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Cuando la izquierda arrasó y la mitad no habíamos nacido

Se cumplen 40 años de las elecciones de 1982 en las que el PSOE se llevó el 53 % de los votos de la Comunitat Valenciana. Sus protagonistas cuentan cómo se vivió la campaña y por qué el puño y la rosa recogió los sentimientos de cambio de la ciudadanía.

Cuando la izquierda arrasó y la mitad no habíamos nacido

Viajemos en el tiempo. A quien escribe todavía le faltaba más de una década para existir cuando el PSOE ganó las elecciones. Le ocurre lo mismo a más de la mitad de la población valenciana actual: 2,1 millones no habían nacido y otros 600.000 que en 1982 no tenían ni 10 años. Y eso sin contar con quienes han ido llegando de fuera. Quizás por eso Felipe González aparece más teñido por sus opiniones actuales que con la perspectiva del momento. Como analizar hoy el movimiento de caderas de Elvis Presley sin pensar en qué significó hacerlo en el EE UU sureño de final de los 50. Olvidémonos de lo que sabemos del hoy y cojámonos de la mano de para quienes aquella votación fue una parte de su biografía, un hecho que califican de histórico y no de historia, algo que queda en el pasado, como lo es para la mitad de la población hoy.

El 28 de octubre de hace 40 años queda lejos. El Valencia lucha por no descender con Mario Alberto Kempes en sus filas, falta mes y medio para que ET haga del «teléfono, mi casa» una de las expresiones más famosas de la historia del cine y un hombre caracterizado por su chaqueta de pana, y que ese día luce traje, saluda desde la ventana del Hotel Palace de Madrid. Es Felipe González y acaba de obtener la mayor victoria electoral de la democracia española: un 48 % de los votos y 202 de los 350 diputados. En cifras valencianas el resultado es mayor: tiene el respaldo de 1’1 millones de valencianos, el 53 % de los 2’1 millones que van ese día a las urnas. Son 19 de los 29 escaños.

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Con los ojos de hoy, una mayoría absoluta parece complicada. Obtener 200 escaños, imposible. ¿Qué ocurrió? «Se expresó la voluntad de la consolidar la democracia», explica Joan Lerma. «La ciudadanía entendió que era el momento de dejar atrás la noche oscura que significaba el franquismo», dice Joan Romero. «Se conectó con el deseo de cambio que tenía la inmensa mayoría de la ciudadanía», remata Antonio Sotillo. Los tres nombres forman parte de la lista electoral del PSOE por Valencia y tras los resultados de esa noche serán diputados en el Congreso y harán presidente a Felipe González.

Paréntesis para quienes no lo vivieron. El contexto importa. 1982 no es un año sencillo. La situación económica en España es complicada. Inflación, paro y una renta per cápita alejada de los estándares europeos, ese gran anhelo. Un año antes ha habido un intento de golpe de Estado, que fracasa. ETA mata en las calles. Hay violencia también de la extrema derecha. Pero la Transición avanza. Para el historiador Javier Paniagua este tiempo, más que por los acuerdos, está caracterizado por las renuncias. «Suárez renuncia al Movimiento, Fraga y Alianza Popular al franquismo, el PCE a la bandera y la república y el PSOE al marxismo», desgrana. Este último elemento, que parece un aspecto teórico, es un terremoto en la formación, un cambio generacional y el nacimiento del «PSOE moderno». Suresnes, en los aledaños de París, donde se celebra aquel congreso socialista en el que Felipe González es nombrado líder de la formación es clave en el camino a la Moncloa en 1982.

Volvamos a las elecciones de hace 40 años. Lerma acude a aquella cita con las urnas al frente de la papeleta socialista en Valencia. No es un cualquiera. Ya ha sido votado por las Corts provisionales como president de la Generalitat. Eso fue en agosto, sin embargo, dos meses después Enrique Monsonís, entonces todavía presidente preautonómico, de UCD, sigue sin firmar el nombramiento. Es lo que lleva a Lerma a presentarse como candidato al Congreso y lo que marca una parte de la campaña a nivel valenciano. «El Estatut se había votado en julio y la Generalitat estaba todavía empezando, había que asegurar el autogobierno», recuerda.

La victoria electoral del PSOE no solo sirve a González para ser elegido presidente; un mes después de esta cita con las urnas, el Consell preautonómico da su visto bueno a la llegada de Lerma a la Generalitat. «Sirvió para confirmar mi elección», añade. Pero volvamos a la campaña. «La gente estaba volcada y muy animada, ya se veía que íbamos a ganar», dice Lerma con la calma del «magnífico resultado» amarrado en las hemerotecas. De la contienda electoral recuerda que no había debate entre los líderes, algo diferente a los tiempos actuales en los que en cada circunscripción los diferentes candidatos confrontan ideas. «También que la derecha no tenía un liderazgo claro», puntualiza.

Esa es una de las claves que da el historiador Paniagua, quien la legislatura siguiente sería también diputado por el PSOE. Pero eso es otra historia, nunca mejor dicho. Sobre la de 1982, la que nos concierne, la considera la definitiva «muerte de Franco». Y entre los motivos, menciona la crisis de UCD, que hasta ese momento ha pilotado la Transición (lo que les podría dar la ventaja del poder), y «de toda la derecha». «UCD no era un partido al uso, era una confluencia de partidos como lo que ocurre en Italia hoy», explica. Y añade: «La derecha tenía en ese momento poca tradición de organización, algo que sí que pasaba en la izquierda», desgrana.

No es solo un problema de estructuras o liderazgos. El historiador apunta sobre todo a un problema de discurso. «La derecha no se sabía muy bien qué defendía, votarlos era una incertidumbre y lo que se quería eran certezas», esgrime. Había candidaturas liberales, democristianas, conservadoras y hasta filofascistas. En cambio, indica, el PSOE representa el «recuerdo histórico» contra el franquismo, la sensación de un partido «estructurado» frente a la amenaza que supuso el golpe del 23F y el seguimiento de la senda «de la socialdemocracia europea». Willy Brandt había gobernado en Alemania, Olof Palme es en ese entonces primer ministro en Suecia y François Miterrand preside Francia.

«Lo que se hizo fue histórico»

En la contienda electoral, a Lerma le escolta como número dos en la lista Antonio Sotillo. Ya había sido diputado tras las anteriores elecciones, en aquella ocasión, liderando la papeleta por Castelló. Ahora, va por Valencia. «La campaña fue muy ilusionante, sin estridencias ni alaridos, no había móviles ni redes sociales y la importancia estaba en el contenido de los mítines, en prepararlo muy bien y hacerlo accesible y entendible», rememora el político, quien añade que aquellas semanas previas a las elecciones se recorre la provincia de Valencia en coche, «sin que nos pagaran la gasolina ni nada», pero aquello se veía compensado con las ganas de la juventud que destilaba la lista y la «vocación» por la política.

Y aunque en las fechas antes de votar se vuelcan en actos presenciales, como es habitual en cualquier campaña, cree que la victoria del PSOE «estaba clara» desde antes. ¿Qué habían hecho hasta entonces? Sotillo considera que la «manera de hacer oposición» de los socialistas al gobierno entonces presidido por la UCD, las aportaciones durante la elaboración de la Constitución, el desmoronamiento ya mencionado de este partido, «unido al deseo de cambio y a superar los problemas económicos y sociales son los que nos llevaron al triunfo». Aunque, sin duda, señala como momento clave «el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981». «Ese año y medio ya veíamos que era esperable que gobernaríamos, quizás no con tanta diferencia de votos, pero se notaba», explica.

Ese pálpito también lo siente en aquellas fechas Joan Romero. «Felipe González sintonizaba con el profundo sentimiento de cambio de la ciudadanía», indica en unas palabras que parecen repetirse. En 1982 el hoy catedrático de Geografía tiene 29 años, va en la lista en el décimo puesto, el último que logra representación, y cuando lo hace su preocupación es no culminar su carrera académica. «Me vi sorprendido gratamente», admite, «viví un momento histórico». «Todo el mundo sabíamos que era histórico», añade. Romero enfatiza la relevancia de aquellas elecciones. «Fue la cristalización de que queríamos dejar atrás la noche oscura, y no solo con el voto de la izquierda, también la ciudadanía de centro. Si no, no se explican 202 diputados», reflexiona.

De aquel tiempo le viene una sensación de «energía positiva», de «esperanza puesta en el futuro». Y eso que, recuerda, el momento no era sencillo. La inflación en aquel mes alcanzó el 29,4 %. «Y aún así el país se modernizó», destaca. «Sin nostalgia ninguna, pero aquello fue un gran logro colectivo; se consolidó la libertad, se logró la descentralización del Estado y se instauró el Estado del Bienestar moderno, y todo en 15 años», señala. Aunque habla de la colectividad, pone un nombre propio: «Felipe González pasará a la historia como uno de los grandes gobernantes». «Lo que hizo fue histórico; la letra pequeña de los años de después no me interesa», sentencia.

El recuerdo de Felipe González no es inmaculado al paso del tiempo. Los años de gestión y las opiniones han desgastado la imagen del González en chaqueta de pana, más por el flanco izquierdo que por el derecho. Lo dicho, cosas de mirar el pasado con prismáticos. Volvamos a 1982. Porque allí ya había quien lo criticaba, que no todo se ha inventado en el siglo XXI. Porque el PSOE consigue 202 diputados, que son muchos, muchísimos, pero no son todos, hay entonces espacio y voces para la crítica del recién elegido presidente. Uno de ellos es Antonio Montalbán, entonces secretario general de CC OO PV y en aquel año, número 4 en la lista del PCE.

«No me avergüenza decirlo: esa noche me fui llorando a casa», admite 40 años después. El 28 de octubre de 1982 el PCE pierde los tres escaños que había obtenido en 1979 en la Comunitat Valenciana. «Fue la gran fiesta socialista, pero las minorías vivimos la amargura de la decepción», cuenta. De hecho, bromea con el lema de campaña que utilizó en aquel momento el PCE: «Para que nada se pare». Montalbán complementa que «lo que no se pararon fueron los votos hacia el PSOE». No obstante, matiza el motivo de sus lágrimas: «No estaba triste por el resultado del PSOE, en parte compartía la ilusión de cambio y dije que no había que poner palos en las ruedas sino apoyar en lo que se pudiera para avanzar en las transformaciones para la clase trabajadora, pero el resultado fue injusto». El PCE pierde esos comicios dos de cada tres votos que había cosechado en las elecciones anteriores. «Fue injusto sobre todo si se tiene en cuenta el trabajo previo», añade. Para Montalbán, los comunistas fueron los grandes defensores dentro de la izquierda de los pactos de la Moncloa frente a un PSOE que, dice, «pringó poco».

En el análisis a posteriori, el que tiempo después sería concejal de IU en el Ayuntamiento de València dice que la victoria de Felipe González fue «la forma más clara de decir adiós a los intentos de involución, cerrar la puerta a quienes intentaban que volviéramos atrás», en relación al «ruido de sables» en cuarteles y amenazas de golpes militares. «Fue un paso importante», resume. Aunque añade un pero, claro. «Muchos de los deseos y anhelos se quedaron sin cumplir, el PSOE siempre se quedó corto, en algunas cosas les conseguimos convencer, pero en otras, la balanza se decantó a los poderosos y algunas de esas deficiencias se siguen notando hoy», cierra su reflexión.

También en las listas del PCE ese año 1982 está Emèrit Bono. No es su primera vez en unas elecciones. En las dos anteriores ya ha obtenido representación, siendo el cabeza de lista, aunque en esta ocasión baja al segundo puesto. Da lo mismo. Hay una «hecatombe electoral». No obtienen representación. «Era una tendencia que se veía, pero igualmente fue un golpe duro porque en esa campaña había mucho esfuerzo de mucha gente», señala y apunta a que, quizás, «los comunistas no estuvimos en ese momento a la altura, no supimos entender lo que pedía en ese momento la gente».

Bono volvió a presentarse cuatro años después con el PCE, en ese momento, ya bajo la denominación de Izquierda Unida. El resultado en votos mejoró, pero no sus consecuencias, ya que la marca se quedó sin representación por Valencia por centenares de votos. Años después sería conseller de Administración Pública y posteriormente de Medio Ambiente. Lo sería en el gobierno socialista presidido por Joan Lerma, aquella persona que lideraba la lista del PSOE que, con su arrolladora victoria, le había privado de su reelección como diputado en 1982. Sin embargo, no reniega del pasado: «No cambio por nada mi experiencia en el Partido Comunista». Sobre 1982 y su principal protagonista, Felipe González, Bono inicia su opinión con un «a pesar de los pesares» que decide no profundizar y la completa diciendo que «cuando se valore a los gobernantes del siglo XX, él será uno de los que debería estar más arriba». Si volvemos del viaje temporal, otros no opinarán lo mismo. Sea como fuera, aquello fue pasado y pasado está. Para unos es historia y para otros, un hecho histórico que contar dentro de su biografía.

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