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Investigar sin límites en el espacio sideral

El cielo es ese espacio que, a la vez que nos limita, nos empuja a ir más allá. Ese impulso de conocer el universo, intrínseco al ser humano, es una ciencia desconocida, pero amable. A ella se dedican, día y noche, los astrónomos que vigilan el firmamento desde el Observatorio de la UV en Aras de los Olmos

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Así trabajan los astrónomos valencianos a 1.300 metros de altitud en Aras de los Olmos Fernando Bustamante

En la astronomía actual y en todas sus vertientes, bajo el ingente trabajo de investigación, observación y análisis, siempre hay una pregunta de fondo. Una pregunta cuya respuesta es colaborativa, se nutre de cada pequeño avance y descubrimiento que se hace en la astrofísica, las astroquímica y la astrobiología. Puede parecer una pregunta de ciencia ficción, pero es completamente real: «Y después de este planeta, qué».

La respuesta está todavía a muchos años luz de ser respondida. Pero en ese camino, en el que ya nos encontramos, los astrónomos trabajan incesantemente observando el firmamento y todo lo que les sucede a sus objetos: estrellas, exoplanetas, asteroides, cometas o agujeros negros. Más bien, lo que pasó, ya que todo lo que desde la Tierra observamos fue hace varios millones de años: a efectos prácticos, cuando levantamos la vista, estamos mirando el pasado.

Vicente Peris programa uno de los telescopios instalado en una cúpula nueva. FERNANDO BUSTAMANTE

No es algo que suceda ya muy a menudo. Lo de mirar al cielo. Por eso, cuando una se encuentra bajo la inmensidad del firmamento, con la Vía Láctea surcando el cielo, se estremece, porque la pone en su sitio. Aquí, en este escenario privilegiado, es donde trabajan los astrónomos, técnicos y astrofotógrafos del Observatorio de la Universitat de València. Pero, más allá de la visión romántica de la astronomía, ¿Qué hacen aquí? A 1.300 metros de altura, ¿a qué se dedican?, ¿cómo se desarrolla el trabajo de «mirar las estrellas»?

Aquí viene un spoiler: es mucho más convencional de lo que pueda parecer. Sobre todo, en su continente: programas informáticos, ordenadores, correos, avisos. Ahora bien: en su contenido, no hay rival. Que la jornada laboral se destine a seguir el rastro de algunos exoplanetas, a vigilar los chorros de ciertas galaxias o al estudio y observación de enanas rojas -las estrellas más comunes del universo-, tiene más de sueño que de realidad.

Hablar de astronomía es sacudirnos los convencionalismos. Lo intentan explicar los cuatro profesionales que este viernes de julio están trabajando en el observatorio. Fernando Ballesteros es el responsable de las instalaciones y doctor en Física por la UV. Es tajante: «La astronomía lleva la tecnología al extremo, con avances no vistos en otras ciencias. Ese desarrollo pensado en términos espaciales, se acaba aplicando también a nuestro día a día». ¿Cómo? En las cámaras de nuestros móviles, por ejemplo, o en las pantallas táctiles de cualquier dispositivo. Incluso el velcro de nuestras ropas fue diseñado para atravesar el espacio.

La nebulosa M57 fotografiada por Vicent Peris.Combina datos de luz visible y de luz infrarroja.En el centro está la estrella, una enana blanca, rodeada por hidrógeno, en rojo.

Determinar para qué sirve la astronomía es una pregunta muy compleja. No es una ciencia pragmática, no es un sprint donde se sale de una meta y se llega a la salida rápida y eficazmente. Es una carrera de fondo. De los objetos que se estudian, nada se descubre o se aplica inmediatamente, es costoso ver los resultados, hay que reposarlos y se tarda años en obtener evidencias y a veces incluso no sirve el resultado final. Pero ahí está la clave: todo el camino recorrido es un descubrimiento en sí mismo.

A Ballesteros le acompañan los dos astrónomos de soporte para instalarse durante diez días en este observatorio, construido en Aras de los Olmos en 2005 pero fundado en València en 1909. Son Vicent Peris, un reputado astrofotógrafo, y Óscar Brevià, técnico de telescopio. Su trabajo abarca noche y día, volcados en el mantenimiento de las ópticas y su preparación para la observación nocturna, que se podrá seguir desde las pantallas de ordenador de las oficinas que tienen junto a las cinco cúpulas con diferentes telescopios.

Uno mide la composición química de los astros a través de la espectroscopia. Otro estudia la fotometría, es decir, cómo brillan los objetos. Esto permite seguir el rastro de los exoplanetas cuando cruzan por delante de su estrella. La tercera óptica es un teleobjetivo de Canon modificado con el que se realiza la fotografía de larga exposición para medir las corrientes de las galaxias, con filtros de colores con los que comprobar sus componentes químicos. Otro telescopio se usa exclusivamente para las alertas de supernovas -la muerte de una estrella- mientras que el último, de 40 centímetros, se destina a medir la posición y el movimiento propio de los astros.

Este observatorio -no se puede olvidar – es universitario. «Quiere decir que aquí vienen alumnos a romper cosas», bromea Óscar. Y es completamente cierto: María y Javier, estudiantes de último curso de Física, han llegado con todo el equipo para quedarse 10 días bajo la tutela, la supervisión y la enseñanza de Óscar y Vicent. A ella le gusta la vertiente observacional, pero también se decanta por la investigación. Javier, por contra, está determinado a ser técnico de telescopio. Ambos acaban de terminar Física en la UV, movidos por un interés desde pequeños a todo lo que tenía que ver con el espacio. Una imponente nota de corte y un apoyo familiar «total» les llevó a entrar en esta disciplina donde, como en otras, la presencia de mujeres es escasa. «En clase, de un centenar de personas, solo había 7 chicas», aseguran ambos.

Los dos estudiantes van a compartir estancia, precisamente, con una referente en este campo. Alicia Lozano está en Aras de los Olmos acompañando a Vicent y Óscar porque este año hará ella las visitas guiadas al público que ha organizado la UV. Es astrofotógrafa y futura astroquímica, pero sobre todo, como Fernando, Vicent, y Óscar, es divulgadora: la mejor embajadora para una ciencia «amable», como ellos califican, y que suscita un elevado interés en la población.

El grupo de asistentes que participó en la visita guiada del 15 de julio, la primera de toda la temporada de verano . FERNANDO BUSTAMANTE POR AMPARO SORIA

La misma semana que este diario concertó la visita al observatorio, unas fotografías revolucionaron la forma de entender el mundo. El telescopio James Webb, lanzado en 2021, mostró por primera vez imágenes en alta calidad a través de una visión infrarroja del cosmos. Por primera vez se pudo ver a todo color la nebulosa de Carina, la del Anillo Sur, el Quinteto de Stephan, y la que más se ha compartido; el cúmulo de galaxias SMACS J0723, la escena más profunda que se ha obtenido del universo hasta la fecha. Estas imágenes han confirmado lo que se venía manifestando en los últimos años: la astronomía es una ciencia pop, en el puro sentido de la acepción inglesa, relativa a lo popular, que despierta el interés general. «Despierta cierto recelo», reconoce el equipo. Por un lado, se enorgullecen, porque siempre es satisfactorio que tu trabajo esté en boga, y democratizar la ciencia siempre es una buena noticia. Todos se interesan por saber qué hacen, pero eso mismo también genera mucho contenido falso o poco fidedigno en las redes.

Cabe destacar que el tratamiento de estas imágenes difundidas por la NASA -y mostradas con boato por el presidente Joe Biden- se hizo con la aplicación PixInsight, desarrollada por el propio Vicent Peris, que la creó precisamente para poder mostrar cómo son los cuerpos celestes mucho más allá de nuestra visión.

«Nuestros ojos solo ven el rojo, el verde y el azul, pero el espacio tiene muchos más que solo se ven con la luz infrarroja o la ultravioleta. Los filtros aplicados en las imágenes determinan el color de cada material químico estrellas».

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Aquí viene otro dato que tal vez no se esperaba. Todas las imágenes, también las del James Webb, se obtienen en blanco y negro. Los fantásticos colores que se muestran de las galaxias, las nebulosas o las supernovas están tratadas posteriormente. Y Peris lo explica claramente: «Nuestros ojos solo tienen acceso a los tres colores primarios de la luz visible, el rojo, el verde y el azul. No nos interesaría ver el espacio con nuestros ojos, ya que no detectaríamos toda la variedad cromática que nos ofrece la luz infrarroja o la ultravioleta, que no podemos ver por nosotros mismos. Los filtros aplicados en el tratamiento de la imagen determinan el color de cada material químico que lo compone y enseña un color: ese es el resultado que se ve en las nebulosas, galaxias o estrellas que se ven en las imágenes espaciales».

Así que, cuando se visita un observatorio como este, disfruta de ver el cielo en todo su esplendor. Alicia usa un potente láser para apuntar a estrellas destacadas, y que forman constelaciones cubiertas de mitología y cargadas de ciencia. Desde la ineludible Osa Menor, siempre mirando al norte, hasta las constelaciones de Escorpio o Sagitario, estrellas como Vega, Casiopea, Arcturus o Sirius. El puntero láser señala todos los dibujos y formaciones hasta que el cielo oscuro permite contemplar uno de los brazos de la espiral de la Vía Láctea.

María y Javier, los dos estudiantes de Física que han conseguido una estancia en el Observatorio para trabajar con datos y telescopios.

En el visor telescópico, Alicia y Vicent van combinando los objetos más interesantes para ver a cientos y miles de años luz. Primero, la Nebulosa del Anillo, la M57, pequeña y rodeada por gas, pero también la estrella doble Albireo, el pico del Cisne, una de las estrellas que componen la Cruz del Norte. Por último, Saturno y sus anillos, de forma nítida, perfecta, como si se hubiera colocado una pegatina al otro lado de la óptica.

Cuando termina la visita pública, los astrónomos comienzan su jornada laboral. En estos momentos se les ha encargado realizar la catalogación de las galaxias enanas satélite, pero también participan en la medición de la ocultación de estrellas por objetos transneptunianos, aquellos elementos que orbitan alrededor del sol pero más allá de Neptuno.

Saber cómo interactúan los cuerpos espaciales, conocer la evolución de los astros y exoplanetas, supone acercarnos al origen, de dónde venimos, para saber también hacia dónde debemos ir. A eso se dedica la astronomía: a explicar lo que nos rodea porque, aunque no lo veamos, existe, y ahí fuera se encuentra la respuesta definitiva a la pregunta que, como Homo Sapiens, siempre nos hemos hecho: «Y más allá, qué».

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