar. «Hace que no te quieras resignar 20 años de vida a vivir con una persona que no te hace feliz», añade. Todo este cóctel añadido a los factores socioculturales y los roles de género resultan en el divorcio de Libertad. «Es una generación criada en un contexto machista. La gente joven tiene claro que vivir en pareja es autorrealización y acompañamiento, pero esta idea antes no estaba y el peso cultural todavía existe», añade, por su parte, Lorenzo Pérez. «Hubo un momento en que mi cerebro dijo ‘hasta aquí’. No quería seguir compartiendo espacio con alguien que no se preocupaba por mi bienestar». Entonces, «tuve claro una cosa», explica Libertad. «¿El qué?» pregunta este periódico. «Que mi historia la iba a escribir yo».

"El aumento de la esperanza de vida hace que no te quieras resignar a vivir el resto de tus días con alguien que no te hace feliz"

EVA MONTEAGUDO - PSICÓLOGA DE PAREJA (APAI)

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