­Con una firme demostración de jerarquía, materializada con tres goles brillantes, el Valencia avanzó ayer un poco más hacia la cima de la Liga. Un lugar donde el equipo vuelve a sentirse cómodo años después, vista la solvencia de su juego y el ánimo general de sus futbolistas. Los síntomas de su crecimiento llegaron desde todos sus frentes: la dinámica linea ofensiva, la solidez defensiva y su descomunal pegada, esta vez representada también por sus dos mediocentros.

Doce minutos. Ese fue el tiempo que duró el plan de intimidación del Osasuna sobre el Valencia. Un balón colgado al área, un par de faltas y un córner fue toda la munición de largo alcance que empleó el equipo navarro antes de recibir el castigo de Villa, el delantero que siempre tiene un nuevo truco que sacarse del sombrero. Esta vez fue un remate en el aire, con la suela de la bota,a un excelente servicio de Marchena. Un gol fantástico del Guaje con el que el Valencia mostraba su armonioso estilo de interpretar el fútbol ante el basto juego del Osasuna.

Tic-tac. Con dos certeros toquecitos, el Valencia silenció rápidamente el Reyno de Navarra y encendió el interruptor que pone en marcha su letal juego ofensivo. Con una novedad. Desatascado el juego y atado Pandiani, el Valencia se animó a sumar elementos en el campo contrario. Una señale inequívoca del crecimiento del equipo, que varió el camino hacia el gol para sorpresa general. Con la grada aún helada por el primer tanto, Albelda se asomó por el balcón del área a la busca de un rechace. Premio. El sempiterno mediocentro del Valencia esperó la pelota y, con la izquierda, picó sutilmente el balón en busca de otro gol prodigioso, cuatro años después de aquel zambombazo con el que levantó a Mestalla ante el Racing de Santander. Esta vez el balón entró con suavidad, en cámara lenta, como si el destino hubiera reservado al ex capitán unos segundos de gloria con los que enterrar viejas discordias.

El gol de Albelda sepultó al Osasuna, que se convirtió en un equipo vulnerable sin remedio. Hasta David Navarro estuvo a punto de marcar, en boca de gol, tras una combinación Villa-Silva, tan cómodos como Pablo en la izquierda ante la ausencia de Mata. Lejos de taparse en la guarida, el Valencia siguió fiel a su plan tras el descanso. Con toques de dos metros, sin perder un instante la compostura, el grupo de Emery adelantaba metros en el campo por todos los frentes, con Mathieu sacando los colores constantemente a Azpilicueta y Silva abriendo espacios entre las lineas. En una noche tan brillante, el tercer gol sólo podía ser otra obra de arte. Esta vez el protagonista fue Marchena, quien culminó una jugada con un potente derechazo desde fuera del área. Las expulsiones de Pandiani y Flaño y el gol de Massoud quedaron en el apartado anecdótico.