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Alberto Fabra: "Ser presidente es estar solo"

Un día de locos de 2011, cuando estaba en unos almacenes recogiendo unos pantalones, Rajoy le llamó para decirle que Camps iba a dimitir y él era el elegido. «Así te cambia la vida en un segundo». Y sin que valga un ‘no’.

El expresident de la Generalitat Alberto Fabra, retratado en València. Fernando Bustamante

Un agua fría y una leche manchada de café en la mesa, junto a una chimenea que parece pero no lo es. La conversación es en la cafetería de un hotel de València, mientras el hilo musical produce sonidos insulsos que suenan sin llegar a ser escuchados. Él está hoy en la ciudad por motivos de partido, pero su centro de operaciones no está ya en València ni en Castelló, donde fue alcalde antes de dar el salto a la Generalitat sin haberlo pedido y en un momento de crisis económica y corrupción en el PP. Hoy es senador en Madrid, donde está también su vida personal, que da para coletazos en la prensa rosa. Todavía queda en su voz, por los efectos en las cuerdas vocales, el recuerdo de la covid, que lo tuvo quince días en una uci. Fue «al principio de todo. Ingresé la madrugada del 19 de marzo de 2020 y a los tres días me llevaron a la uci. En total estuve un mes hasta que me dieron el alta. Había mucho desconocimiento y miedo».

¿Uno es el mismo después de una experiencia así?

Algo he podido cambiar. Te das cuenta de lo que realmente importa en la vida, que ya no estás para perder tiempo, aunque luego el día a día te introduce otra vez en la rueda diaria. Me podía haber quedado, tuve dos o tres momentos muy críticos.

¿Su consideración de la sanidad pública cambió?

Siempre he tenido una buena valoración y tengo un agradecimiento especial a todo el sistema sanitario. El coste cada vez es más elevado y ese es el gran reto: cómo podemos seguir con el discurso de gratuidad y cubriendo todas las necesidades cuando las cosas ahora son cada vez más caras y surgen nuevas necesidades.

¿Privatizar ya no es una opción después de todo lo vivido en la pandemia?

Privatizar, no, pero que hay modelos diferentes, sí. Que el ciudadano tenga la sanidad gratis, pero en la gestión hay que buscar la eficiencia. Yo no pregunté a la persona que me atendía si le pagaba la administración o no. Ese concepto de que solo cuando lo hace de forma directa la administración la sanidad funciona, no lo creo.

Pues íbamos a salir más fuertes. ¿Ha sido así?

No. Los eslóganes forman parte de la vida política, porque hay que ilusionar, pero no salimos más fuertes porque la pandemia ha supuesto parones en proyectos de vida y ha generado un agujero en las economías. Y algo que no se podrá reconstruir son los años de vida que ha quitado a la gente mayor que ha estado encerrada.

Hubo que tomar decisiones radicales. ¿Usted que también las tuve que tomar, de otro tipo, entiende mejor al Gobierno de Pedro Sánchez?

Algo que no ha pasado nunca es muy difícil administrar. Pero yo lo hubiera hecho de otra manera. El Gobierno tenía que haber aprovechado el estado de alarma para estirar sus competencias. Podía haber intervenido empresas para que se hubieran dedicado solo a fabricar material de protección y todo aquello que era necesario en los hospitales. Hubiera generado una central de compras. Pero entiendo que la situación era dramática e inédita.

¿En ese período lo que se ha demostrado es que las autonomías funcionan o faltó más Estado?

Yo soy autonomista, creo que las comunidades ya hemos demostrado nuestra mayoría de edad. No necesitamos tutelas, lo sabemos hacer igual o mejor que el Estado. Hubo ciertos bandazos por parte del Gobierno y creo que tenía que haber coordinado para que todas las comunidades hubieran podido tener los instrumentos necesarios para hacer una prestación de servicios similar. Pero es fácil ahora criticar. Es una prueba que ojalá no tenga que pasar ningún gobierno más.

Fabra durante la entrevista Fernando Bustamante

Fabra llegó a la Generalitat en 2011, tras la salida de Francisco Camps por el caso de los trajes y con una situación económica a punto de estallar. Pero no había opción de decir ‘no’ cuando Mariano Rajoy le llamó. «Recuerdo que fue un día complicado porque estuve en las Corts y no me podía ir, porque había un tema que necesitaba mayoría absoluta y se retrasó porque fallaba el sistema electrónico de votación. Estaba desesperado porque en el Ayuntamiento de Castelló me estaba esperando el presidente de Iberdrola. Acaba la votación, me voy corriendo, hago el acto con Iberdrola y luego tenía que ir a El Corte Inglés a recoger unos pantalones», relata. En el párking suena el teléfono móvil y eran del ayuntamiento. ‘Tiene una llamada de Rajoy’. «Y allí estoy, acojonado, pienso ‘esto se va a cortar’, y empiezo a correr por la escalera mecánica para intentar salir. ‘¿Te pillo bien?’ ‘Sí, sí, sí’. No iba a decir que iba corriendo. Pero entre sótanos se corta la conversación». Le vuelven a llamar. Rajoy de nuevo.

¿Y Rajoy, qué le dice?

‘Camps va a presentar la dimisión y tú vas a ser el nuevo presidente del partido y de la Generalitat’. Así te cambia la vida en un segundo. No puedes decir nada. Soy de los que piensa que cuando estás en un equipo te toca jugar donde dicen. Yo nunca he pedido nada. Los que están arriba valoran y deciden. ‘Si al final Paco no dimite, esta conversación no ha existido. Y si dimite, tampoco ha existido’, dice. Muy gallego.

¿Y entonces?

No sabía dónde ir. Me equivoqué de planta y se lo conté a mi mujer y a mi madre.

¿Con un sentimiento de felicidad o de angustia?

De exceso de responsabilidad, de no saber si podía dar la talla.

Porque además la situación económica que venía era difícil.

Pero no sabía. Entonces estaba preocupado en mi alcaldía, no era consciente de lo que me iba a encontrar.

Una administración que estuvo a punto de no poder pagar la nómina de los funcionarios.

En quiebra. Te cuento una situación sorprendente: yo vivía en Castelló, venía a las 08:00 y un día veo que no vamos por la autopista. ‘No, no, es que nos han quitado la tarjeta porque no pagamos’, me dice el conductor. Estuve cerca de un mes así. Hubo alguna amenaza también de corte de luz en el Palau, pero nos arremangamos e intentamos hacerlo lo mejor posible.

¿Faltó plantar cara a las imposiciones de austeridad que venían de Europa?

No, el problema es que nos habíamos pasado mucho. Llega un momento en que no puedes ni negociar, porque te has pasado tanto que debes hasta callarte.

Aquello de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades.

Había un déficit, una deuda y un descontrol que no podían ser y sobre todo, impagos. La Administración vivía en una realidad paralela a lo que estaban sufriendo los ciudadanos.

A partir de 2012 es cuando su gobierno aplica los recortes.

Pero más que ajustes había que tomar decisiones, había que pagar a proveedores. La Administración debía un montón de dinero a la sociedad, a la gente.

¿Se puede ser feliz siendo el presidente que recorta?

Pero toca. Uno tiene que hacerlo lo mejor posible y asumir las circunstancias que le tocan. Recortes y ajustes fue también un mantra, intentamos ser eficientes y suprimir lo que se podía suprimir. Eliminar grasa, porque todavía vivíamos con una estructura de Administración de otra época. Fuimos la comunidad que más empresas públicas eliminó. Y eso también tiene un problema, porque quitamos mucha gente nuestra.

Alberto Fabra retratado en València Fernando Bustamante

Eliminó Canal 9, que es la gran marca que queda de su etapa.

No era nuestra intención, queríamos reducir, porque todos los medios de comunicación privados del país redujeron personal. Nosotros nos pudimos equivocar, pero fue también una falta de sensibilidad de los trabajadores de lo que estaba pasando fuera.

¿Fue una decisión suya o de Madrid?

Nuestra. Queríamos una televisión acorde a las circunstancias. El coste de Canal Nou estaba cerca de 200 millones y lo queríamos dejar en 80. Aquí todo el mundo iba incrementando y eso es insostenible: en la Administración no cabe todo.

Y le toca también hacer frente a los casos de corrupción y poner líneas rojas.

Yo estoy orgulloso de ser del PP. Aquí tenemos un sistema de partidos que trabajan por el bien común con vocación de servicio. La gente que lo entiende de otra manera no tiene cabida en mi modelo de partido, que es el de la inmensa mayoría, por no decir la totalidad menos diez. Pensaba en los concejales que se parten la cara y le partían la suya por culpa de cuatro desgraciados.

¿Por eso las líneas rojas tan estrictas?

Yo defiendo la presunción de inocencia y no quiero ser juez de nadie, pero en aquellos momentos donde el partido estaba tan señalado, con las dificultades económicas y los casos que escuchabas por ahí y que te ponían los pelos de punta, yo lo que decía es que esos que estaban en sumarios no podían ser la imagen del partido. No digo que se vayan a su casa, pero apartados. Así estaban en el grupo parlamentario.

Ahora las líneas rojas son más laxas. ¿Lo entiende?

Es otro contexto. Nosotros nos debemos a lo que la sociedad piense de nosotros. Si nos ven como un problema, lo tenemos nosotros y hay que resolverlo. Y eso es lo que había que hacer en aquel momento. Como presidente, la Administración no podía ser un problema.

Supongo que lo habrá pensado. ¿Cómo se coló ese boquete de corrupción por la financiación del partido?

Pues no lo sé. Pero no tiene cabida. Y ahora está complicado. Hemos criminalizado tanto a la clase política que ahora gente con vocación de servicio no se atreve, porque hoy es un riesgo. Es un problema para la sociedad, porque estamos renunciando a los mejores. Debemos intentar entre todos, especialmente el PSOE y nosotros, dignificar otra vez a la clase política.

¿Y no ha faltado una ruptura de verdad, formal y seria con esa etapa?

Los partidos, y especialmente los equipos nuevos, están más en evitar que eso suceda que no en hacerse responsables de lo que pasó anteriormente. Ahora el tema de Azud está poniendo en un problema al PSOE, pero difícilmente van a asumir algo que sucedió hace diez años. Yo creo que los partidos tenemos que luchar para que la corrupción no ocurra más que pedir disculpas.

¿En 2015, cuando llega el momento de las elecciones, sabía que iba a perder?

Sé que lo tengo complicado, pero soy un peleón. Hubo un tsunami contra el PP y pesó más la carga de la marca que la gestión que había hecho cada alcalde.

¿A partir de ahí, dar un paso al lado si pierdes es lo lógico?

Fui el primero que dije ‘hay que salir’, no por no tener fuerzas para seguir, sino porque ya el papel es otro y ha de haber nuevos equipos. Bonig hizo un buen trabajo en un momento muy complicado. Dio la cara por todos nosotros.

Ahora recupera protagonismo en el partido. Está en el comité ejecutivo. ¿Descarta volver a una primera línea electoral?

La relación siempre ha sido buena con la dirección. Nunca he pedido nada y soy muy obediente. Lo que me digan. Si alguien piensa que puedo aportar algo, pues ahí estaré, un poquito oxidado, pero...

¿Con Camps mantiene algún contacto?

Poco.

Supongo que es difícil con todo lo pasado y las líneas rojas.

Soy de los que opina que Paco no se llevó nada. Que alrededor de él hubiera algunas personas, pues eso, ya él sabrá cómo se produjo.

Todo lo de Gürtel es en esa época.

Pero todo no se puede poner en el mismo saco, porque es una persona que ha vivido siempre igual y vive igual.

¿Las cloacas del estado existen, usted que ha estado más cerca del gran poder?

No lo sé. Querer aprovecharse del cargo para intentar tener información, los famosos dosieres, creo es una equivocación. En un cargo tienes que servir, no utilizarlo.

¿Echa de menos el espíritu de la Transición?

Sí. La crispación forzada e innecesaria nunca me ha gustado porque a la gente le da igual, lo que quiere es vivir mejor. Debates absurdos que no sirven para mejorar la vida de la gente me parecen gratuitos. Y últimamente la política ha estado rodeada de eso, de mucho ‘y tú más’.

¿El PP es culpable de Vox?

No, los culpables de que hayan aparecido nuevos jugadores en el sistema político somos PSOE y PP, por haber abandonado parte del terreno de juego. La culpa es nuestra, porque no supimos dar respuesta a los problemas que tenía la gente.

¿Vox es peligroso para la democracia?

Tanto Podemos como Vox pueden ser peligrosos si tuvieran la posibilidad de gobernar siendo mayoritarios.

¿Los equipara?

Si. Es más, veo cosas más complicadas, de querer cambiar nuestra manera de vivir, de Podemos que de Vox. Los extremos no me gustan, porque el radicalismo provoca la contestación del otro extremo. Hay que actuar desde el centro.

Vox cuestiona Europa, las autonomías, la violencia machista...

Ciudadanos en su día cuestionó las diputaciones y las comunidades, y Podemos cuestiona la jefatura del Estado e incluso la independencia judicial. Hay cosas que no hemos trabajado estos 40 años para que estén ni que se planteen.

¿Entenderse PSOE y PP es posible?

No lo hemos hecho y deberíamos haberlo hecho para evitar que los populismos cogieran fuerza. Con la crispación, lo veo muy difícil ahora. Pero hay que tener en cuenta que nuestra democracia es joven, todo llegará. Igual que han aparecido populismos que nadie pensaba, quién sabe si el día de mañana aparece un partido de centro que permita coaliciones.

Se declara autonomista. ¿Teme por las autonomías si Vox llega a gobernar?

No, porque Vox está contra las comunidades, pero el primer gobierno que toca es una comunidad autónoma. Yo ni me presentaría siendo coherente.

¿Entiende a Puig habiendo estado en el Palau?

Como presidente, entiendo su soledad, porque ser presidente es estar solo. Los consellers tienen alguien arriba, pero el presidente mira arriba y no hay nada. Consultará, pero la decisión la tiene que tomar él. Esa soledad...

¿En lo personal, el poder cambia, te convierte en otro?

Hay cosas que no puedes comentar con nadie, ni pasado el tiempo. Eso lo llevas dentro.

¿Su decisión más difícil de esas en la soledad tras muchas consultas?

Las más complicadas, las personales. Decir: tú dejas de ser conseller. Y yo no mandaba motorista, lo hacía yo.

¿En algún momento se sintió traicionado?

Me quedo con el orgullo de ser presidente de la Generalitat y haber contado con magníficos compañeros. Sé lo que sufrió el grupo parlamentario. Quitamos al portavoz.

Es que era Rafael Blasco.

Y el grupo estuvo ahí, dio la cara.

¿Esa conversación con Blasco también fue suya?

Todas las decisiones complicadas las he dado yo. Cuando entré había 11 imputados en el grupo y acabamos sin ninguno y cada vez lo decía yo a compañeros que sabía que no habían hecho nada, pero las circunstancias obligaban.

En algunos casos es difícil decir que no han hecho nada. Rafael Blasco ha sido condenado.

Sí, pero había 11. Y había que hacerlo por la marca.

¿Aquella historia del ‘topo del Palau’ fue muy dramática en lo personal?

Me sorprende que haya alguien que se dedique a eso. Que busque a alguien para que pueda filtrar. Me parece un juego de niños. La política es más seria.

¿El poder de los empresarios es superior al político?

No. Debemos estar muy orgullosos del sector empresarial que tenemos y el carácter emprendedor, a pesar de los políticos.

Y el día que llama un superempresario...

Nadie me pidió nada. Poder ayudar a cualquier empresa a expandirse es nuestra obligación. Es incremento económico y trabajo. Pero nadie me pidió nada extraño.

¿Cómo ve que, tras 40 años de autonomía, estemos todavía metidos en debates de identidades, de no tener muy claro quiénes somos los valencianos?

Eso se lo achaco más a la izquierda, porque en la Transición se buscó un modelo que agrupará a todos y creo que tenemos que centrarnos en aquello que nos unió. Quedémonos ahí, con evolución, pero no volvamos atrás. Que el PSOE utilice hoy lo de País Valenciano es una incoherencia. Debemos ser coherentes con los acuerdos.

¿En lo personal existe la erótica del poder, porque entró con una estructura familiar determinada en 2011 y salió con otra muy distinta?

La política ahora es muy exigente. Cada vez se nos exige más, tenemos una presencia diaria y de muchas horas y al final es muy difícil compaginar la vida familiar. Una de las cosas que he echado en falta es más tiempo con mis hijos. Esto no es una jornada laboral de 40 horas. Son siete días.

¿Lleva bien ahora eso de ser pareja de una famosa [Silvia Jato]?

¡Qué se le va a hacer! Con mucha discreción, porque ninguno de los dos somos de vender nuestra vida privada. La vida familiar y personal es nuestra.

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