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Irene Vallejo: "La lectura siempre sobrevive"

Los libreros también se equivocan. Podría ser el titular de la historia de Irene Vallejo con «El infinito en un junco», un fenómeno editorial en el que no creían ni los libreros

Irene Vallejo Filóloga y escritora. Autora de "El infinito en un junco"

La escritora Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) ha hecho historia con su libro El infinito en un junco, por el que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo el año pasado. El libro explora el nacimiento de la escritura y la literatura, y se ha convertido en un fenómeno editorial, con 37 ediciones en España (más de 200.000 ejemplares vendidos) y traducido a una treintena de idiomas.

¿Cómo definiría «El infinito en un junco»?

Pues hay una definición que no es mía, sino que hizo el novelista Luis Landero, que lo llamó «ensayo de aventuras» y lo define muy bien, porque tiene ingredientes del ensayo, pero también investigación, rastreo, la reconstrucción de una época, la búsqueda de las claves principales de un fenómeno… Pero todo volcado en un relato aventurero donde constantemente los personajes están asediados por peligros, los libros corren un riesgo de destrucción, de persecución por la censura, de deterioro o de olvido. Y estoy buscando o tratando de construir la épica del conocimiento porque nos han contado muchas veces las batallas de los conquistadores, pero esta es la lucha por mantener vivos nuestros conocimientos e historias. Reflejé una alianza, una cadena de personas, que han salvado los libros y, en el fondo, la sabiduría.

¿Esperaba este éxito?

Ni remotamente, ni en mis fantasías más desmesuradas. De hecho, recuerdo que mientras lo estaba escribiendo hablaba con editores y libreros, y me decían que era un tema muy interesante pero no había lectores en España para ese libro. Hasta ese momento yo sólo había escrito ficción, con lo que partía de la idea de que iba a ser un libro mucho más minoritario que los anteriores.

¿Por qué ese cambio, de la ficción al ensayo?

Era un libro que quería escribir, me cogió en un momento personal muy difícil, acababa de tener un niño con problemas de salud, y escribir era para mí una actividad terapéutica. No pensaba en la publicación, ni en el éxito, sino que era algo que necesitaba y que me ayudaba a seguir adelante. Lo escribía con vocación profesional, pero es cierto que la elección del título y el enfoque tenía que ver con lo que yo necesitaba en ese momento y, además, tenía la sensación de que iba a ser el último libro que iba a escribir en una larga época, porque la situación de mi hijo necesitaba mucha dedicación y me planteaba la posibilidad de no escribir durante unos años. Por eso quería que fuese un libro en el que expresase mi agradecimiento y homenaje a mi madre, a mi profesora de griego, al papel intelectual de las mujeres y a lo que los libros han hecho por nosotros.

La obra está siendo traducida a treinta idiomas. ¿Cómo se involucra con este trabajo?

Pues ya se han publicado algunas traducciones y otras están en marcha. Los traductores se ponen en contacto conmigo para preguntarme dudas y también es interesante porque ellos mismos me hacen sugerencias que me ayudan a mejorar la edición, incluso en castellano. Captan cosas o me lanzan ideas que yo retoco en las sucesivas ediciones. Los traductores entran en las entrañas del texto y considero que esto es fructífero e interesante. Por ejemplo, hay expresiones o puntos de vista que no son fáciles de entender para los extranjeros. Con la traducción holandesa fue interesante ya que era la primera prueba del libro en un país distinto, y ha funcionado, porque ya van por la sexta edición.

"Tenía la sensación de que ‘El infinito en un junco’ iba a ser el último libro que iba a escribir en una larga época por la situación de mi hijo"

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El ensayo es un género minoritario, pero usted ha demostrado que se puede llegar a un público mucho más amplio.

Creo que el ensayo literario tiene muchas posibilidades en España. Aquí predomina el ensayo académico, que es importante y necesario como herramienta de investigación. Yo misma escribí textos académicos cuando estuve en la universidad como investigadora. El ensayo literario, que tiene muchos más lectores en los países anglosajones, se valora de otra manera. Es una forma de extender el conocimiento especializado a un público más amplio. Siento que la gente tiene ganas de aprender o de saber, pero hay que transmitir los conocimientos de una manera amena y que puedan disfrutar de ello. Ese género tiene mucho futuro y creo que tiene que ver con el éxito de la novela histórica, porque ahí el lector busca conocimiento y placer. Por eso hay que elaborar ese ensayo de forma literaria, cuidada, con ritmo, con historia, con un aspecto que lo humanice y lo haga más atractivo.

¿Qué otros ejemplos hay, además de su libro?

Desde La España vacía, de Sergio del Molino, viví muy de cerca el inicio del fenómeno y cómo llegó a más gente. Fue un ensayo inaugural que tuvo mucho impacto y que ahora utilizamos en la vida cotidiana. Otro ensayo puede ser Las librerías, de Jorge Carrión, que tuvo su importancia y atrajo al gran público, con una repercusión que en los últimos años alcanzaba a algunas novelas. Esos precedentes fueron destellos de esperanza para mí, pero parecía difícil llegar a eso. Quizás este goteo de libros que ha hecho que la gente lea ensayos pueda abrir camino a otros ensayos y consoliden otro tipo de lectura. Considero que es muy importante que existan los dos tipos de ensayo, el académico y el que intenta resumir o acercar al gran público lo que están haciendo los investigadores.

¿De dónde la viene la atracción por el mundo antiguo?

De la infancia. Tiene que ver con mi enorme avidez de que me contaran cuentos cuando era niña, era lo que más disfrutaba en el mundo. Mis padres, que eran los dos muy lectores, me estimulaban mucho y empezaban a leerme cuentos y contármelos todas las noches antes de ir a dormir. Me contaban muchos cuentos, pero un día mi padre me empezó a contar La Odisea de Homero por entregas, como si fueran capítulos de una serie, y por lo que sea esa historia me fascinó. Tuve un deslumbramiento enorme y ya mi familia empezó a regalarme libros de mitología, lo fomentaron o lo abonaron porque vieron que me gustaba muchísimo. Era la niña de las mitologías, pues se convirtió en mi mundo, y por eso elegí Filología Clásica para estudiar, porque era mi pasión infantil convertida en profesión. En mi familia eran todos de Derecho, nadie de letras, fui la oveja negra que se fue a Filología y lo tenía clarísimo porque la literatura fue parte de mi vida, es lo que quise ser en mi vida, siempre quise ser escritora.

"Me dedicaba a la escritura muy a la intemperie. Como los músicos que van de carretera a locales nocturnos, nosotros íbamos a bibliotecas rurales e institutos"

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¿A pesar de la precariedad de la profesión?

Es una profesión que te exige mucho sacrificio y no tienes garantías, eso ha sido parte de mi vida. Yo me dedicaba a la escritura muy a la intemperie, era como los músicos que se van de conciertos por la carretera a locales nocturnos, haciendo lo que pueden, pues nosotros cogíamos el coche y nos íbamos a bibliotecas rurales, institutos. Fuimos por toda España haciendo kilómetros para un acto en un centro de adultos de Valladolid, en un pueblo de Madrid, en Navarra… un acto aquí, un club de lectura allá, y han sido diez años así. En los veranos no tenías más que pequeñas ferias de pueblos. Así que es duro, si no te gusta mucho lo que haces, no resistes, pero esos diez años recorriendo el país, eso también está en El infinito en un junco.

Durante la pandemia parece que ha aumentado considerablemente el número de lectores.

El placer por la lectura siempre ha sido minoritario. Básicamente porque a lo largo de los siglos había un analfabetismo tan extendido en el que sólo una minoría podía leer. Ya desde la antigüedad decimos que la lectura está muriendo, que está en crisis, pero en realidad sobrevive, a escala minoritaria, pero lo hace y supera los saqueos, las caídas de imperios, los cambios de lenguas… es una trayectoria de superviviente. Y siendo un sector cultural tan apocalíptico, cuando ha llegado la pandemia hemos leído mucho más. Es una paradoja curiosa porque nos hemos dado cuenta de que los libros son una de las formas más sencillas y cercanas de evadirnos de la angustia, de escuchar voces que pueblen nuestra soledad. Ha sido esperanzador, porque gente joven ha vuelto a la lectura y van a las librerías y piden recomendaciones para seguir leyendo, ese relevo generacional es importante porque siempre existe ese miedo a perderlos con todas las posibilidades de ocio que tienen.

¿En qué está ahora metida?

Tengo en mente dos ideas para dos libros. Me gustaría seguir trabajando a un lado y a otro, en ficción y ensayo, me gustaría seguir incluso formas un poco híbridas de ambos géneros. Eso sí, la promoción está siendo absorbente y por mi situación familiar sí que he seguido con los artículos, pero no he podido sentarme a escribir. 

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