Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El miedo a las redes sociales le come terreno al 'topless'

Las mujeres no solo se enfrentan a miradas incómodas cuando deciden quitarse la parte de arriba del bikini en zonas de baño, sino que ahora están a un ‘click’ de perder el control sobre su imagen y que esta se viralice sin su consentimiento

Un grupo de bañistas en las Arenas. German Caballero

Estás en la playa con tus amigas. Como de costumbre, decidís quitaros la parte de arriba del bikini para tomar el sol. Habláis, jugáis a las cartas, os bañáis en el agua. De repente, os dais cuenta de que el grupo de chicos que hay a vuestro lado no os quita el ojo de encima. Notáis las miradas. «Bastante obscenas», pensáis. «Igual nos lo estamos imaginando», reflexionáis. Se ríen. Comentan la jugada entre ellos. Y entonces empezáis a sentiros incómodas. Os dais la vuelta. Os cubrís con el brazo. Con la pierna. Buscáis protegeros al máximo posible de los mirones. Así lo vivió la joven valenciana Rebeca Fuentes, de 22 años, un día de verano en la playa de la Malva-rosa de València.

Las mujeres no solamente tienen que enfrentarse a este tipo de situaciones cada vez que deciden libremente mostrar su pecho en la playa o la piscina, sino que ahora con los móviles están a un ‘click’ de perder el control sobre su imagen. Algo que, para muchas, es razón suficiente para renunciar al ‘topless’.

Pero no es la única. También lo es la presión estética, los cánones de belleza, los mandatos de género, los estereotipos o la cosificación y la hipersexualización del cuerpo femenino. Algo que ha existido siempre, pero que se ha potenciado en los últimos años con las redes sociales.

Coincidiendo con la celebración del Día Internacional del Topless este viernes expertas en igualdad comparten sus reflexiones sobre la más que aparente involución actual en algunas de las conquistas y avances en los derechos de la mujer que parecían consolidados.

«Hay mucha presión por tener un cuerpo normativo y por acercarnos al máximo a los cánones de belleza»

decoration

«Hay mucha presión por tener un cuerpo normativo y por acercarnos al máximo a los cánones de belleza», afirma Alicia Ripollés García, psicóloga y sexóloga especializada en prevención y violencia de género. Una imposición que se convierte también en autoexigencia y que impide «llevar con libertad la exposición de nuestro cuerpo», añade.

Desde la experiencia en su clínica, la experta matiza que, aunque los hombres también sufren las consecuencias de tener que ajustarse a lo considerado convencionalmente como atractivo, lo «viven con mayor sufrimiento las mujeres más jóvenes». Rebeca confiesa a Levante-EMV que no siempre ha sido capaz de hacer ‘topless’. «Tenía mucho complejo con mi pecho, porque no consideraba que fuera bonito.

Además, los sujetadores o bikinis tienen efecto push up, que te dice que las tetas siempre tienen que estar esculpidas», relata. Fue un proceso lento en el que empezó a darle cada vez menos importancia a lo que pensaran los demás. «Es nuestro cuerpo. Hay que naturalizarlo y dejar que si a alguien le molesta, que le moleste», afirma.

. «Tenía mucho complejo con mi pecho, porque no consideraba que fuera bonito. Además, los sujetadores o bikinis tienen efecto push up, que te dice que las tetas siempre tienen que estar esculpidas»

decoration

La condena de lo normativo

Lo que cuenta la joven es algo que María Pardo García, agente de igualdad y fundadora de Espai Calandra, espacio feminista de formación y acompañamiento a la igualdad de género, ha vivido en su propia piel. «Ahora en verano que te juntas con un grupo de amigas, hacemos fotos, vídeos, bailamos. Aunque eso no se llegue a subir a ningún sitio, el hecho de vernos en bikini ya nos genera un montón de complejos. Vemos nuestro cuerpo poco estético», comparte la también experta en redes sociales.

El motivo lo tiene claro: «Nos enfrentamos no solamente a la sexualización de nuestros cuerpos, sino también a la presión de que tienen que estar siempre perfectos y conforme a unos cánones de belleza que establece el patriarcado, las empresas de cosmética y, también, los hombres. Todo tiene que estar a gusto del ojo masculino», expresa.

Este discurso que bombardea a las mujeres no es nuevo, detalla Pardo, pero ahora con las redes sociales hay más inputs (estímulos). «Son una nueva herramienta para comunicar un mensaje patriarcal y de control sobre el cuerpo femenino que ya existía», declara. Aunque su postura es crítica en este sentido, no pretende penalizarlas. «La tesis principal de mi investigación se basa en que lo que tenemos que hacer es aprovechar su potencial revolucionario», señala.

Ripollés coincide en que «no hay que demonizar las redes sociales», pero sí traslada que «han hecho un flaco favor a las mujeres». «Son sobre todo carne de cañón las chicas jóvenes con una autoestima más endeble», subraya.

La psicóloga, además, afirma que estas plataformas «nos están moralizando y nos están dirigiendo a lo que tenemos que hacer». Los pezones femeninos están vetados. No se pueden mostrar en ningún caso. Tampoco en una simple publicación en la playa con amigos. Sobre esto, Pardo comenta que lo que hacen las aplicaciones es reproducir una norma social que existe y la incorporan al código ético de la empresa. «Se censura el pecho de una mujer, porque se presupone que es un elemento sexual que tiene que ser ocultado», declara.

En relación a esta cuestión, también se han pronunciado las administraciones en diferentes ocasiones. «La sexualización de las mujeres empieza de pequeñas y nos acompaña toda la vida. Que tengamos que cubrirnos los pechos en algunos espacios es una muestra. Es también discriminación», difundió el pasado jueves el Departament d’Igualtat i Feminismes de la Generalitat de Catalunya en su cuenta de Twitter. Una publicación en la que reivindicacaban la «liberación» del cuerpo femenino.

Viral en un ‘click’

A todo esto, se suma el poder viralizador de las imágenes en Internet y la facilidad para hacer fotos sin consentimiento. «No hay que censurar los pechos en redes sociales, pero es esa pérdida de control que tienes sobre tu cuerpo lo que asusta. Que yo misma o una amiga publique la foto es fantástico, igual que si lo hace cualquier otra chica. En el momento en el que alguien te arrebata eso es muy angustioso», admite Rebeca.

Una preocupación que tuvo que sufrir María (nombre ficticio), de 25 años, cuando estaba en la playa con amigas y decidió, junto con una de sus compañeras, quitarse la parte de arriba del bikini. «¿Tenéis fuego?», preguntó el primero de los chicos del grupo de jóvenes que tenían al lado que se acercaba a ellas. «¿Me puedo sentar con vosotras», dijo el siguiente. Mientras, las risas del resto. Al tercero fueron conscientes de lo que estaba sucediendo.

«Una de mis amigas se levantó y se dio cuenta de que mientras venían a hablar con nosotras, el resto nos estaba haciendo fotos», explica en declaraciones a este diario. «Muertas de vergüenza», puntualiza, se dirigieron a ellos, les pidieron que borraran las imágenes e intentaron razonar con ellos sobre el daño que estaban haciendo. «En lugar de disculparse, seguían riéndose», asegura.

Desde entonces, se limita a hacer ‘topless’ en sitios donde hay poca gente. «Fue una experiencia bastante incómoda. Desagradable. Era como que no nos tenían ningún respeto. Como si fuéramos un trozo de carne», destaca.

Como ella, otras muchas mujeres que, en contra de su voluntad, renuncian a esta práctica por miedo a exponerse a este acoso. «Hemos normalizado convivir con miradas indecentes, que nos asustan, con rozamientos o caricias no deseadas», declara Ripollés. Se ha vuelto tan cotidiano que, en ocasiones, «no se percibe como una violencia». Por eso, defiende, es importante la educación en prevención y detectar estos abusos.

En su consulta, la psicóloga pone el foco en la toma de decisiones. «Si quiero hacer ‘topless’ lo hago. Y si no quiero porque no me apetece, no lo hago. Pero soy yo la que elijo. Ni el patriarcado, ni mis amigas, ni mi pareja, ni los chicos que tengo delante que no paran de mirarme», expresa. Cuando lo que hay detrás es un problema de autoestima, trabaja en la aceptación propia y en la diversidad. «Tenemos que aprender a reinar el templo que es nuestro cuerpo y a ser nosotras las que dirijamos nuestra vida», reivindica.

Asimismo, Pardo recuerda que toda la responsabilidad no debe recaer sobre las mujeres. «La presión estética tiene mucho que ver con la mirada masculina, con el machismo. Hay que llamar al compromiso de los hombres. Tenemos que trabajarnos nosotras mismas y querernos tal como somos, pero los chicos también tienen que educarse y tener en cuenta la presión que ejercen sobre nosotras», concluye.

Compartir el artículo

stats