?

Jóvenes metidas desde muy pequeñas a una exigencia física extrema, con cambios hormonales incluidos, empleo de fármacos prohibidos y la propia constitución y aspecto física más o menos agraciado son algunos de los elementos que provocan la aparición de mujeres atletas no ya con un aspecto andrógino, sino masculino.

En los años sesenta, las soviéticas Tamara e Irina Press eran llamadas "los hermanos Press", atendiendo a su aspecto -se llegó a decir que eran hermafroditas-. Ambas se retiraron cuando se estableció como obligatoria la prueba de control de sexo. Una prueba que, por ejemplo, no lograría pasar la polaca Ewa Klobukowska.

Otra atleta con aspecto especialmente hombruno fue la checoslovaca Jarmila Kratochvilova, de la que llama la atención que siga ostentando, desde 1983, el récord del mundo de los 800 metros, al que ayer Semenya no se acercó.

El abuso de la RDA

Fue en la República Democrática Alemana donde el abuso en el empleo de hormonas propició la aparición, demasiado a menudo, de atletas con aspecto masculinizado. El caso más grave fue el de Heidi Krieger, inflada a pastillas desde los 16 años para hacer de ella una campeona europea de lanzamiento de peso. Su atormentada vida acabó tomando la decisión de cambiar de sexo. Hoy es Andreas Krieger. Pero hubo muchas más, como Silke Gladisch o Marlies Göhr.

En la era moderna del atletismo siempre ha llamado la atención el aspecto de la longeva Maria Mutola, otra muchas veces laureada ochocentista. Nótese que, salvo el caso extremo de Krieger, se trata de atletas de pruebas no proclives necesariamente a un esfuerzo más "masculinizante", como puedan ser los lanzamientos de disco, peso o martillo.

Mutola, no; las rusas, sí

En cualquier caso, la belleza femenina y el dopaje no son siempre sinónimos. Mutola siempre ha aparecido "limpia". No se puede decir lo mismo de las atletas rusas de los últimos años que, con aspectos plenamente femeninos, han sido cazadas sistemáticamente.